MUJERES SINGULARES de córdoba

La santa que se entregó a las personas más necesitadas

  • Rafaela María Porras y Ayllón Pese a la persecución por algunos dirigentes de la Iglesia, la santa de Pedro Abad acabó su vida en Roma y fue canonizada por Pablo VI en el año 1977

Rafaela María del Rosario Francisca Rudesinda Porras y Ayllón nació el de 1850 en Pedro Abad. Era hija de Ildefonso Porras y de Rafaela Ayllón Castillo, agricultores acomodados, y tenía 11 hermanos y una hermana. Sólo cuatro años contaba cuando su padre, entonces alcalde de la villa, murió cuidando a los afectados por la epidemia de cólera. Su viuda hizo frente a todo. Los chicos se fueron a Córdoba para seguir estudios oficiales. Las dos niñas, Dolores y Rafaela, familiarmente "las dos perlitas", tuvieron un preceptor en casa: Don Manuel Jurado.

La mejor sociedad cordobesa sonreiría a aquellas jovencitas, cultas y sumamente agraciadas, pero con sólo 15 años Rafaela se arrodillaría ante el altar de San Juan de los Caballeros, en Córdoba, haciendo voto de castidad perpetua. Aquella iglesia sería posteriormente la primera que las Esclavas recibieran en propiedad.

Pasó de la admiración al cansancio y al olvido; realizó duros trabajos y sufrió humillaciones

En 1869 murió su madre. Y cogida a su mano le prometió al Señor "no poner jamás mi afecto en criatura alguna terrena". Quedando ambas cada vez más solas y en la casona familiar, se dedicarían a estar junto a los más indigentes y enfermos de Pedro Abad. Una vez que se casaron dos de sus hermanos, y tras la prematura muerte de otro en 1872, dieron un giro a su vida. En 1874 se retiraron al convento de Clarisas de Santa Cruz en Córdoba, para meditar sobre su vocación religiosa ante la incomprensión familiar.

Contaban con una fortuna, puesta a disposición de la diócesis, y ellas prontas a dedicarse al trabajo que se estimara más provechoso, pensaron en la creación de un centro educativo cristiano para las jóvenes cordobesas.

Don Antonio Ortiz de Urruela, sacerdote guatemalteco que acababa de llegar a Córdoba de Roma, era un director espiritual cotizadísimo: "el Padre de la verdad" le llamaban los andaluces. Conoció este ambicioso proyecto y, siguiendo su consejo, en 1875 las hermanas se pusieron en contacto con la Sociedad de María Reparadora como postulantes, negoció que se trasladaran desde Sevilla algunas religiosas, de manera que se abre en Córdoba una nueva casa religiosa, en un inmueble de la calle de San Roque cerca de la plazuela de San Juan , en una casa de la familia Porras, quedando así fundado el noviciado de María Reparadora junto a otras jóvenes dirigidas también por don Antonio, protector y alma de la obra. Al tomar el hábito blanco y azul eligieron el nombre: Rafaela, el de María del Sagrado Corazón, y Dolores, el de María del Pilar.

Cuando la congregación se trasladó a Sevilla, las dos hermanas se quedaron en Córdoba, donde el obispo Ceferino González y Díaz Tuñón expidió en 1876 el decreto de creación del nuevo Instituto, bajo el nombre de Adoradoras del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada, origen de la congregación.

Rafaela, por designación episcopal, comienza a ser superiora pero reciben una advertencia: "El señor obispo está introduciendo algunas variaciones en las reglas". Entre otros cambios mezclaba la Regla de San Ignacio de Loyola con la de Santo Domingo y con la de algún otro santo. Les da el plazo de 24 horas para reflexionar y tomar una determinación. Pero ellas no querían ser "de clausura "y adoptan la decisión de defender las Reglas de San Ignacio y el estilo de vida religiosa que llevaban hasta ese momento. Rafaela, al frente de 16 religiosas de la fundación, inicia un éxodo nocturno y se trasladan a Andújar, mientras Dolores se quedaba para comunicar la decisión. Las Hermanas de la Caridad las hospedaron durante esta primera persecución.

Don Antonio Ortiz, suspendido en su ministerio sacerdotal por fray Ceferino, también suspendido a divinis por el obispo de Jaén, negocia en Madrid el establecimiento del noviciado. Pero muere, dejándolas bajo la tutela del jesuita P. Cotanilla, y del obispo auxiliar Sancha. Con su protección van a establecerse definitivamente, en Madrid, abriendo una primera casa en la calle Bola y luego en Cuatro Caminos, donde el primado de España, cardenal Moreno, aprueba la nueva congregación en 14 de abril de 1877 y les impone el nombre de Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús.

Desarrollarán obras de apostolado que, juntamente con la adoración reparadora al Santísimo Sacramento, son esenciales en el Instituto: escuelas populares, colegios, casas de ejercicios, Congregaciones Marianas y de Adoradoras del Santísimo Sacramento, entre otras. Tantas eran las virtudes de que hacía gala la hermana Rafaela María, que fue conocida como "la humildad hecha carne". La congregación empezó a crecer con nuevas fundaciones en toda España y en el mes de octubre de 1880, volverían a Córdoba a establecer, en la plazuela de San Juan, la primera comunidad de Esclavas en la ciudad. El Obispo les cedió la iglesia de San Juan de los Caballeros. El 3 de Octubre de 1881 se abrió una escuela gratuita para niñas de familias con pocos recursos.

León XIII, el 29 de enero de 1887, les cambiaría el nombre por Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, aprobando definitivamente el Instituto y temporalmente sus Constituciones (inspiradas en la regla de San Ignacio). Su deseo era "que todos lo conozcan y lo amen". Fue nombrada superiora de la congregación, trasladándose a Roma, donde permanecería 32 años.

Logradas sus primeras aspiraciones, surgieron las desconfianzas, las envidias, las incomprensiones, la persecución, el arrinconamiento, el olvido. Graves dificultades internas que surgieron en el gobierno la movieron a renunciar al generalato a favor de su hermana Dolores en 1893.

El día 25 de septiembre de 1894, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares dio el decreto de aprobación definitiva de las Constituciones. Cerrando el último capítulo de la institucionalización de las Esclavas del Sagrado Corazón.

De la admiración al cansancio y al olvido, realizando duros trabajos y sufriendo constantes humillaciones, vivía en la humildad y el perdón. Una "aniquilación progresiva y de martirio en la sombra", como dijo Pío XII.

Se divulga que su razón se ha nublado, como efecto del prolijo padecer. Sin otra réplica que la que sus virtudes y su proceder exquisito, se abrazó a la cruz. "Si logro ser santa hago más por la Congregación, por las hermanas y por el prójimo que si estuviera empleada en los oficios de mayor celo". El día 17 de junio de 1903 la visita la Madre Pilar en Roma, se abrazarían por última vez.

Pío XII la beatificó el 18 de mayo de 1952, y Pablo VI la canonizó el 23 de enero de 1977. Santa Rafaela María del Sagrado Corazón resumiría su vida así: "sólo en Jesús, por Jesús y para Jesús, toda mi vida y todo mi corazón y para siempre".

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