Una foto de familia para enmarcar
Quien no se enternece mirando la imagen no es humano. El que está en el centro, risueño y con el brazo extendido, buscando el contacto con todos los que le rodean, es Sebastián Balsas. Sí, se trata de ese futbolista que llegó en verano con el cartel de fichaje estelar para un Córdoba en las últimas. Un delantero goleador, buscado -ya hubo algún intento de traerlo meses antes-, bien costeado -su sueldo encabezaba el ranking de nóminas- y presentado en su día como una de las grandes esperanzas de un proyecto humilde, que sólo prometía ilusión. El uruguayo nunca la perdió, a pesar de que solamente intervino en cuatro ratos mal contados y de que su relevancia en los esquemas del equipo era prácticamente nula. En el campo, claro. Porque en el vestuario Balsas fue un crack. No se conocen en los tiempos recientes -ni en los pretéritos- casos similares de sobredosis de sonrisas para una despedida en marcha, que no deja de ser la escenificación de una aventura abortada. Con los números en la mano, el Torero fracasó en el Córdoba. No hizo ni un solo gol oficial con una camiseta que, según dijo, no olvidará jamás. Y hay que creerle. Mírenlo. Resulta difícil explicar que esa imagen es la de un error, la de una relación fallida que prometía mucho y que nunca pasó a mayores. Miren la sonrisa de Juan Luna Eslava, el secretario técnico de un club que apura cada céntimo y recluta jugadores ofreciendo poco dinero y un buen escaparate. Lo de Balsas no salió, pero lo de otros sí. Ahí están todos.
"Me voy por lo que es el fútbol", explicó el uruguayo, aludiendo al gran misterio que alumbra la inexplicable fantasía de este deporte. La alquimia del fútbol puede funcionar aquí y no allá, hoy sí pero no pasado mañana... Quién puede saberlo. Al Córdoba le ruedan ahora las cosas y todo parece bonito. Hasta el prematuro adiós, después de seis meses de intrascendencia sobre el césped, de un delantero extranjero llamado a ser una referencia. Es más que probable que Sebastián Balsas, ahora ya en el Argentinos Juniors, no regrese jamás a la competición española. Pero se ha llevado una lección. "Crecí como persona", confesó en una conferencia de prensa peculiar, sin una gota de acritud ni reproches. Balsas cayó en un grupo afortunado, en el que todos se hacen mejores unos a otros sin pretenderlo, por pura inercia. El chaval podría tener motivos para irse deprimido, dándole vueltas a las razones por las cuales no salió todo como estaba previsto. Y el caso es que se va agradecido, emocionado y sintiéndose con ganas de sacar lo que tiene dentro en otro continente, otro país, otra liga, otro club y otros compañeros. Si les cuenta lo que es el Córdoba, a lo mejor ni le creen. Qué más da. Lo que vivió lo lleva dentro. Igual que todos los que componen la foto que ven en esta página.
Decir que este equipo es irrepetible no es una licencia literaria, sino un hecho cierto. Ya hay jugadores que no estarán dentro de unos meses. Miren a ese joven pelado que anda riéndose en el fondo. Sí, Javi Hervás. El pasado verano no lo conocía nadie y el próximo curso jugará en el Sevilla. Borja, la perla de Vallecas, luce en la tierra de los plateros. Ahí andan también Fuentes y Fernández, dos laterales de la casa, fabricados en el erial de la ciudad deportiva y maduros por pura necesidad tras ser enviados a la guerra del profesionalismo para convertirse en tipos duros. Quizá se marchen algún día o sean los herederos de esos futbolistas que dieron lo mejor de sus carreras al calor de su hogar, como Perico Campos, Ortega o el mismísimo Luna. ¿Y qué me dicen de Gaspar Gálvez? En verano le incluyeron en un expediente de regulación de empleo y se vio con pie y medio en la calle. Teniendo en cuenta que pasa de la treintena y de que la temporada anterior sólo jugó un partido tras una grave lesión... En fin, un panorama francamente inquietante. Y ahí está ahora, imprescindible y jugándolo todo, capitán de la defensa más eficiente del campeonato y baluarte del mejor Córdoba desde hace décadas. Cómo es el fútbol...
No hay comentarios