Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
Libertadores de américa Premio de ensayo para un historiador argentino
Francisco de Miranda (1750-1816) tiene 20 años cuando llega a España. Manuel Belgrano (1770-1820) y Bernardo O'Higgins (1783-1830), llegan con 16; Simón Bolívar tenía 15 años cuando a bordo del San Ildefonso, sorteando a los ingleses que habían bloqueado La Habana, arriba al puerto cántabro de Santoña. José de San Martín (1778-1850) fue el más precoz por imperativo categórico: con seis años llegó con su familia al muelle de Cádiz.
Niños, adolescentes, estos cinco magníficos se convertirán con el tiempo en libertadores de América, artífices de las independencias cuyo bicentenario como un castillo de naipes ahora celebran esos países. Son los protagonistas del libro Libertadores de América. Aquellos gloriosos sudacas, con el que Felipe Pigna (Mercedes, Buenos Aires, 1959) ha obtenido el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos.
Regresan a sus países de origen para enfrentarse a la patria que los había formado. "Sevilla fue el detonante. Aquí empezó todo", dice Pigna. "La caída de la Junta Central en Sevilla era la noticia que allí se estaba esperando para iniciar la revolución que concluye con la batalla de Ayacucho".
España los formó. "Unen a la formación militar la formación política. Tenemos un concepto un poco devaluado del militar". Pigna retrata a unos militares cultivados, audaces. "Renunciaron a una vida plácida, en particular Bolívar, que pertenecía a una familia de lo que en Venezuela llamaban mantuanos: hacendados, terratenientes".
"No hay en ellos un odio a España", dice el autor, "todo lo contrario, hay una admiración por la España ilustrada, la del Quijote y de Lope de Vega. Esa España contradictoria en la que conviven un monarca filoabsolutista, ministros liberales y una Iglesia retrógada. Son más deudores de Jovellanos, Olavide o Floridablanca que de los pensadores franceses. Se definen a sí mismos como "españoles americanos". España quedaba muy lejos de ser una mala palabra".
Son cinco aventuras apasionantes. La más novelesca le parece la del menos conocido, Francisco de Miranda. "Es el que los reúne a todos. En su casa de Londres se ponen las bases de la independencia latinoamericana, con una intuición formidable sobre la decadencia de España y el avance francés. Miranda vivió la Revolución Francesa y es el único americano cuyo nombre figura en el Arco del Triunfo de París". Es el que concibe el proyecto de la Gran Colombia, el sueño territorial desde el Mississippi -Río Bravo cuando Estados Unidos invade México- hasta Tierra de Fuego.
Al chileno O'Higgins le dedicó un bello poema Pablo Neruda y Manuel Belgrano estudió en Valladolid y Salamanca. "En el momento más decisivo de su vida, en la batalla de Salta, estaba traduciendo del inglés la despedida de Washington del pueblo de los Estados Unidos".
Bolívar, caraqueño, se enamoró en España de una madrileña. José de San Martín, cuyo brazo sigue sin ser repuesto en la calle Torneo por quienes ignoran su biografía, era hijo de castellanos viejos y acaudilló la causa de americanos jóvenes. Se adelantó al Julio Verne de Un capitán de quince años. En España peleó en Orán a las órdenes del teniente Daoiz; participó en la derrota extremeña del mariscal Soult y Carlos IV lo ascendió en Aranjuez.
Los libertadores, con brillantes excepciones como El general en su laberinto, viaje "a lo Conrad" de Bolívar camino de la muerte, gozan de menor predicamento literario que los tiranos. Éstos, dice Pigna citando Yo, el Supremo de Roa Bastos, están más vinculados al realismo mágico. Bolívar y San Martín tenían los pies en el suelo o en los estribos de sus caballos: convivieron con la magia del realismo, contrapunto del sueño de la Gran Colombia de Miranda.
El subtítulo de su libro lo justifica el historiador argentino "porque a los cinco hoy se les llamaría sudacas". Pese a ser europeos finos que conspiraron en Londres, que leían a Napoleón como personajes de Stendhal y empezaron a hablar de conceptos como la educación femenina, el fomento de la industria o la rotación de cultivos, que Pigna atribuye a Belgrano, primer economista argentino y pionero de la ecología.
Igual ellos pusieron hace dos siglos los cimientos de los mecanismos de defensa de ese subcontinente, "único territorio del mundo donde a lo largo de tantos kilómetros se habla el mismo idioma". Una salud de la que es exponente el rescate de los mineros chilenos. "Frente al desastre mundial de septiembre de 2008", dice el autor de Libertadores, "América Latina lo sorteó bien. Aprendimos a no aplicar las recetas del fracaso que algunos países de Europa han seguido a rajatabla, los consejos del Fondo Monetario Internacional. En los últimos cinco años por primera vez en 500 bajaron las tasas de pobreza y mortalidad infantil".
Nadie asocia la Copa Libertadores de fútbol con estos héroes de ida y vuelta. "Se llamó Toyota Libertadores y ahora es Santander Libertadores". Por Botín, no por Santoña. Pigna, apellido del Piamonte, es de Independiente. "Soy coherente". De Avellaneda.
También te puede interesar
Lo último
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
No hay comentarios