El topo sale del agujero

Reservoir Books ha publicado recientemente una continuación en versión cómic de la película más célebre del director chileno Alejandro Jodorowsky

Entre las múltiples facetas de Alejandro Jodorowsky destacan las de escritor y director de cine.
Entre las múltiples facetas de Alejandro Jodorowsky destacan las de escritor y director de cine. / Antonio Pizarro

En 1969, Alejandro Jodorowsky inició la escritura de su segundo largometraje, El Topo. La redacción del guión coincidió con (o dio pie a) un viaje por México, el estudio del chamanismo y la experimentación con alucinógenos varios, todo lo cual fue depositándose en una historia que el artista chileno concibió como un antiwestern; o sea, un western que nada tenía que ver con John Ford o Anthony Mann, ni siquiera con Sergio Leone, aunque en la película haya algún guiño a este último. El crítico Augusto M. Torres habló de un western budista y Diego Moldes de un western zen; yo lo haría de un western chiripitifláuticopor razones que abajo expondré. Jodorowsky contaba con un presupuesto irrisorio, unos 400.000 dólares, de modo que recurrió a actores no profesionales, amigos y parientes para formar el reparto; él mismo incorporó el papel principal. El Topo se estrenó en diciembre de 1970 en Nueva York, en una sala de cine alternativo, a medianoche. Y se mantuvo en cartel, en dicho horario, durante siete meses; se dice que John Lennon y Yoko Ono asistieron a una proyección y aplaudieron a rabiar. Jodorowsky reconoce que una densa nube de marihuana cubría el patio de butacas siempre que visitó el local.

La película es un ejemplo palmario del sincretismo galopante del autor, así como de su gusto por los popurrís, los batiburrillos, los cócteles molotov y los cócteles a secas. El protagonista es un pistolero vestido de negro apodado El Topo para el cual se habría inspirado en las figuras antagónicas de los rabinos, El Zorro y Elvis Presley (Jodorowsky dixit). El Topo entra en escena a lomos de un caballo, en compañía de un niño desnudo (su primogénito: Caín), a través de un desierto desolador. A continuación acabará con un tiránico coronel y sus secuaces, se enfrentará a los 4 Maestros del Revólver, vivirá como un asceta en una caverna y regresará al mundo convertido en payaso callejero en compañía de una mujer enana, que será la madre de su segundo hijo. En la recta final de este vía crucis, librará una ciudad más de sus opresores y se inmolará a lo bonzo. El Topo es una película rodada en completa libertad, sin riendas ni freno ni mesura ni nada que se le parezca. Jodorowsky explora las posibilidades poéticas, simbólicas y metafísicas del cine apelando continuamente a un expediente fácil -¡el genio!- para justificar ese mundo creativo suyo, entre lo audaz y lo ingenuo, lo ridículo y lo sublime. La película ha soportado mal la prueba del tiempo pero Jodorowsky, inmune al desaliento, decidió ahondar en esa veta y escribió una "secuela espiritual" que quiso llevar a la pantalla infructuosamente.

Se cuenta que en distintas fases del proyecto involucró a Alfonso Arau (que interpretaba a un bandido en el film original), David Lynch, Marilyn Manson y a unos potentados rusos. En 2009 se anunció el inminente rodaje de Los hijos del Topo, pero la cosa no pasó de ahí, y Jodorowsky reconvirtió la película en un cómic. (Aquí, entre nosotros, creo que hemos salido ganando). A pesar de los pesares, a pesar de él mismo, Jodorowsky me parece un personaje curioso, incluso interesante, y sus ficciones ganan enteros cuando otros sujetan las riendas del loco caballo de su fantasía. El cómic Los hijos del Topo -el sello Reservoir Books acaba de publicar el primer volumen: Caín- es sin discusión un trabajo más estimulante y contundente que el film que lo inspira. Caín retoma el hilo de la narración repitiendo en las primeras páginas los últimos acontecimientos de la película, mejorados gracias al extraordinario trabajo gráfico del mexicano José Ladrönn; los dibujos de Ladrönn hacen gala de una fuerza expresiva muy superior a la de los fotogramas de antaño.

El cómic habla del Topo como de "un bandido que abriendo las puertas de su corazón se convirtió en un santo". En el cómic, antes de inmolarse, El Topo provoca un cataclismo "que convirtió al país en una costra de tierra árida"; la mujer enana le da un segundo hijo, al que llama Abel, y para evitar que su primogénito asesiné al pequeño, lo estigmatiza y condena a cabalgar por el mundo ignorado por todos: la gente aparta la vista al paso de Caín, nadie le dirige la palabra. Años después, Abel se gana la vida con un espectáculo de títeres junto a su madre, en una tierra donde rige la ley del más fuerte. A la muerte de ella, Abel llama a Caín para que lo ayude a trasladar su cadáver hasta la tumba del padre, que se ha convertido en un lugar de peregrinación; allí donde fuera enterrado El Topo han brotado siete menhires de oro, que despiertan la codicia de una turbamulta post-apocalíptica. El viaje ha de hacerse a través de un territorio plagado de peligros.

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