Córdoba-rayo vallecano · la crónica

La excelencia de la desgana (1-2)

  • El último partido en El Arcángel pareció, por lo visto en el campo y en la grada, más un amistoso de verano que otra cosa. El que más interés puso, y además fue mejor, se llevó los puntos para hundir más al colista.

La perseverancia que el Córdoba está poniendo para que su temporada en Primera sea recordada mucho más de 40 años va camino de dar sus frutos. Pocas veces se ha visto un monumento mayor a la desgana, a todo aquello que debe erradicarse para alcanzar el éxito. En un partido oficial que por la calor y, sobre todo, por el juego y el estado desierto del graderío parecía más un amistoso del mes de agosto que otra cosa, el conjunto blanquiverde sumó una nueva jornada sin ganar y se aseguró el dudoso honor de ser el peor colista de la máxima categoría en las últimas dos décadas. Ahí es nada. Esta vez su verdugo fue un Rayo Vallecano que se limitó a exprimirse lo justito para demostrar que era mejor, lo que condujo a una nueva derrota en casa e impidió que esos deseos intersemanales de regalar una victoria a la afición se convirtieran en realidad. Ya será otra temporada y en otra división, pues esta se extingue, gracias a Dios, sin remisión, aunque a veces parezca que de una forma más lenta de lo que muchos hubieran deseado. Ya queda una última estación para completar el ridículo o, quién sabe, reventar la competición por su parte baja, pues lo mismo eso de hacer piña en el bus recorriendo España de sur a norte y de norte a sur revierte en mejoras espectaculares sobre el verde. 

Como no podía ser de otra forma, si a los propios futbolistas les importa ya más bien poco lo que pase con el Córdoba, esa sensación de dejadez se trasladó también a los aficionados... y al palco. Con la grada desierta y el mandamás viendo el partido por la tele en algún lugar lejos de la calor de Córdoba, Romero por fin se decidió a apostar por los que han mostrado más respeto a los colores blanquiverdes, esos que al menos se han mostrado dolidos por lo que el club ha sufrido durante la campaña de su regreso a la élite. Hombres en lugar de nombres. Basta ya de figuritas que quizás no se hubieran merecido nunca defender este escudo. Si la calidad disminuye, las ganas suben. O al menos eso es lo que se puso en el papel, pues luego sobre el verde la cosa no fue tan bonita. Cero en intensidad y con pocas armas para desmontar a un Rayo que venía jugándose Europa, aunque a decir verdad sin la más mínima intención de matarse por los tres puntos. 

Sin embargo, eso ya le bastaba para ser mejor, para dar más sensación de peligro de la que podía dar un Córdoba incapaz de hilvanar tres pases con criterio que se ahogaba cuando podía pisar área. Si a ese mal endémico se une esa incapacidad para mantener la fortaleza atrás, para no regalar nada al enemigo, la ecuación difícilmente dé un resultado apetecible. Sin embargo, en esta ocasión jugó a favor que el Rayo no mostró nada de esa mordiente, de ese espíritu valiente y competitivo que suele caracterizar a los bloques de Paco. Deivid regaló una contra de libro a Miku que Bueno no culminó por entretenerse más de la cuenta a la hora de armar el disparo; no falló poco después Baena tras el regalo de Saizar. Ese tanto abrió el partido, que pasó a jugarse más cerca de las áreas, en un duelo de ida y vuelta. Vico se topó con el poste tras una buena acción de Florin y, ya camino del descanso, el rumano, Fidel y Borja no supieron dar lustre a una contra que no obligó a intervenir ni a Toño. Eso fue lo más destacado en ataque de los locales, al margen de varios balones sin sentido ni orientación de Gunino y Edimar al área desde los costados; el Rayo, por su parte, perdonó más de una vez en claras llegadas al área en las que el exceso de adorno impidió hasta remates francos. 

La segunda mitad fue más de lo mismo. El Rayo seguía mandando, entrando por los costados ante la dejadez, evidente, en muchas acciones de los jugadores locales. Fidel no siguió a Insúa y Saizar metió la mano para mandar a córner; la acción se repitió por el otro palo con Aquino, con idéntica fortuna. Al Córdoba cada vez le costaba más. Sólo los arranques de rabia de Luso o la inercia propia de mandar el balón arriba le permitía pisar el área contraria. Pero si los vallecanos fallaban, más lo hacían los blanquiverdes, empeñados en que a hacer las cosas mal no les gane nadie esta temporada. Con todo, Luso empató con un golazo que dio otro giro al partido. Parecía ahora que podía llegar la remontada, que podía aparecer ese triunfo tantos meses esperado. Florin no supo remachar una contra en la que se hizo un lío y acto seguido llegó el 1-2 de Embarba, en una acción genial dentro del área. Con el Rayo ya temporizando algo más para no verse sorprendido, el debutante Fran Serrano tuvo el empate con un testarazo al larguero y Heldon, ya en el tramo final, también marró una clara oportunidad en la que se encontró con Toño. Ahí acabó todo. El Rayo mira a Europa y el Córdoba, al sótano de una tabla que cierra con números paupérrimos que, por ahora, lo encaminan a tener un sitio guardado en la historia de la Liga. Habrá que ver si la excelencia de la desgana que está mostrando el equipo en las últimas semanas se mantiene en el adiós definitivo a la élite que será en Eibar; mientras tanto, la despedida en casa no pudo dejar un peor sabor de boca...

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