¡Por todos los demonios!
'Hellboy' (Debolsillo) relata los orígenes de este singular personaje que ha llegado al cine, un demonio invocado para hacer el mal que acaba haciendo el bien



El género fantástico es zona de tránsito. Unas veces es un conciudadano nuestro quien traspasa el umbral que lleva al más allá; otras, algún ex conciudadano hace el camino de regreso en la forma de espíritu o espanto. En el género, suele ser bastante habitual que un mortal coquetee con fuerzas oscuras, obscenas y obtusas, y abra puertas que debieran permanecer cerradas, e invite a criaturas de otros mundos a darse un garbeo por nuestro barrio. En ciertas ocasiones, las menos, nadie responde a esta llamada; en otras, las más, alguna aberración, quimera o engendro innombrable acepta la invitación, se instala en casa, y se niega a marcharse por las buenas.
A partir de estos planteamientos, si no infinitas, las variaciones son numerosas. Con Hellboy, Mike Mignola propuso una revisión, casi un vuelco, un trastorno, una perturbación de este esquema básico.
En Semilla de destrucción (1994), Mignola cuenta el nacimiento de su criatura. En vísperas de la Nochebuena de 1944, un comando enviado por el Tercer Reich desembarca en las costas escocesas con la misión de invocar a un ser de las profundidades; Hitler está perdiendo la guerra, necesita refuerzos urgentemente y ha de buscarlos donde encarte. Sin embargo, las fuerzas aliadas, al corriente de los movimientos de dicho comando, interceptan al enviado del infierno, una especie de demonio en edad infantil, y en vez de ondear la bandera con la esvástica, Hellboy será reclutado por la AIDP (Agencia de Investigación y Defensa de lo Paranormal), con sede en los Estados Unidos. Andando el tiempo, se convertirá en uno de los agentes estrella de la agencia. El aspecto del personaje es llamativo e inconfundible.
Cincuenta años después, Hellboy es un mozarrón musculoso, de piel rojo sangre, con un par de cuernos segados en su misma raíz y una cola juguetona. Tiene un brazo de piedra de tamaño desproporcionado y un humor, pues sí, de mil demonios. Cuando se enfada, lo hace con todo el alma (Mignola confesó haberse inspirado en su propio padre para darle carácter).
En Semilla de destrucción y Despierta al demonio (1996), ambas aventuras reunidas ahora por el sello Debolsillo en un único volumen, Hellboy deberá rendir cuentas con sus orígenes.
Aquella noche de 1944, el maestro de ceremonias fue el mismísimo Rasputín, un personaje arrancado a las páginas de Historia y convertido en personificación del Mal (¿Una sugerencia de las "desgracias" que vienen de Rusia? Hum…). En Semilla de destrucción, Rasputín devuelve a la vida un monstruo abismal, un amorfo amasijo de tentáculos, digno heredero de los inframundos de H. P. Lovecraft. Con ese titán de su lado, intentará desencadenar el Caos, pero Hellboy da al traste con sus planes, eliminando incluso el cuerpo físico del pérfido Rasputín, quien reaparecerá en forma de espectro en Despierta al demonio con la pretensión de resucitar a una legión de vampiros.
El cómic de superhéroes, al que cabría adscribir Hellboy, trabaja constantemente con el tema de la diferencia. El héroe con superpoderes, más que un elegido, es un error, una anomalía, alguien espantable. Entre éstos, ninguno tan extravagante como Hellboy, una contradicción andante, un diablo invocado para revalidar el Apocalipsis y que acabará encabezando los ejércitos que lo combaten.
En sí mismo, el cómic es un conjuro del imaginario pulp sin pretensiones paródicas y una invocación de esa mirada de niño imprescindible para saborear un racimo de fantasías, unas uvas tan agradecidas en edad temprana, y también tardía, pardiez, como éstas. El propio Mike Mignola ha puesto las cartas boca arriba desde el principio. "Hellboy es un condensado de todas las historias con las que crecí; la literatura fantástica europea, Drácula, los superhéroes estúpidos de los pulp americanos, los científicos locos, las películas extranjeras de serie B, los filmes de monstruos, etc.", declaró.
Nadie debiera llamarse a engaño. Semilla de destrucción ostenta esta dedicatoria: "Para Jack Kirby, H. P. Lovecraft, mi querida esposa Christine y el fabuloso Elmer Newton", y Despierta al demonio luce esta otra: "Para Drácula y todos los otros vampiros que me han gustado". Una vez más, la labor gráfica (esencial, eficaz, suficiente) trasciende las limitaciones de unos libretos cuya única pretensión es entretener echando mano de una imaginería muy atractiva. Un aspecto interesante: la manera en que Mike Mignola hunde a sus personajes en fondos negros que son como pozos de tinta, telones expresionistas, simas infernales.
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