La Gloria de San Agustín
Todo vuelve
El descenso de viajeros en los autobuses de Aucorsa en el último año no debe pillar a nadie por sorpresa. El covid-19 ha agudizado la pérdida de pasajeros que la empresa municipal vive desde hace algunos años (en 2004 se llegó a un pico de 23,1 millones que no se ha vuelto a alcanzar) y la bajada en 2020 ha sido de más de un 40%. El miedo al contagio ha provocado que muchos ciudadanos opten por desplazarse a pie, en bicicleta o en patinetes eléctricos -un medio que ha sufrido un boom en los últimos meses-, mientras otros han intensificado el uso de vehículos a motor como el coche y las motos. Si en circunstancias normales nunca ha sido muy agradable subirse en un autobús en hora punta, en plena pandemia del coronavirus lo es menos aún.
Desde los 12 años soy usuaria de Aucorsa y en todo este tiempo (casi 25 años) he vivido experiencias de diversa índole. Por una parte están las deficiencias del servicio en sí; esto es, tiempos de espera larguísimos y pocos vehículos en ciertas líneas que hacen que llegues antes andando. Por otro lado, el sistema de seguimiento en tiempo real juega malas pasadas y alguna vez un bus al que le quedaban menos de cinco minutos por llegar a una determinada parada ha desaparecido cual fantasma. Y vaya cara se te queda cuando ocurre esto... Otras veces sencillamente el sistema no funciona y tienes que decidir si te la juegas quedándote en la parada porque lo mismo al próximo autobús le quedan de 16 a 20 minutos.
Luego, hay otros factores que también incitan a coger lo mínimo este tipo de transporte público, sobre todo en horas punta. Uno de ellos es la cantidad de personas que se sube a cada vehículo principalmente a mediodía -más acuciante en las líneas con una frecuencia menor de paso-. Cuando un autobús va petado es imposible evitar que te rocen, eso es verídico. Y procura que no te pille cerca uno de esos ejemplares que aprovecha los viajes en bus en hora punta para rozarse más que un gato macho. En estos viajes he llegado a presenciar cómo un individuo hacía fotos a escondidas a una chica que fue alertada por otra viajera, gente cortándose las uñas, chavales fumando porros o tíos que tocaban el culo a las colegialas. Una fauna despreciable que, si bien es una mínima parte, hace que le cojas asco al autobús y solo lo utilices en casos muy puntuales e imprescindibles. Así, el covid ha sido la puntilla para un servicio público que lleva años tocado por su falta de eficiencia y seguridad.
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