Elogio de la perplejidad

Siempre solemos creer que una cosa es la realidad, que ésta es única, y, otra, la interpretación que hacemos

De Freud es la siguiente paradoja, que plantea como una manera de desdramatizar las situaciones llamadas límite: "-¿Qué día es hoy?, pregunta un condenado al que llevan al patíbulo?- lunes, le responde el verdugo. ¡Pues sí que empiezo bien la semana!, le replica. Una manera precisa y singular, viene a decir José Antonio Marina, de cortar la cadena opresiva de los acontecimientos y desactivar la carga trágica que origina una situación como esa. En verdad que una realidad así, precisamente en el camino a la guillotina, no está ni mucho menos para hacer bromas pero vale como un ejemplo obvio de lo que es capaz el ingenio, por muy trágico que sea, para reinterpretar el sentido de las cosas y salirse de lo que la existencia le demanda y le exige. Acorde, por supuesto, con lo que la racionalidad y la costumbre colectiva le apunta. Por muy estúpido, o sea irracional, que se presente y carezca de viabilidad salvífica, no deja de ser un recurso más o menos a la mano soltar una buena ración de ingenio que permita explicar lo inexplicable o justificar lo injustificable.

Bien es verdad que, como sabemos por experiencia propia y ajena y aseguraba Erasmo en El elogio de la locura, "todas las cosas humanas tienen dos aspectos... Todo en la vida es tan oscuro, tan diverso, tan opuesto, que no podemos asegurarnos de ninguna verdad...". Por eso siempre solemos creer que una cosa es la realidad, que ésta es única, y, otra, la interpretación que hacemos de ella. Pero, claro, esto vale para la cuerda del patíbulo, pero, en ningún caso, para la historia que lleva detrás, empezando porque cabe la pregunta de por qué ha llegado hasta allí el protagonista.

Pero puede de todas maneras preguntarse si esa ambivalencia tiene sentido. Es la cita, repetida en tantas ocasiones, del texto de Carlos Marx cuando apunta, completando o corrigiendo al eminente filósofo alemán Hegel, que, si bien es verdad lo que él dice de que la historia se repite dos veces, le faltó agregar: primero, como tragedia y, después, como farsa. Es lo que ocurre en tantas ocasiones: el discurso trágico de la condena, y, luego, luego el ingenio, como instrumento de justificación. Ahora como farsa, que sí tiene sus raíles. Y, al final, tantas veces queda la duda de si es mejor lo vivido o lo soñado. Eso sí, si recordamos la pregunta que hizo Bión al que se tiraba de los pelos: ¿acaso la calvicie alivia el dolor?

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