Albacete - Córdoba | La crónica

Una verbena con copas de garrafón

  • El Córdoba muestra una preocupante imagen y cae goleado víctima de sus propios y groseros errores defensivos para pasar a cerrar la tabla

  • El intento de Sandoval de hallar la estabilidad a través del músculo fracasó 

Una de las jugadas del partido.

Una de las jugadas del partido. / LOF

El verano es época de verbenas. Y aunque alguno en el Córdoba dio ya por cerrado el estío la medianoche del viernes, el equipo de Sandoval brindó ayer al Albacete la suya particular. Con una falta de actitud y contundencia preocupante, con algunos jugadores pidiendo a gritos un banquillazo por su mal estado de forma y sin capacidad alguna para mostrarse como un equipo serio durante los 90 minutos, los blanquiverdes pusieron en bandeja de plata la primera victoria del curso a su enemigo y, de paso, cedieron su segunda derrota consecutiva para ser ya los últimos de la tabla. Nada que no tenga remedio, aunque seguro que no con los argumentos exhibidos hasta la fecha, que sólo invitan a pensar en negativo y recuperar fantasmas que parecían olvidados.

Porque un conjunto que encaja diez goles en los tres primeros partidos difícilmente pueda tener un buen final. Más aún cuando los goles del contrario son regalos, que necesitan tener un trabajo detrás para su corrección al margen de la excusa de la individualidad. No es de recibo acabar con dos penaltis tan claros como absurdos y evitables un partido, pero menos todavía lo es permitir rematar a un adversario más solo que la una en un córner. Así fueron los tres tantos del Albacete en una batalla que el Córdoba planteó para no encajar y en la que volvió a salir goleado, lo que dificulta más aún la defensa de un plan establecido que, al menos por ahora, no está presente.

Como cabía esperar tras el fiasco de las dos primeras jornadas, Sandoval agitó el once con hasta cuatro cambios y, lo más importante, un giro en el sistema con la intención de construir un equipo más sólido. Paso al 4-2-3-1, doble pivote de músculo y la entrada de Piovaccari como referencia para liberar por detrás a Alfaro, Jovanovic y Galán. En el Albacete, Ramis también modificó su once, si bien sólo con la entrada de Acuña por Rey Manaj para calcar el dibujo de su rival, aunque con un medio campo más talentoso.

La apuesta de cada equipo quedó ya definida entonces. Sin Javi Lara ni Aguado, el CCF entregó la pelota de salida a los manchegos, que no tardaron en aprovechar el regalo para mandar desde el trivote que forman Erice, Febas y Eugeni. De hecho, ya la primera salida controlada desde atrás local originó la jugada del 1-0. Zozulia tiró el desmarque a Febas y encaró ya en el área a Aythami, que sumó el tercer error grave en otras tantas jornadas cometiendo un penalti que Eugeni transformó en gol.

El guión firmado por Sandoval en la previa saltaba por los aires a las primeras de cambio. Quedaba ahora por ver la reacción del CCF y la actitud que tomaría el Albacete con el marcador a favor. Pero de seguido lo que se dibujó fue una cita totalmente bajo el control de los locales, cómodos con balón y sin él a partes iguales. La llave para buscar una respuesta solvente en clave cordobesista llegó con el juego directo, ante la dificultad para que un doble pivote conformado para destruir pudiera hilvanar acometidas con las que superar la buena presión blanquilla. Pero con cuentagotas, nada de aluvión. Jovanovic y Piovaccari, cada uno a su manera, se las averiguaron para dar señales de vida. Sobre todo en una ocasión en la que el serbio obligó a Tomeu con la zurda y el italiano se topó con Caro cuando su remate ya caminaba hacia el arco.

Sin embargo, tras un nuevo intento del balcánico sin dirección, el CCF empezó a entregar el partido. Un córner de Susaeta encontró la colaboración de Aythami al perder la marca de Caro, que cabeceó a la red como alguna que otra vez ya lo había hecho defendiendo la otra camiseta. El debutante Carlos Abad no se lo quería creer; Sandoval se tapaba la cara en su cabina ante las facilidades dadas al rival. Y el marcador dibujaba un 2-0 que complicaba sobremanera el reto a los blanquiverdes, más aún viendo su desorden táctico y su pasividad en muchas acciones del juego. Piovaccari, con un cabezazo que tuvo notable respuesta en la manopla del meta, y Eugeni, tras una pérdida de Vallejo, con un disparo ajustado al palo, pudieron cambiar algo el decorado antes del descanso.

Pero tuvo que ser el parón el que permitiera dar un giro al guión de Sandoval. El técnico retiró de un plumazo a Vallejo y Galán, y metió a Aguado y Quim. Mismo sistema, pero con doble pivote mixto y un hombre de calidad para partir de fuera hacia adentro para dejar la banda izquierda a Quezada. De salida ya permitió al Córdoba jugar en campo contrario y hasta probar fortuna de fuera con disparos lejanos de los dos recién ingresados, aunque fue Quezada el que más obligó al portero blanquillo con un zurdazo a la carrera que acabó en córner. La imagen, por momentos, ya era otra, aunque a decir verdad es que peor no podía ser...

Tras ese cuarto de hora de acoso inicial, el Albacete por fin se estiró y el duelo pasó a ser más de ida y vuelta, más equilibrado en todo el campo. Estaba la duda de saber si se rompería hacia un lado u otro. Y lo hizo para el lado local con un nuevo regalo en forma de penalti de Quintanilla, que fue brazos en alto a tapar a Zozulia; el ucraniano aprovechó que Eugeni ya no estaba sobre el verde para superar a Carlos Abad y firmar la sentencia.

Porque tras lo visto y con media hora por delante, pensar en algo que no fuera una victoria manchega era poco menos que utópico. El Córdoba, pese a todo y como le corresponde a un equipo profesional, siguió en la pelea buscando la fórmula de maquillar el resultado y darse un lavado de cara y autoestima. Lo intentó con llegadas desde uno y otro lado, y con algún balón parado, sobre todo tras la entrada de Javi Lara, aunque el que estuvo más cerca de ver portería fue el local Ortuño, con un testarazo al larguero tras envío perfecto de Susaeta. La respuesta, ya sobre la bocina casi, la dio Piovaccari repitiendo fórmula, aunque en este caso su testarazo ni siquiera halló el arco. Fue el triste epílogo de un encuentro que obliga a un reseteo inmediato para reconducir el paso. El camino hacia el que va ahora mismo el equipo ya es conocido y nadie quiere volver a andarlo. El verano debe acabar del todo, y con él verbenas tan malas como ésta.

 

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