Es lo que tiene cumplir años. Una mañana cualquiera te vas a arreglar la barba, pones la radio y te informan de que alguien se ha marchado. El jueves salimos de casa un poco plof. Yo no, porque Joaquinito tenía fiebre y me tocó quedarme rodeado de jarabes y termómetros, pero plof igual. Sucede con esas personas que no has conocido pero cuyas canciones, poemas o dibujos, te han acompañado durante años formando parte de tu vida. A veces llegan a influir en tu forma de ver el mundo, y aún más, en ocasiones, como ésta, te han enseñando a reírte de él. Se marchó Forges con el debate sobre la libertad de expresión en este país hecho unos zorros.

Podíamos encontrarlo en la sección de opinión, porque el humor gráfico cuando se hace con maestría es eso. Una visión. Tras el rotulador hay un mensaje traducido en viñeta. Un ejercicio de síntesis sobre la actualidad, el don de la sorpresa, un estado de ánimo… A veces, tiene la capacidad de sostenerse en el tiempo. Compartí como tantas y tantos una viñeta en redes esa mañana, en ella, un político en el atril del Congreso realizaba un ademán flamenco y avisaba "Ruego que se hagan a un lado, dado que me voy a salir por peteneras" a ambos lados, dos miembros de la cámara jaleaban "Vamos" "Ole en er mundo". Por la factura del dibujo, la sitúo hace ya alguna década, con la sensación, o quizá la convicción, de que no ha perdido, ni perderá, vigencia.

Hay en su obra una mezcla de humor y melancolía. Y en ocasiones un cierto hartazgo, gensanta, que recorre los bocadillos de sus ancianas rurales, de ese matrimonio asimétrico o de sus náufragos en la isla. Porque la capacidad de empatía que genera Forges es enorme. Hay dureza en el fondo y dulzura en la forma, junto a esa capacidad de dejarte pensando tras la carcajada.

Por suerte, en nuestro país, contamos con una larga tradición de creadores cuya visión se encuentra alejada del puro entretenimiento o el mero decorado. Pero no todo el mundo que pretende realizar una denuncia a través de su obra lo hace desde esa sensibilidad o desde la cercanía de un humor agridulce. El trazo más o menos grueso no lo convierte en un delincuente. Creo haber escrito ya en alguna ocasión que el mal gusto no representa un delito. Fíjense en Marta Sánchez.

En las últimas semanas Le Monde o The New York Times han vuelto a poner en entredicho la libertad de expresión en nuestro país. Los nuevos censores parecen desconocer su capacidad para generar símbolos. Una pena, afirmo.

https://youtu.be/Fwd7JH6Y7sw

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