Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

7-0

Sería plausible que los jugadores aprovecharan el tirón mediático para poner en evidencia esta hipocresía

Tapó bocas, funcionó su apuesta tan aireada por muchos medios por aquello de convocar a muchos debutantes. Pero el resultado final fue el del mejor inicio de un Mundial por parte de España. Con esto de la Copa del Mundo, y cada vez que juega la Selección de España, sale en muchas personas ese seleccionador interno que llevan dentro que, además, se autoreivindica sin paliativos. El mismo que cuando se ve un partido desde casa por la televisión, se escucha por la radio o se ve desde la grada les hace creerse superiores y sentar cátedra.

Mis conocimientos sobre el fútbol son más bien limitados, aunque he visto muchos partidos cuando de pequeña iba con mi padre a ver al Deportivo Don Benito cuando jugaba en la ahora extinta Tercera División y me sigue sorprendiendo que haya adoptado una tradición de mi progenitor con los partidos cuando puedo: escuchar la radio y ver la televisión al mismo tiempo.

Desde la atalaya de los años y con alguna otoñada ya sobre las espaldas, los de mi generación hemos vivido grandes momentos con la Selección Española de Fútbol, desde aquel gol que marcó Iniesta en Sudáfrica 2010 y nos hizo reyes del mundo hasta la Eurocopa de 2008 y también la de 2012. Pero con este Mundial, y aprovechando la efervescencia del momento -Alemania nos espera el domingo y luego Japón para pasar de ronda-, no tengo la misma sensación, ni tampoco es que se vea un seguimiento masivo.

El hecho de que la Copa del Mundo se juegue en un país como Catar es la causa principal, no se puede negar. La elección de este territorio causó revuelo y ha generado y sigue generando sombras, demasiadas ya. Al final, el cambio de fecha ha resultado ser la menor de las polémicas, aunque resulta bastante extraño que se juegue en otoño. Las condiciones en las que se han construido los estadios, las miles de personas que han muerto en las obras según Amnistía Internacional, las violaciones de los derechos humanos, las restricciones de la mujer, la persecución al colectivo Lgtbi…

Un sinfín de razones más que suficientes para llamar al boicot y no ver ningún partido. Pero poderoso es don dinero -este Mundial es el más caro de la historia- y la FIFA acepta y se deja llevar. Sería plausible que los jugadores de todas las selecciones hubieran aprovechado el tirón mediático, pero no para blanquear su imagen, sino para poner en evidencia toda esta hipocresía de una vez.

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