Fútbol Sala | Primera División
  • El jugador balear repasa para 'el Día' sus inicios, su trayectoria y el calvario que ha sufrido los dos últimos años, con los que puso el punto y final a su ciclo en ElPozo Murcia, antes de recalar en la entidad blanquiverde

Miguelín, jugador del Córdoba Futsal: "Estoy en el lugar perfecto para volver a disfrutar"

Miguelín posa para 'el Día' en la calle Cruz Conde. Miguelín posa para 'el Día' en la calle Cruz Conde.

Miguelín posa para 'el Día' en la calle Cruz Conde. / Miguel Ángel Salas

Sereno, tranquilo y muy ilusionado con la nueva etapa que se le presenta en su sobresaliente carrera en el mundo del fútbol sala. Miguel Sayago, conocido como Miguelín, dijo adiós este verano a ElPozo Murcia para comenzar su ciclo en el Córdoba Patrimonio de la Humanidad. Lo hace con ganas de volver a sentirse deportista tras dos años de un continuo calvario entre lesiones y decisiones técnicas. Sabe que el foco estará sobre él, pero le gustan los retos y el de Córdoba "es muy bonito", como dijo en su presentación.

–¿Quién y cómo es Miguelín?

Miguelín, en lo profesional, todo el mundo me reconoce por el acercamiento, por intentar ser cariñoso y amable con la gente. Siempre digo que los aficionados son los realmente importantes en este deporte e intento ser lo más cercano posible. A nivel personal, intento ser un tío humilde, que sabe de dónde ha salido y que ha tenido que luchar mucho para salir del barrio. Por suerte, mi seña de identidad es mi humildad, ser cercano y amable e intentar ser un ejemplo para los más jovencitos y para todos en el día a día. Eso es Miguelín, pero tiene también muchas cosas malas. No le gusta perder, se le hace difícil, complicado e intenta ser diariamente un ganador. Al margen, con la edad, se asimilan muchas derrotas que he tenido en mi carrera. Con el tiempo, llegar a finales o luchar por títulos de Liga, Copa de España, Mundiales o Europeos, ves que es marcar la diferencia, que es difícil llegar ahí a ese posible trono, y he tenido la suerte de vivir mil y una batallas.

–¿Cómo fue el inicio?

–La realidad es que mi caso es un poco curioso. Yo no he jugado a fútbol sala hasta los 16 años. Yo siempre he jugado a fútbol y de repente dejé un año de jugar. Empecé con los amigos, en plan hobby, entrenábamos tres veces por semana en plan colegueo con los amigos, pero al año siguiente me sale un buen año y me sale la opción de ir a Andorra, a un club semiprofesional que todo el mundo tenía trabajo. Económicamente, no era muy bueno, pero mi familia me dijo que si quería cambiar el camino, tenía que vivir de esto y a partir de ahí mi mentalidad cambió, mi modo de pensar también. Eso hizo que cambiase mi chip. Empecé con 17 a jugar al fútbol sala, con 18 era prácticamente semiprofesional y luego tuve la oportunidad de volver a mi casa, a Inca. Dudé un poco de lo que quería en mi vida, las amistades y un círculo cerrado que no era bueno para mí, pero tuve ahí a un padre deportivo como es Pato, que me hizo firmar un contrato con muchas cláusulas. No podía bajar a Palma, no podía estar con mi entorno y eso hizo que me cambiase mucho la vida.

–¿A partir de ahí, de ese cambio, se labra la leyenda de Miguelín?

–Se labra un poquito en Manacor. Me cambia la mentalidad. Me prohibieron ir a casa, pero era por mi bien, eso me hizo madurar y pensar lo que quería en mi vida. Ese año, quizás, pensaba que no iba a jugar en ese equipo porque soy un chico muy humilde. Diez o doce años después, Pato me lo recuerda y siempre me dice "mira en lo que te has convertido". Es la realidad. Fue un año difícil para mí, porque venía de ser un jugador importante en anteriores clubes, pero ahí iba a un proyecto plagado de estrellas y no fui realmente importante. Lo que hice, lo hice bien, pero no jugué muchos minutos. Al año siguiente, en Primera División, di un salto de calidad y cuando volvimos a bajar a Plata, en mi tercer año, estallo y hago una temporada muy buena. Creo recordar que metí 53 goles, fuimos campeones y subimos a Primera División. Y ahí ya se empezó a hablar de Miguelín continuamente. Empecé tarde en esto, eso fue con 24 años y con 25 para 26 firmé con ElPozo. Fue todo muy rápido, lo exprimí al máximo, pero me siento un privilegiado, porque con 15 ó 16 años si me dices a qué te hubieras dedicado, pues no tenía claro dónde reconducir mi vida. He tenido la suerte de tener gente muy importante a mi lado y estoy eternamente agradecido a Pato y a Miquel Jaume, que en paz descanse, presidente del actual Palma Futsal. Ellos me ayudaron a crecer, me guiaron en el camino, yo también quise cogerlo y ya no solté el camino correcto.

Miguelín posa en la sede de 'el Día de Córdoba'. Miguelín posa en la sede de 'el Día de Córdoba'.

Miguelín posa en la sede de 'el Día de Córdoba'. / Miguel Ángel Salas

–¿Qué significa ElPozo Murcia para usted?

–Evidentemente la consideraba mi casa, eran diez temporadas. Mi mentalidad e idea de vida estaba relacionada a Murcia. Había visto a muchos amigos que se habían ido y que en algún momento me iba a llegar a mí, aunque quería pensar de que no. Pero llegó de una manera que no me gustó. No me gustaron las formas. No fueron honrados conmigo. No fueron directos después de tantos años, inclusive tras dejarme mi piel, mi rodilla y muchísimas cosas. No lo voy a plasmar en dos o tres personas porque todo es más positivo, porque tengo amigos para toda la vida.

–¿Pero hubo cosas muy positivas en Murcia?

–Fui a un gran proyecto que venía de perder, pero queríamos ser ganadores. Nos tocó el gran Barcelona de la historia, luego el Inter… Nos tocó enfrentarnos a esos dos grandes equipos. Miguelín iba a liderar ese proyecto. Hemos luchado con todo lo que hemos tenido, pero no conseguimos esa Copa de España o el título de Liga que todo el mundo deseaba. Esa es la realidad. Pero me siento un privilegiado porque la gente me acogió con mucho cariño y después de diez años, pese a no estar en muchos momentos en mi nivel, la gente me ha respaldado siempre. Eso hace que mi recuerdo sea de agradecimiento y de estar en deuda con gente de allí. Siempre intenté que estuviese la gente feliz.

–¿Qué significa Murcia ciudad?

–Era mi casa. Pese a ser de Palma de Mallorca, yo siempre decía que de Murcia no me iba a mover. Tiene de todo y es una ciudad muy cómoda. Mi hijo es murciano y nos hicimos una vida allí. Tenemos nuestras viviendas allí y siempre estoy agradecido. Siempre añoraré muchas partes de Murcia, pero los retos se cogen con fuerza. Llevo mes y medio en Córdoba y estoy encantado: la gente es maravillosa, los vecinos son increíbles, la ciudad es acogedora y me siento bien. Después de ese sufrimiento que llevo en los últimos 18 meses, quiero volver a sentirme bien, sentirme con confianza y que vuelva a disfrutar la gente y, ante todo, disfrutar yo. Si me tengo que ir de este deporte que sea con una sonrisa positiva, que no sea con cara de tristeza y con el pensamiento de que me tenía que retirar, como me decían los médicos y mucha gente. Soy un cabezón y un currante, intento ser un ejemplo diariamente y me quiero demostrar a mí mismo y a mi familia, que son los que han sufrido con no verme jugar. Pero estoy convencido de que disfrutaré mucho, daré lo que tengo que dar a este club y agradecer la confianza dada por Josan, José y Juanda. Ahora solo falta coger ritmo de competición y sentirme bien. He tenido un resbalón de tres semanas sin estar con los compañeros, pero voy a entregar todo lo que tengo.

–¿Cómo vivió esas dos temporadas sin mucha continuidad?

–Siempre digo que al final estamos de paso. Por suerte, me he visto entre lo más alto de este deporte. A nivel personal, estar nominado entre los mejores, en la élite y con ElPozo luchando por todo. Y de repente cambia. Una jugada, un momento... realmente llevaba jugando tres años con el menisco externo roto, pero nunca he pensado en mí.

Miguelín sujeta un balón en Vista Alegre. Miguelín sujeta un balón en Vista Alegre.

Miguelín sujeta un balón en Vista Alegre. / Miguel Ángel Salas

–¿Se acuerda de ese momento donde empieza ese calvario?

–Soy una persona que con roturas fibrilares o con tobillo roto he querido filtrarme para poder jugar. Se me han dormido las piernas y no he podido jugar finales de la Copa del Rey. Los últimos siete partidos de 2019 no los he podido jugar. No podía andar durante seis días y sólo el día de partido. Empezamos infiltrando en el pompis, como digo yo, y terminamos pinchando en la rodilla… Ha sido un cúmulo de cosas. ElPozo no me lo puede achacar porque por encima de todo quería estar, quería sumar y no me importaba la salud. Si echase la vista atrás, no tenía que haber hecho esto. En 2016, cuando fuimos campeones de Europa con la selección en Serbia, al poco me hice la resonancia y tenía el menisco roto. Me aconsejaron que jugase, lo asumí y estuve tres años jugando al máximo nivel. Pero en 2019 dijo basta y todo pasó factura. Estuve doblado, cojo, me tenían que sacar líquido cada dos o tres días para poder caminar y fue una odisea, pero mi chip cambió en la eliminatoria con el Barça. Al final, perdimos en el Palau el quinto partido y a los tres días decidí que me iba a operar. La palabra del club es que me iba a operar mi trauma de confianza, pero a los dos días me enteré que no me podía operar él y tenía que ser por la mutua. Ahí arrancó un calvario para mí. Él que me operó me quitó más de la cuenta, al trabajar con gente de a pie y no con deportistas. Los plazos están entre seis y ocho semanas, me recuperé en cuatro. Empezaron a suceder una serie de cosas, que venían a consecuencia de... Para la intercontinental, empecé a forzar y llegaron las recaídas y fue un año perdido. Fue palo tras palo y no le di al club lo que necesitaba. En 2020 no jugué y pagué consecuencias del camino.

–¿Cómo se vive desde fuera?

–Muy difícil. Se sufre más. Hubo muchos momentos en que pensé que hasta aquí he llegado. Arrojo la toalla, pero tuve grandes profesionales y a mi familia. Al final, estando fuera, intentaba aportar. Era un sufrimiento diario, incluso pedí a Diego (Giustozzi) que me convocase porque quería ayudar. Pero cuando llegaba al día, no podía volver. Lo pasé muy mal, pero a partir de ahí empecé a recuperarme bien, todo en sintonía. Acabó la temporada y no me dio tiempo a jugar. Me puse manos a la obra para volver a jugar. Me dijeron de entrenar tres días, pero quería entrenar como todos mis compañeros. Lo consideraba una falta de respeto. El año pasado estuve bien, entrenaba todos los días, pero no contaban conmigo. Quería ver que podía estar, ganar en confianza, la gente está bien que opine pero no saben la realidad. Esto no es como una varita, hay muchas cosas, el nivel mental es importante y la desconfianza y miedo son vitales. El trauma me dijo que dejase de jugar. Al final, con el trabajo mío y de muchos profesionales, lo hemos conseguido, lo estamos consiguiendo y trabajando diariamente. Yo entrenaba siete sesiones, estaba para jugar, necesitaba minutos, pero consideraron que no. Las formas no eran las correctas y debieron ser más honestos. Mi chip cambió el verano, había cosas para volver a casa, para ir a fuera, pero Josan y Juanda me convencieron, que estaban para ayudarme, que tendría esos minutos que necesitaba y estoy contento, feliz y convencido de que estoy en el lugar perfecto para poder volver a disfrutar.

–¿Te gustan los retos y aquí en Córdoba hay uno interesante?

–Sí, por supuesto. Cuando hablamos entre nosotros y sobre todo los que lo vivieron el año pasado, no quieren sufrir de la manera que lo hicieron. Yo también lo viví hace 10 ó 12 años. También sufría por eso. Creo que es la ciudad perfecta porque la afición está con el equipo, la afición arropa, la afición aprieta y eso nos va a ayudar a nosotros. A mí, haber llegado a un club que quiere seguir creciendo, que tiene pocos años de historia, pero que tiene ideas de ser un club importante en la Liga, para mí es positivo. Voy a obtener esos minutos que yo quiero, voy a dar esa experiencia que al club le hace falta, pero eso es a base de trabajo. Siempre digo que los resultados están escondidos en aciertos y errores. Si la Liga empieza positiva, ganamos en confianza y será todo más fácil y rodado. Si es lo contrario, que ya pasó aquí, intentar ayudar. Estoy para ayudar fuera o dentro para beneficio del club. Aquí estoy porque el reto me gusta, porque considero que hay un gran grupo.

–¿Qué Miguelín se verá en Córdoba?

–Los focos no me preocupan. Por mi trayectoria, a mí me gustan los retos y que el foco esté sobre mí. De cara a la galería me da igual donde esté el foco, pero soy de las personas que por encima de todo piensa en el equipo. Todos tenemos que estar enganchados. Puedes ser muy bueno, pero si no está respaldado por un colectivo, todo es más difícil. Yo voy a dar lo mejor de mí e intentar ayudar al equipo para que juntos sigamos creciendo.

Miguelín, durante la entrevista a 'el Día'. Miguelín, durante la entrevista a 'el Día'.

Miguelín, durante la entrevista a 'el Día'. / Miguel Ángel Salas

–¿Hay Miguelín para rato?

–Confío en que hay Miguelín para rato. Me gustan los retos y quiero irme de este deporte con otra sensación. Es un nuevo reto. Me gusta el día a día, las sensaciones, de momento tengo un año y voy a disfrutarlo. Lo voy a hacer y es lo importante. La mente me ha cambiado, quiero disfrutar y que la gente disfrute conmigo que para mí es importante porque vengo de no hacerlo.

–¿Firma la permanencia o miramos a algo más?

–Ahora mismo quiero la permanencia. Pero si te la firmo, quiero más. Ese es el mensaje. Hay que ser humilde, trabajar más que el resto y cometer pocos errores. Intentaremos luchar minuto a minuto, tener opciones en todos los partidos y los resultados o puntos hablarán por sí solos.

–Mucha suerte.

–Muchas gracias.

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