Daniel Onega, cuarenta años después
El genial argentino regresa en unos días por primera vez a Córdoba, donde jugó en la década de los 70

Córdoba/Daniel Germán Onega Sirotto quizás sea el mejor jugador que ha vestido la camiseta del Córdoba en sus 63 años de historia. Lo hizo durante cuatro temporadas, entre 1973 y 1977, sin cumplir el objetivo de ascender a los blanquiverdes a Primera División. Se marchó con ese amargo sabor de boca, pero con una mochila repleta de muestras de cariño y afecto de una afición que supo valorar la enorme valía de un internacional absoluto con Argentina. Un hombre que el próximo día 11 de septiembre tiene previsto regresar por primera vez a la ciudad que tanto lo quiso, como una de las paradas del viaje por Europa que realizará con su esposa Mónica. En los ocho días que durará su estancia se encontrará con viejos amigos y cumplirá su ilusión de estar en El Arcángel para ver en directo el partido que enfrentará al equipo de Luis Carrión con el Tenerife, el domingo 17 (20:00).
Onega disputó como cordobesista un total de 125 partidos oficiales, en los que anóto una veintena de goles. No le hizo falta más para conquistar el corazón del cordobesismo. Y eso que dar el salto a Europa no entraba ni mucho menos en sus planes. Lo consiguió el hoy presidente de honor del club y entonces máximo dirigente, Rafael Campanero, que quitó de la cabeza al genio argentino su idea de dejar el fútbol tras unas discrepancias con la directiva de River Plate, donde es un ídolo. Así, el volante ofensivo llegó al Córdoba, a cambio de cinco millones de pesetas, la misma cantidad que hubo que desembolsar por su compatriota Jorge Eduardo Domenichi. Ambos dieron origen al CCF de los argentinos al que un año más tarde se sumaron Víctor Domingo Juárez y Rodolfo Alfredo Orife, y posteriormente Armando Víctor Real.
Natural de Las Parejas, en la provincia de Santa Fe donde también dio sus primeros pasos junto a un balón Jorge Valdano, Daniel Onega llegó a River Plate siguiendo los pasos de su hermano Ermindo, seis años mayor. Con el conjunto millonario brilló especialmente en el curso 1966, donde firmó un récord que aún hoy se mantiene vigente: 17 goles en una misma edición de la Copa Libertadores que no sirvió para que el cuadro de Buenos Aires ganara el torneo (cayó 4-2 en la gran final ante el Peñarol de Montevídeo que lideraba el ecuatoriano Alberto Spencer). Pero esa explosión goleadora le sirvió para recibir la llamada de la selección absoluta albiceleste, con la que estuvo activo hasta 1972.
Un año más tarde firmó por el Córdoba convertido en una gran estrella. Aterrizó para liderar un proyecto que buscaba el ascenso a la élite tras un primer intento vano, después del último descenso hasta el vivido hace poco más de dos años. No lo consiguió, pero durante cuatro temporadas dejó su magnífica impronta en un equipo que no ha disfrutado aún de un genio como él, retirado del fútbol en activo meses después en el Millonarios de Bogotá. Desde entonces, su dedicación pasó a ser descubrir talentos para River, como Pablito Aimar, Saviola, Solari o El Cabezón D'Alessandro.
Siempre sin perder contacto con los buenos amigos que dejó en Córdoba, los que el día 11 volverán a disfrutar de largas conversaciones con El Fantasma, como le conocían en su época de futbolista, con el balón como gran protagonista. Estará una semana larga en la ciudad y cumplirá su ilusión de pisar el estadio en el que hoy juega el equipo blanquiverde. En El Arcángel estará el domingo 17 con la intención de seguir directo el partido ante el Tenerife. Luego continuará su periplo por Europa acompañado de su esposa, Mónica, con la que a buen seguro compartirá el cariño y respeto que el cordobesismo rendirá a quizás el mejor futbolista que ha defendido su escudo: Daniel Germán Onega Sirotto.
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