Cultura

Desangelada despedida y cierre

  • El mexicano Oliver Godoy protagonizó los mejores momentos de la novillada de ayer en Los Califas al mostrar un valor seco y sincero · El cordobés Ignacio González se topó con un lote muy deslucido

Desangelado resultó el broche de la temporada en el coso de los Califas. El pobre juego de los novillos lidiados en la tarde de ayer en la plaza cordobesa dió al traste con un festejo que no tuvo respuesta en los tendidos. Mucho cemento y por lo tanto muy poca calor tuvieron los espadas actuantes. Si a esto unimos como ha quedado dicho el juego del ganado, los novilleros demasiado hicieron en matar el encierro con decoro. El lucimiento fue empresa imposible, pues ya se sabe cuando falla la materia prima la fiesta pierde todo su sentido.

Abría plaza el novillero sevillano Joselito Villalba, que intentó toda la tarde torear muy despacio, cosa mas que apreciable, pero también hay que decir que lo hizo sin apreturas, citando siempre descruzado, al hilo del pitón y con mínima exposición. Mejor en su primero, un novillo de Corbacho Grande que a la postre resultó el mejor del encierro, aunque soso. Destacó en el torero fundamental, especialmente en los primeros compases del trasteo donde corrió la mano con gusto al torear por el lado derecho. Desarmado cuando intentó el torero al natural bajando la faena el diapasón. Volvió al pitón derecho pero el novillo ya se había desfondado por completo. En su segundo, un bonito berrendo en cárdeno carbonero, no supo en ningún momento acertar en la distancia y aquello resultó insulso, largo y pesado.

Gustó en su presentación el mexicano Oliver Godoy. Valiente sin trampa ni cartón. Estuvo muy por encima de su lote, entresacando muletazos de mucho mérito en ambos. Siempre cruzado, buscando el pitón contrario y con mucha firmeza estuvo en su primero, un novillo soso imprevisible de comportamiento. En su segundo, un animal que se quedaba corto y siempre a la defensiva, volvió a mostrar las mismas credenciales de la firmeza y un valor a prueba de bombas.

Ignacio González se topo con dos novillos que no dieron ninguna facilidad. Sólo pudo estar digno y valiente en ambos. Algo más se prestó su primero y alcanzó sus mejores cotas. En el sexto, manso de libro, demasiado hizo con matarlo de forma decorosa.

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