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Una transición del miedo a la ambición (0-0)

  • El Córdoba rompe su serie de derrotas en casa con un insuficiente empate ante un rival timorato al que tardó en ir a buscar. El excesivo respeto entre ambos sólo lo rompieron los blanquiverdes en rachas de la segunda mitad.

Tras seis derrotas consecutivas, salir de El Arcángel con un punto en el bolsillo ya es bueno. Más todavía cuando tras muchos meses, el Córdoba por fin se pareció en algo a un equipo que juega como equipo. Ordenado y con la premisa principal de defender el cero en la puerta propia, el conjunto de José Luis Oltra tardó demasiado en ir en a buscar a un Tenerife que llegó con la única intención de no cometer un error que facilitara la transición rápida local. Así, el primer tiempo se esfumó con la bandera blanca izada por ambos equipos y con una jugada para la polémica: un gol mal anulado a los chicharreros tras una nueva pifia de Razak en un balón aéreo. Por suerte, tras el descanso, por fin los blanquiverdes se percartaron de que para ganar había que dar un paso más y acumularon un buen número de llegadas que en cualquier otro encuentro hubieran bastado para vencer. Pero esta vez la pelota no entró, bien por el desacierto propio, bien por el buen hacer de la zaga visitante para cerrar un empate sin goles insuficiente sobre todo para el CCF por aquello de su mayor aspiración de salida y esa carrera de fondo en la que se mantiene por pelear por el ascenso a Primera División de la que aún quedan capítulos por escribir.

A estas alturas de la temporada, el Córdoba ya sabe que puntuar no es del todo malo. Otra cosa es que sea suficiente. Y con esa premisa afrontó el partido, sabedor de que dispone de argumentos ofensivos suficientes como para, sin hacer mucho, inclinar la balanza de su lado. No piensen que es circunstancial, pues es lo que ya se vio en Huesca y lo que se verá de aquí en adelante. Porque todo empieza en dejar inmaculada la portería. El problema viene cuando la pólvora se seca o el rival de turno toma mayores precauciones aún para no fallar, para no facilitar la aparición del contragolpe mortal blanquiverde. Eso dibuja situaciones como la primera parte de ayer, en la que el balón apenas si rondó ambas áreas, en la que tras pérdida tocaba intensivo repliegue y minimizar los espacios, algo a lo que ayudó considerablemente el pésimo arbitraje de Pérez Pallas, que con sus continuas interrupciones facilitó la colocación de las líneas del contrario. Si a todo eso se suma un terreno de juego seco y lento, y la mella lógica por el calor, ya se pueden imaginar el tostón.

Con todo, hubo opciones para abrir el choque y cambiar el guión original. Pero faltó el acierto. No lo tuvo Pedro Ríos para dirigir a portería un envío de Cisma, junto a un centro lateral de Fidel que no encontró ni la cabeza de Xisco ni el pie a la carrera de Florin lo más destacado en ataque de los blanquiverdes hasta el descanso. Y ya fue mucho. Porque el Tenerife, con un ritmo lento marcado por Vitolo, vio aún menos el área local. Su intención era defenderse a través de posesiones largas, pero con un número de imprecisiones elevado resultó imposible. Con todo, avisó con un pase largo que no supo picar Lozano ante Razak y, sobre todo, con una falta lateral que el meta ghanés se comió ante el salto con Carlos Ruiz y el punta hondureño, y terminó en gol; el asistente levantó la bandera y el árbitro, sin saber si pitaba un fuera de juego inexistente o una falta que tampoco hubo le hizo caso para anular el tanto y llevar el partido al descanso con todo por decidir.

El miedo había marcado el primer acto. Pero agobiado por sus números en casa y por la falta de maldad mostrada por el enemigo, el Córdoba se vio obligado a iniciar una transición hacia la ambición que se le debe exigir a todo aspirante a lo máximo. Lo hizo bien, pero con matices como la falta de continuidad y, fundamentalmente, la pérdida del acierto que siempre le ha acompañado. Fidel inició la primera fase de acoso y derribo. Un envío del onubense al que no pudo dar continuidad Florin en el primer palo, una volea alta de Luso en la continuación, un nuevo remate del pivote bien resuelto por Roberto tras una falta lateral y otros dos remates desviados del rumano sirvieron de carta de presentación. Parecía que era la hora de dar el golpe a un Tenerife que salvo en un tiro desde la frontal de Nano que Razak se quitó de encima seguía sin mirar al frente. Los insulares tocaban y tocaban en la zona ancha, pero ni siquiera se atrevían a disparar desde fuera.

Con un cuarto de partido por jugar, ambos técnicos buscaron en el banquillo refresco en su última línea, conscientes de que el cansancio es propicio para la llegada de los errores. El Tenerife siguió afanado en mantener posesión para no fallar -sólo Nano lo intentó encontrando a Razak- y el Córdoba volvió a la carga en un último intento por romper la igualada. Faltaba fútbol, pero había espacios. Pineda lo intentó de salida con un zurdazo mordido que despejó in extremis Carlos Ruiz, luego determinante para abortar la ocasión más clara del choque: Ríos recogió un balón en el segundo palo, superó a Roberto por bajo y el zaguero lo sacó en la misma línea de meta. Quedaba cada vez menos, aunque aún así Florin volvió a tener un remate forzado que tampoco halló portería, en lo que fue la última llegada con ideas un CCF al que le faltó dejar a un lado parte de ese orden que ya ha bloqueado su portería para acabar con un enemigo tremendamente tímido.

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