Balance

Calidad y variedad para un Festival de la Guitarra de Córdoba (casi) normal

  • El certamen regresa con fuerza 'superada' la pandemia a la espera de reabrir más fronteras

  • Sara Baras, Coque Malla y Guitarricadelafuente agotaron las entradas y otros rozaron el lleno

El público de la Axerquía, entregado a La M.O.D.A., en el concierto del pasado viernes.

El público de la Axerquía, entregado a La M.O.D.A., en el concierto del pasado viernes. / Juan Ayala

Nueve jornadas, más de 25 conciertos y un puñado de actividades paralelas de las que verdaderamente suman han dado forma este año a un Festival de la Guitarra de Córdoba (casi) normal, en un regreso con fuerza tras dos años golpeado -en mayor o menor medida- por la pandemia del Covid. Con una programación variada y de muchísima calidad, a pesar de la baja de un Alan Parsons que debía poner el broche final el pasado sábado, es difícil poner un pero a esta edición número 41 del certamen, sin duda una de las más brillantes y redondas, al menos de sus tiempos más recientes.

Como ya advirtió el alcalde, José María Bellido, en la previa, durante la presentación de la muestra Guitarras con Ñ que ha dado visibilidad al Festival desde el Bulevar de Gran Capitán, el único debe -y no achacable del todo al menos a la organización- ha estado en la falta de más artistas internacionales, pues "algunas giras no han podido aún retomarse". Con todo, la presencia de John Scofield, Al Di Meola o incluso un Andrés Calamaro que ya es casi de la familia ha enriquecido y dado un sabor diferente a esta cita clásica con las seis cuerdas que da color y calor (aunque esto suele no ser necesario) al arranque de julio.

Un certamen que ha sabido diversificarse y abrirse a todos los públicos y estilos, y que desde semanas antes de su puesta en marcha ya colgó el cartel de no hay billetes en tres espectáculos con nombre propio tan diferentes como el Alma de Sara Baras –el toque de baile de cada año–; el sabor añejo de todo un veterano de los escenarios como Coque Malla, que recuperó éxitos de Los Ronaldos para alegría de sus fans, y la savia emergente de un Guitarricadelafuente que llenó el Gran Teatro de jóvenes, la mayoría mujeres

Con todo, es quizás ahí, en la afluencia, donde hay más lugar para la crítica, dado que es difícil comprender cómo conciertos de tanto nivel, con grupos que llenan salas gigantescas en toda España, se han quedado con casi la mitad del papel en las taquillas, sin vender. Pero eso da para otro debate más extenso e intenso, sin duda, pues no es exclusivo del Festival de la Guitarra.

Lo que sí atañe al certamen es la configuración de una programación que ha recuperado toda la oferta formativa, perdida durante los dos años más duros de la crisis sanitaria del coronavirus, y que ha sabido salirse de los enclaves habituales (Gran Teatro, Teatro Góngora y Teatro de la Axerquía) para llegar a otros con encanto como el Patio de los Naranjos, el Museo Arqueológico, la Casa Árabe, la Casa de las Campanas, la Posada del Potro, el Palacio de Orive, la plaza de San Agustín o el Palacio de Viana.

Además de diseñar nueve jornadas de enorme calidad artística. Porque si el arranque ya fue mágico, con la presencia de los cordobeses Medina Azahara tras la inauguración a cargo de Sara Baras, esos primeros días mantuvieron un nivel altísimo con la irrupción, esta vez sí tras la cancelación del pasado año, de Calamaro, y las versiones intimistas de Juan Perro y Coque Malla. Y para el cierre, además del reconocido Al Di Meola, las bandas, cada una con su estilo, de Califato 3/4, Tanxugueiras, Muchachito Bombo Infierno y La Maravillosa Orquesta Del Alcohol (MODA) para dejar un regusto tan dulce que quien más y quien menos ya piensa en cuál será el cartel del próximo año.

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