De la locura a la esquizofrenia (3-3)

Segunda B

Un autogol de Curro Vacas a poco del final impide la victoria de un Lucena que remontó un 0-2 en seis minutos. La primera parte, de lo peor del curso

Germán y Vargas se lamentan tras encajar el 3-3 definitivo.
Cisco López / Lucena

31 de octubre 2011 - 05:02

Si el Lucena se empeña en que su objetivo tiene que ser sólo la permanencia, lo puede pasar mal en una temporada que apenas ha dado sus primeros coletazos. Sin venir a cuento, en las últimas semanas el conjunto celeste se ha convertido en un bloque vulnerable. De un plumazo ha perdido toda la seguridad defensiva que le había empujado a las posiciones de play off, en las que sigue estando a pesar de los dos últimos pinchazos ante rivales directos. Ahora hasta le cuesta crear juego, encontrar el estilo vistoso con el que abrumaba a sus enemigos. Parece que no está cómodo con esa vitola de aspirante a todo que se ha ganado a golpe de victorias. Un sello que en el día de ayer apenas apareció durante un cuarto de hora y que por lo menos le sirvió para salvar un punto en un encuentro al que llegó demasiado tarde. Cuando quiso darse cuenta, estaba dos goles abajo en el marcador y sin capacidad para poner en apuros al Puertollano, un equipo aseado que no tuvo que apretar para verse en esa plácida situación. Se la regalaron. Pero el fútbol tiene cosas inexplicables. Un gol en una jugada embarullada atontó a los manchegos cinco minutos y cuando volvieron iban perdiendo sin saber bien ni cómo ni por qué. El partido cambió de la noche al día y ahora caminaba hacia una goleada local, pero un nuevo despiste atrás selló las tablas definitivas. Un resultado que ninguno de los dos bandos celebró porque se vieron con los tres puntos en el bolsillo. Un resultado que esconde las miserias de dos bandos que sólo supieron jugar en un área, la contraria.

El Lucena encaró el choque con su once de gala, el que ha acumulado alegría tras alegría en el primer cuarto de la competición. Jesús Lanza y Quini volvían tras sus castigos; Javi Lara y Matías Saad se veían de nuevo en el banquillo. Enfrente, el Puertollano dibujaba un 4-2-3-1 con dos pivotes defensivos y libertad de movimientos para sus hombres de arriba. Zúñiga sabía bien dónde jugaba y trató de asfixiar a su oponente con una línea de presión muy adelantada. Que la saquen los defensas, pareció ser el mensaje. Porque Rubén Cuesta y Lanza estaban desaparecidos, sin chispa. No ayudaba mucho tampoco la escasa movilidad de la gente de arriba. Vamos, que la batalla táctica la ganó de calle el cuadro manchego, en un arranque que ya hacía presagiar que el reencuentro con el triunfo no iba a ser nada fácil.

Pero tampoco que las complicaciones se multiplicaran por fallos propios... e impropios de un equipo que está entre los mejores. Poco después de que Rubén Cuesta avisara con un disparo seco que Reguero despejó con apuros, un simple balonazo vertical originó el 0-1. Fran Piera ganó la partida a Obregón y Sergio Castillo, burló a Vargas y abrió la herida. Resultó difícil suturar. Lo intentó un eléctrico Quini con un cabezazo blando a las manos del meta, pero el enfermo optó por la automedicación y entró en estado de shock. Sergio Castillo completó su mala tarde con una pérdida en campo propio y entre Fran Piera y Antonio Moreno combinaron para dejar nuevamente a Vargas con el molde. Fue lo último que hizo el lateral malagueño, que en el descanso dejó su sitio a Germán. Fue el señalado. Entre otras cosas porque el reglamento impide cambiar a once del tirón. Si no, a buen seguro que Falete se lo hubiera planteado. Porque peor difícilmente se pueda jugar.

Atado de pies y manos, el técnico buscó la reacción desde la tranquilidad. Una cosa estaba clara y es que la situación era complicado estropearla más. El Lucena salió con nuevos bríos y por fin consiguió jugar en campo contrario. Sin desplegar todo su fútbol, por lo menos ya era capaz de encontrar a Lanza y Cuesta, arquitectos de su juego ofensivo. Germán pidió penalti en una caída que sólo Hernández Maeso no vio. Algo ya había cambiado, algo que se confirmó con la entrada de Matías. El Puertollano estaba cada vez más incómodo y decidió tirarse unos metros atrás en busca de una contra para sentenciar. Moreno asustó de nuevo con un testarazo que no encontró portería. Zúñiga trataba de que los suyos no bajaran un ápice la intensidad, consciente de que un gol de los locales podía cambiarlo todo.

Y así fue. Tras un par de avisos de Quini, sobre todo un uno contra uno que resolvió Reguero, Matías Saad abrió las puertas de la remontada al desviar dentro una media volea de Sarmiento. Era el minuto 70. Seis después, el Lucena ya estaba por encima. Fue una fase de auténtica locura. El público empujó de lo lindo y el cuadro manchego se fundió. Hugo Díaz, con los espacios que le daba Saad y ese instinto matador del que está haciendo gala esta temporada, igualó con un cabezazo de esos que encienden a los entrenadores del equipo que recibe el gol. En el área pequeña, el balón es del portero. Pero Reguero prefirió cogerlo de la red, dejando cabecear a un jugador de apenas 1,70. Luego, en plena ebullición, se atrevió a salir en busca de un pelotazo que ya había sorprendido a los centrales y sólo pudo coger uvas, pues esta vez Díaz se le anticipó con un remate a lo karateka para dar la vuelta al partido. Ver para creer. El equipo celeste estaba loco. Y más que se volvió cuando un balón sin aparente peligro lo empujó Curro Vacas hacia su portería. Fue el final de un guión esquizofrénico. De película de miedo. ¡Vaya terror de defensas!

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