
Tribuna de opinión
Juan Luis Selma
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Tercera ruleta rusa y esta vez no pudo ser; la bala que estaba en el tambor se nos volvió en contra y todo acabó, pero fue bonito mientras duró. Mientras duró y hasta donde sea, pues esta selección dejó el pabellón español muy alto a través de una trayectoria que fue de menos a más, a mucho más. El equipo deja unas sensaciones estupendas aunque debamos reconocer que mejorables, mayormente en lo que se libra en las áreas.
Indudablemente impresiona que el rival lleve treintaidós citas consecutivas sin hincar la rodilla y ya en la pizarra da Luis Enrique un aparente golpe de mano dejando a la pareja de centrales italiana sin referencia. Pero estamos ante una partida de ajedrez en la que cada peón es de oro y así vemos cómo hay tanto respeto al rival que todo transcurre en esa especie de zona de todos que es la acotada entrambas áreas para solaz de Unai Simón y del gigantesco Gianluigi Donnarumma.
No hay ocasiones ostensibles de gol, pero a la hora de juego acierta Chiesa con las redes españolas. Pero este equipo que ha diseñado Luis Enrique cree en sí mismo y no es proclive a bajar los brazos. Aprieta los dientes y somete a Italia a un dominio en el que no se trata sólo de acaparar la posesión del balón, sino que ronda con entidad los dominios de esa pareja de centrales tan autoritaria que forman los veteranos juventinos Bonuzzi y Chiellini, con lo que puede haber gol.
Y llega por la jurisdicción de ambos centrales gracias a un balón de oro de Dani Olmo que Morata convierte en platino. Aluvión de cambios, prórroga interminable que va lastrando el músculo para que fallen las ideas y todo se fíe a la ruleta rusa. Y no pudo ser a pesar de lo bien que empezó Unai Simón, pues Olmo y Morata erraron sus opciones y será Italia la que se juegue el oro el domingo en Wembley. Fue bonito mientras duró, pero reconozcamos lo bien que pinta el futuro.
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