Brasil entra en competición con un relato de amor homosexual

64º festival internacional de berlín 3 Alemania y Grecia también están presentes

Un socorrista que no puede evitar la muerte de un hombre protagoniza la historia de 'Praia do futuro'

Clemens Schick, Wagner Moura y Jesuita Barbosa, protagonistas de 'Praia do futuro'.
Clemens Schick, Wagner Moura y Jesuita Barbosa, protagonistas de 'Praia do futuro'.
Gemma Casadevall (Efe) Berlín

12 de febrero 2014 - 05:00

Brasil entró ayer en competición en una Berlinale de sobredimensionada presencia alemana con Praia do futuro, una historia de amor homosexual y desarraigo que arranca en Fortaleza y deriva en Berlín.

De la playa brasileña y las exhibiciones de cuerpos con aires de calendario gay al cielo sobre Berlín a lo Wim Wenders: estos son los escenarios del filme de Karim Aïnouz, con un socorrista (Wagner Moura) al que un día se le queda ahogado entre las aguas un motorista alemán.

"He adoptado algo de la lección de coraje que nos dejó (Rainer Werner) Fassbinder. El miedo que nos paraliza, contrapuesto al coraje que necesitamos para vencerlo y mirar hacia adelante", explicó Ainouz sobre su filme, uno de los 20 aspirantes a los Osos de Oro.

Un motorista muere ahogado y el amigo que le sobrevive (Clemens Schick) se convertirá en el motivo que arranca al socorrista de su playa y le convertirá en submarinista limpiador de acuarios gigantes en Berlín.

Es una historia de amor "que no se queda solo en eso, sino que también plantea los miedos de quien se arriesga a vivir en un entorno que no es el suyo", añadió Moura acerca de ese inmigrante brasileño perdido por las calles de Berlín.

El tema parece ser la añoranza del inmigrante de una playa salpicada de parques eólicos y contenedores industriales, pero como las apariencias engañan (sobre todo en cine), el eje acabará siendo el hermano menor que dejó en Fortaleza.

Aïnouz reside en Berlín, Wagner es un viejo conocido de la casa (volvía al festival tras su papel en Tropa de elite, Oso de Oro en 2008) y su película es "tan de Berlín como de Fortaleza, las dos ciudades que más amo", explicó el realizador.

A caballo entre Brasil y Alemania, Praia do futuro compartió jornada con Zwischen Welten (Inbettween Worlds), cuarta representante del cine alemán a concurso, dirigida por Feo Aladag. El escenario es ahora Afganistán y su protagonista, un buen soldado, en la guerra equivocada: es decir, un alemán de las tropas internacionales, ISAF.

Aladag coloca a Ronald Zehrfeld (uno de los protagonistas del romántico filme sobre Schiller, Die geliebte Schwester, asimismo a concurso) en un recital de dilemas morales, estacionado en la misma zona donde murió su hermano en un atentado.

El filme es un catálogo de buenas intenciones, en el que cada frase del soldado o su intérprete (Mohsin Ahmady) pretende aleccionar sobre los desatinos de la guerra, la injusticia del mundo o cómo percibe la población afgana al teórico aliado.

La inclusión por parte del director de la Berlinale, Dieter Kosslick, de cuatro representantes alemanes (sin olvidar otras seis coproducciones con participación germana, del total de 20 aspirantes al Oso) se interpreta casi como abusiva en un festival que se denomina internacional.

Completó la jornada Stratos, uno de esos filmes que el único momento placentero que proporcionan es cuando suena la música del final, tras 137 tortuosos minutos en los que todo lo que discurre ante los ojos del espectador es puro negativismo, un mundo sórdido donde no se cruzará una mala sonrisa.

Su director, Yannis Economides, refleja a través de Stratos (un hombre enjuto que alterna el trabajo amasando croissants en una panadería con el de asesino a sueldo) la decrepitud de una sociedad, la griega, que ha renunciado a todos los principios.

Kosslick incluyó esta película a competición con el argumento de que retrata a una sociedad depauperada por la crisis.

El paisaje en que se desenvuelve Stratos (Vangelis Mourikis) es un extrarradio semidesierto, como si apenas quedaran ahí un par de familias, donde los hierbajos empiezan a aflorar en las comisuras del asfalto o junto a los postes telefónicos. Es un mundo sin escrúpulos, alrededor de una trama entre matones y una madre de familia convertida en prostituta, que desemboca en esa música final, ciertamente agradable, como si el director pretendiera disculparse por ese entorno tan atroz que mostró.

stats