"Al-Ándalus no es la historia de los árabes; es la historia de los españoles"
El fundador de Almuzara y ex ministro acaba de publicar 'El arquitecto de Tombuctú', una novela que bucea en las pasiones y el legado del granadino Es Saheli, poeta y padre de la arquitectura sudanesa


En su aventura editorial, el ex ministro de Trabajo manifiesta un ánimo entusiasta libre de toda atadura política. Al frente de Almuzara, Manuel Pimentel ha divulgado el patrimonio cultural de Andalucía sin menoscabo de otras empresas. "Intentando ser todo lo universales que nos dejen ser", puntualiza. Su sexto parto novelístico es El arquitecto de Tombuctú (Umbriel Editores), el rescate del granadino Es Saheli , un genio medieval "similar a León el Africano pero prácticamente desconocido", explica. Su legado poético y arquitectónico y su "fascinante" vida de bohemio han cautivado al escritor y a los lectores. Con 10.000 ejemplares en la calle está a punto de salir la segunda edición.
-¿Cómo dio con el personaje de Es Saheli, protagonista de su libro?
-Por casualidad. En mi primer viaje a Tombuctú quedé fascinado por su arquitectura, muy espiritual y original, que da carácter a toda el África subsahariana. Se llama arte sudanés y resulta que lo había creado un arquitecto andaluz, uno de los diez más famosos de todos los tiempos y que apenas conocíamos. Indagué en su vida y me encontré con una historia apasionante.
-¿Qué le fascinó de su biografía?
-Desde muy joven destacó en Granada como poeta, hizo una carrera como notario de la alcaicería, llegó a trabajar en la Chancillería de la Alhambra pero, como tantos poetas, tenía una sensibilidad especial y una gran inestabilidad. Era capaz de estar en el cielo y en el infierno. La afición a la bohemia, a las noches de vino, mujeres y drogas hizo que los propios nazaríes le exiliaran de Granada e iniciara una deriva personal por el norte de África hasta que vuelve a brillar en El Cairo. En La Meca conoce al gran emperador negro que le lleva a Tombuctú, donde sigue siendo poeta pero esta vez con el barro. Allí construye la mezquita y otros muchos palacios que son los que han dado personalidad al sur del Sáhara.
-¿Cuánto tiene de historia y cuánto de ficción?
-Me he ceñido bastante a la parte histórica, pero como escritor he buceado en su evolución personal y en esos sentimientos complejos y atormentados. Lo que más me fascinó fue su evolución de caminante, que se refleja en sus poemas. Tiene una etapa sensual como Andalucía, muy sensorial, y a lo largo de África emprende un camino espiritual. La novela histórica suele tener cierta aceptación porque te embulle de una realidad histórica pero al mismo tiempo compartes pasiones y emociones.
-¿Qué poso ha dejado en usted acceder a su vida?
-El deseo de trascendencia y la filosofía del caminante. Es Saheli predica que la vida es un camino que tiene, necesariamente, días soleados y nublados. Me gusta la filosofía de saber que la felicidad posible no es la meta sino el placer cotidiano de lo que cada etapa del camino te proporciona.
-A pesar del legado que brindó, su figura sigue siendo desconocida. ¿A qué lo atribuye?
-Con León el Africano pasó algo similar: era desconocido hasta que Amin Maalouf lo sacó a la palestra. La novela tiene la virtud de rescatar a personajes del cenáculo académico para llevarlos al gran público. En España hay una parte de la historia que nos han enseñado menos, la de Al-Ándalus. Pero Al-Ándalus no es la historia de los árabes; es la historia de los españoles. Es Saheli era un genio. Cuando el emperador le encarga la mezquita él era poeta, pero conocía perfectamente la arquitectura andaluza, la mameluca, la de El Cairo, Bagdad, Damasco... Supo captar el espíritu animista de la tierra y llevarlo al barro. Es lo que le dio la genialidad. Sus obras tienen una fuerza increíble. Ha influido en Barceló y Gaudí, y en otros muchos porque su estilo es puro .
-Usted es un gran conocedor de la inmensidad del Sáhara. ¿Qué le seduce de él?
-La sensación de vacío. En el desierto se dice que el Sáhara es el jardín favorito de Alá porque lo despojó de toda vida para poder pasear en paz. Cuando llevas días recorriendo el desierto te has vaciado casi de pensamiento.
-¿Cómo sobrevive un grupo joven como Almuzara a tiempos tan precarios para la cultura?
-Sacando libros que vendan. Nosotros, como muchas empresas, nos estamos apretando el cinturón. La mercancía del libro no es la de un objeto cualquiera. Es mucho más, tiene un componente sentimental y espiritual. Hasta ahora hemos crecido a base de ventas, sin otra ayuda especial. Tenemos además una colección de pensamiento político desde la libertad. Estamos acostumbrados a que los sellos tengan su propia argumentación política. Nosotros no. Eso nos da cierta heterodoxia.
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