La maravillosa rutina de ganar

GRECIA | ESPAÑa · la crónica

Pleno España totaliza los nueve puntos de la primera fase después de darle la vuelta al marcador ante una Grecia claramente inferior Gol final Güiza le puso la firma al triunfo después de un sinfín de oportunidades para los españoles

Dani Güiza, tras anotar el tanto de la victoria española ante los griegos.
Dani Güiza, tras anotar el tanto de la victoria española ante los griegos.
Francisco José Ortega

19 de junio 2008 - 05:02

Mejor así, sin duda. España ha convertido en rutina la satisfacción de ganar los partidos y eso jamás es negativo en un campeonato corto. Ayer, para no ser una excepción, los hombres de Luis Aragonés contabilizaron su noveno triunfo consecutivo y eso, esté Italia o quien sea en el horizonte, es un buen aval para que todos se sientan fuertes en tierras austriacas. Ni siquiera el hecho de que Grecia se pusiera por delante en el marcador fue óbice para que no llegara el éxito final, ya que el dominio del segundo periodo llegó a convertirse casi en tiránico hasta que Güiza cazó ese balón de cabeza en los estertores del choque. Fue un resultado justo, incluso corto para los merecimientos de Xabi Alonso y compañía.

Sin embargo, costó trabajo conjugar el deseo con la realidad en el caso de España. Como era previsible, Luis Aragonés había apostado por un once completamente nuevo, con Iniesta como única pieza que repetía titularidad respecto a los dos partidos anteriores, y los apuntes iniciales permitieron aventurar incluso que el espectáculo sería atractivo. El balón circuló rápido, tal vez demasiado rápido, y los españoles, otra vez con muchos jugones en el equipo, movían a los griegos de un lado a otro. Iniesta, Cesc, Xabi Alonso y De la Red se encargaban de las combinaciones dentro un grupo que parecía moverse de manera sincronizada a pesar de que nunca había estado en funcionamiento en un partido oficial.

El problema fue que ese arranque se quedó finalmente en un fulgor que apenas gozaría de continuidad. España se fue desconectando del partido conforme el inglés Webb iba decretando una falta tras otra en las inmediaciones del área que se encargaba de proteger Reina. Las interrupciones eran continuas y de esta manera la selección de Rehhagel se movía bajo los parámetros que la llevaron a ganar la anterior Eurocopa. A falta de otros argumentos futbolísticos, un recurso tan válido como las acciones a balón parado. Con buenos lanzadores y no menos notables rematadores, es una buena manera de llegar hasta el gol y así acabaría por suceder en las postrimerías del primer periodo.

Hasta que llegó ese impecable testarazo de Charisteas, sin embargo, todo se había embarullado paulatinamente. Los deseos de España nada tenían que ver con el resultado final, ya que el balón llegaba en escasas ocasiones hasta Güiza con una mínima ventaja para que éste pudiera sacar algún beneficio. Además, por los costados, Sergio García intervenía poco e Iniesta, el titular, tenía muy claro que ésa no era su guerra, que su margen de riesgo debía ser mínimo con vistas a llegar en perfectas condiciones al domingo, Viena, Italia...

Claro que para eso aún quedan algunos días y el resto de los integrantes del equipo que puso ayer en liza Luis Aragonés no deben disponer de un lugar entre los once elegidos para semejante cita. Eso quiere decir que no existía ninguna excusa para no dejarse hasta la última gota de sudor sobre el irregular césped del estadio de Salzburgo. Seguramente, ése sería el mensaje del veterano seleccionador español cuando se arribó al intermedio, había que apretar aún más si cabe para superar a una selección griega que era claramente inferior en el juego a pesar de su triunfo parcial.

Los discípulos fueron obedientes y le metieron una marcha más si cabe al juego. El balón seguía circulando igual de rápido, aunque la precisión aumentó varios puntos para que Nikopolidis comenzara a sufrir una y otra vez. Ya fue milagroso que un extraordinario disparo de Xabi Alonso se estrellara en el poste en lugar de alojarse en su red, idéntico destino que pudo tener el balón si Güiza y Sergio García hubieran estado acertados en un par de controles que se les presentaron. Pero el empate tenía que caer como una fruta madura y lo hizo a través de un empalme de De la Red que se convirtió en un verdadero obús.

Los suplentes de España habían entendido definitivamente que su cuota de gloria, a la espera de ser requeridos en momentos más trascendentales, estaba allí. Y España comenzó a cercar a Nikopolidis por todos los sitios. Iniesta había dejado su sitio a Cazorla para que se cumpliera el plan preconcebido y desde ese momento ya todos fueron a una. Güiza, otra vez De la Red, Sergio García, de nuevo Güiza en dos ocasiones más... era increíble que no llegara el tanto del triunfo. Hasta que la insistencia tuvo su premio final a través de la testa del jerezano. España ha solventado el trámite de la primera fase, la que lleva al fracaso, con un balance de tres triunfos. Ahora llega el umbral hacia el éxito y sólo es cuestión de no variar un esquema que funciona a la perfección. Sí, esta vez se puede.

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