Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
No sé si les ocurre a ustedes, yo asocio la música que forma parte de la banda sonora de mi vida a la época en la que la escuché por primera vez. Su escucha me suele traer recuerdos de esos tiempos pasados que a veces pienso que fueron mejores, y de la gente con quienes la compartí. El pasado 2022 cumplieron 40 años, entre otros, dos grandísimos discos: Rock and Ríos, de Miguel Ríos, el clásico LP en directo del granadino que marcó un antes y un después en la música en español; y Thriller, de Michael Jackson, otro clásico entre los clásicos que se convirtió en el disco más vendido de la historia y que también marcó un antes y un después en la música mundial. A esa celebración le han puesto el broche de oro las reediciones en vinilo con el sonido mejorado de ambas obras maestras, reediciones que cada vez que las escucho es imposible que no me acuerde de mi amigo Hillo -Gabriel Ángel Pizarro-. Rock and Ríos y Thriller sonaban en 1982 insistentemente en el cassette con el que mi amigo -que lo es desde que tengo uso de razón- le ponía también banda sonora al bar de sus padres, lugar en el que desde muy pequeño, los días en los que no tenía escuela y posteriormente instituto, les echaba una mano detrás de la barra.
Ese bar, el ya desaparecido Bar Pizarro, forma parte de la vida de una pandilla de amigos que prácticamente nos criamos en él, junto a Hillo: Paco Gallego, Julio Rodríguez, Manolo Fernández, Paquito Rodríguez, Daniel Herrera... en el que compartíamos días y días de charlas y juegos con José Luis -el hermano de Hillo- y sus amigos, que nos llevaban algunos años: Federico García-Arévalo, Julián Castellano, Antonio Fermín Molera, el Chipi... Insisto, no sé si cualquier pasado fue mejor, pero en aquel bar perdimos la inocencia preparándonos, por ejemplo, cócteles furtivos que bebíamos a escondidas en chupitos con más grados de alcohol de la cuenta o viendo las primeras películas, algunas de destape, editadas en VHS. A la vez que organizábamos lo que dábamos en llamar campeonatos del mundo de Stratego o nos hacíamos dueños de Belalcázar jugando a un Monopoly casero diseñado por nosotros y que estaba compuesto por calles del pueblo -obviamente, las más caras eran Hernán Cortés y Conde Don Alonso, en las que vivíamos la pandilla-.
Rock and Ríosy Thriller me recuerdan a esos tiempos pasados en los que también en el bar de mi amigo Hillo organizábamos las aventuras que, con arcos y flechas, íbamos a vivir en el Castillo o nos retábamos con los amigos de José Luis para disputar un partido de baloncesto en el camping del Monte Malagón, partido que siempre nos ganaban por los casi dos metros de Federico. Eran tiempos en los que esos niños éramos felices cuando nos citábamos en ese bar para ver Mazinger Z o Starsky & Hutch, tiempos que compartí con mi amigo Hillo, como ahora comparto cada vez que en mi tocadiscos suenan Rock and Ríos o Thriller.
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