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A sus 103 años, recién salido del hospital, con nueva película por estrenar y rodando ya la siguiente, Manoel de Oliveira sigue enterrando a los más grandes y longevos cineastas de nuestro tiempo. El pasado lunes, justo un día después de su 91º cumpleaños, conocíamos la muerte de Chris Marker (1921-2012) a través de una escueta y emotiva nota del crítico Jean-Michel Frodon publicada en las redes sociales: "Un monde plus vide et plus triste: Chris Marker n'y est plus". En cuestión de minutos, el orbe cinéfilo más selecto se unía en un sincero duelo colectivo por la pérdida del que sin duda ha sido uno de los más grandes creadores audiovisuales: escritor, fotógrafo, cineasta, ensayista, pensador, memorista, amante de los gatos y las chicas guapas y activista sin rostro de las imágenes y los sonidos que ha atravesado la mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI con una constante inquietud por la búsqueda de formas pensantes, musicales y hermosas capaces de explicar el mundo, su belleza, su misterio, sus miserias y sueños utópicos, para mostrarlo desde una mirada siempre lúcida, joven y perpleja, siempre en paralelo a los avances tecnológicos (de lo analógico a lo digital pasando por el vídeo) puestos el servicio de la creatividad, el juego, el pensamiento y el trabajo artesanal en el taller-laboratorio, alejado de toda circunstancia comercial o coyuntura industrial.
Recientemente celebrábamos aquí la aparición en España de un segundo cofre con varias piezas de Marker en el sello Intermedio, el único que se ha atrevido a presentarnos como se merece al autor de Lettre de Sibérie, La jetée, Le jolie mai, Loin du Vietnam, Le fond de l'air est rouge, Sans Soleil, Recuerdos del porvenir, El último Bolchevique, A.K., Level 5, Gatos encaramados, Inmemory, Roseware y otros proyectos siempre heterodoxos, inclasificables y pioneros en su búsqueda de nuevos formatos (el foto-relato, el documental creativo, el cine-ensayo, el retrato, el diario de viaje, la instalación, el CD-ROM interactivo, la alteridad virtual en plataformas como Second Life) a través de los que poner en juego eso que Isaki Lacuesta (Las variaciones Marker) llama "el instante del parpadeo que no quiere escondernos nada, sino abrirnos los ojos".
Porque es en el montaje, en el trabajo intersticial entre planos, en la creación de estructuras autónomas e intransferibles donde reside buena parte del genio markeriano, más allá incluso de su don de haber estado siempre donde había que estar, de haber colocado su objetivo en el rincón preciso del acontecimiento o en el ojo del huracán de la última revolución para intentar cambiar y mejorar el mundo.
Nada mejor que recuperar los dos cofres de Intermedio o visitar su canal en Youtube para rendirle homenaje; o volver a leer las dos únicas publicaciones en castellano que han analizado a fondo su trabajo: Mystère Marker. Pasajes en la obra de Chris Marker, que acompañó la retrospectiva que le dedicó el Festival de Las Palmas en 2006, y C.M.: Retorno la inmemoria del cineasta, editado como complemento de una exposición que pudo verse en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo allá por 2000.
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