Pablo Villa regresa a Córdoba, a la que ha sido su casa durante este comienzo de año y a la que siempre seguirá ligado el entrenador madrileño. Hoy se pondrá el disfraz de espía, ya que desde este verano es el nuevo ayudante de Unai Emery, que lo recuperó para la causa tras ser destituido el pasado febrero de la entidad cordobesista.

No será un partido cualquiera para el bueno de Pablo, que llega a su casa, a un sitio en el que tiene muy buenos recuerdos y también malos, porque en la vida misma hay siempre de todo. El preparador madrileño forma parte del staff técnico del Sevilla. Emery, su amigo desde que jugaban juntos en el Racing de Ferrol y en el Leganés, no lo dudó ni un segundo. Hoy tendrá el corazón dividido, porque en Córdoba se le aprecia mucho. Su etapa en el conjunto blanquiverde se inició en 2003. Poco a poco, fue haciéndose un hueco en el corazón de los seguidores cordobesistas. Su entrega, a pesar de sus problemas en la rodilla, y su gran sacrificio sobre el terreno de juego acabó por ganarse a todo el cordobesismo. No era un futbolista de una gran calidad, pero derrochaba toda su energía desde que entraba. Moría en el césped con su pundonor, siendo aclamado en numerosas ocasiones por los aficionados cordobesistas. Así, Pablo Villa se convirtió en un ídolo del cordobesismo, una de esas figuras del fútbol que siempre son recordadas por lo mucho que han dado sobre el terreno de juego. Y Villa lo dio todo. Mucho.

Fueron cuatro campañas en las que sufrió el descenso a Segunda B, una catástrofe tras una maravillosa segunda vuelta. El Pucelazo siempre lo recordará Villa, que vio cómo la remontada en la tabla se quedo en nada tras el revés en la penúltima jornada con el Valladolid. Luego, llegaron dos años en la categoría de bronce. Él se quedó, como muchos otros. Y el reto no se consiguió, por lo que el madrileño se fue del equipo. Puso rumbo a Guadalajara, donde jugó sus dos últimos años. Sus problemas en la rodilla fueron una tortura para él.

Pero Pablo Villa se puso el mono de faena y cogió el libreto de entrenador. Tras entrenar a las categorías inferiores del Alcorcón, Pablo Villa puso rumbo a Córdoba para dirigir al filial blanquiverde en Tercera División hace tres temporadas. Era su primera gran experiencia en los banquillos.

El Córdoba B hizo su mejor campaña, consiguiendo su clasificación para disputar la fase de ascenso a Segunda B tras quedar segundo en la Liga regular por detrás del Algeciras. Tras eliminar al Castellón en la primera ronda, el Granada B eliminó a los blanquiverdes. A pesar de la derrota, la afición se volcó con el equipo. Era una gran familia y parte de culpa la tuvo Pablo Villa. En esos momentos, Carlos González vio que el bueno de Pablo era su hombre para dirigir al primer equipo. Él había conseguido con el B que la afición blanquiverde recobrase la ilusión tras un año aciago con el primer equipo.

Tras acabar con la era Esnáider, Villa cogió el mando. Aunque Carlos González empezó a dudar de él, el técnico madrileño demostró que era un gran estudioso de sus rivales. El CCF debutó el ejercicio pasado ganando en casa a la Ponferradina. Un gol en el descuento dejó los tres puntos en casa y Villa lo celebró a lo grande con la grada.

La buena racha se cortó y Pablo empezó a ver negros nubarrones sobre su cabeza. En diciembre, tras perder frente al Real Madrid Castilla, éste estuvo a punto de salir, pero la directiva creyó conveniente que continuase. Y el año no pudo comenzar mejor... Nada más lejos de la realidad, porque una serie de resultados negativos acabaron con la etapa de Pablo Villa en el banquillo cordobesista. Su último duelo al frente del CCF fue ante el Eibar en un día lluvioso y muy triste. Estaba sentenciado. Curiosamente, llegó Ferrer y el Córdoba subió a la élite. Y él no se quedó atrás, porque el Sevilla tiró de él. Hoy Pablo vuelve a El Arcángel, a su casa.