Mientras el concepto de crecimiento y estabilidad que significaba la globalización ha saltado por los aires con la guerra de Ucrania, hay pequeños reductos que nos recuerdan sus amplias bondades. Por ejemplo, el Caminito del Rey en la provincia de Málaga, al que he tenido ocasión de volver esta semana. A 3.000 kilómetros de Kiev centenares de personas de todas las nacionalidades se pasean a diario colgados de las paredes del desfiladero de los Gaitanes y disfrutan de los emocionantes paisajes de esta reserva de la biosfera, en la que se oyen idiomas cercanos como el italiano, el inglés o el francés, junto a otros más ásperos como el ruso sin ir más lejos. Y por supuesto todos los acentos andaluces y españoles, sevillanos, granaínos, cántabras, vascas… Por el nuevo Caminito, inaugurado en 2015 y convertido en un reclamo turístico de categoría mundial han pasado más de dos millones de personas de 112 nacionalidades distintas.

Esta complicada obra de ingeniería, por cierto, fue realizada por la prestigiosa constructora Sando, en un tiempo récord de diez meses, por un importe de 2,2 millones de euros. Sorprende que la empresa en su página web no presuma de ella como merece, junto a los 284 puentes y túneles, 370 kilómetros de autopistas, 264 edificios o las 220 vías y plataformas ferroviarias que ha construido. En la última década, pocas inversiones públicas debe haber habido en Andalucía tan rentables. Además, ésta ha dinamizado de manera notable una amplia zona del interior entre Álora y Árdales.

Es curioso, pero Elías Bendodo fue durante ocho años un buen presidente de la Diputación de Málaga, antes de aceptar interpretar el papel de malo de la política andaluza, capaz de inventarse un millón de habitantes de más en la región, convertir unos armarios metálicos clasificados en cajas fuertes ocultas o querer estirar el escándalo de los ERE durante dos legislaturas. Actuaciones como rehacer este Caminito inicialmente construido entre 1901 y 1905, la Senda litoral o el proyecto cultural de La Térmica avalan al otro Bendodo. Salado, el nuevo presidente de la Diputación malagueña proyecta un corredor verde desde el Caminito hasta el mar que conecte los Gaitanes con la desembocadura del Guadalhorce, igual que ha puesto en marcha un nuevo centro cultural en La Malagueta. A veces, uno piensa que las diputaciones tienen de verdad utilidad pública.

Tras la guerra en Ucrania, no sabemos cuándo podrá recuperarse una pacífica relación entre las diferentes naciones del mundo en el plano económico, político, social, energético y tecnológico. Pero es estupendo que haya muchos caminitos de globalización abiertos.

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