Esto de ponerle nombres a las olas de calor y a los temporales de agua y frío como que no me hace mucha gracia, que parece que queremos echarle la culpa a alguien o yo que sé. Además, eso es como lo de la viga en el ojo, que a nadie le gustaría que utilizaran su nombre para algo que nos fastidia tanto.

No me quiero ni imaginar que le pusieran a una ola de calor Rafalete, y todos mis vecinos pasando las de Caín y acordándose de mí, la verdad, es que no me gustaría nada, pero nada. Por eso no me gusta que lo hagan con otros nombres, que seguro se van acabando y empiezan a poner el mío, el de mis amigos o el de mis familiares.

Y yo no quiero relacionar los malos ratos con gente a la que quiero. Que a lo mejor es una cosa muy mía, lo sé, pero es que todos tenemos nuestras manías y la mayoría no se pueden explicar, ni mucho menos. Ni falta que hace, que tampoco hay que comprenderlo todo, me parece a mí. Yo no comprendo, por ejemplo, cómo los aviones vuelan, es que no me entra en la cabeza y lo mismo me pasa con los barcos grandes, que son de hierro, de hierro, y flotan.

Cualquiera echa un trozo de hierro, de metal, una moneda, en una fuente, y anda que no se va rápido para abajo. Que me expliquen entonces lo de los barcos, que seguro que no lo voy a entender, aunque me lo expliquen durante mil horas. A esta nueva ola de calor, que acabamos de pasar, aunque tampoco ha bajado mucho el termómetro, también le han puesto nombre, y vaya los días y sobre todo las noches que nos ha dado.

Y anda que no son largas las noches de calor en verano, pero largas, que es un no parar de dar vueltas y más vueltas en la cama, todo el tiempo, de un lado para otro. Y lo peor son las vueltas a la cabeza, que anda que no le doy, pero sin parar, que parece que tengo un bingo dentro, una cosa mala. Y es que quien es así no lo puede remediar, por mucho que se empeñe.

En fin, que estas noches he pensado mucho, pero mucho, y también me he pegado unos cuantos manguerazos, porque un par de noches me he tenido que subir el colchón a la azotea, que en mi cuarto no corría ni una mala brisa, y si llegaba es como si hubieran abierto las puertas de un horno.

Ya queda menos para agosto y todavía no sabemos qué vamos a hacer, que si queremos nos podemos subir otra vez a Trassierra, que nuestro amigo nos lo ha vuelto a ofrecer. Yo por mí, tiro para arriba, pero somos tres y toca decidir entre los tres, que las cosas se resuelven mejor así, contando con los gustos de los demás.

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