La paradoja de sacrificar lo que nos protege: el olivar en peligro por las energías renovables
Humanidades en la Medicina
El olivar conserva la biodiversidad y es un elemento de cohesión territorial; el aceite de oliva virgen extra es cardiosaludable y se estudian sus propiedades antimicrobianas. No se puede combatir la crisis climática sacrificando otros pilares básicos para el desarrollo sostenible
La soledad: un silencio que grita
Cuando el avance tecnológico destruye o invalida recursos naturales, como es el arrancamiento masivo de olivos centenarios en pro del alarmante avance de las energías renovables, nos encontramos con una contradicción que combina salud, medio ambiente y ecología en el marco de la transición energética. Nos plantea el dilema entre sostenibilidad energética y preservación agrícola.
Estudiando los beneficios saludables del aceite de oliva, no comprendemos las decisiones de la administración en acometer el desplazamiento de suelos de cultivo por plantas solares. La bondad en la salud cardiovascular del aceite de oliva virgen extra (AOVE), que fue puesta de manifiesto en los estudios publicados en The Lancet, por el Instituto Maimónides de Investigación Biomédicade Córdoba, amén de otras características que comentaremos, es un acicate para luchar por un producto que además conforma un pilar fundamental en la cocina mediterránea.
Por otra parte, el olivar tradicional conserva la biodiversidad, combate la erosión del suelo y actúa como sumidero de carbono. El olivo representa un legado histórico desde sus orígenes en la Prehistoria, en la Cuenca Mediterránea, con una identidad y cohesión territorial que proporciona empleo rural, cuya pérdida implicaría una merma en la producción de aceite de oliva y, como hemos advertido, en una despoblación rural y de su entorno productivo.
Si desde el punto de vista nutricional es importante, no lo es menos si observamos la creciente valorización científica del AOVE que en estos últimos años se ha centrado en dos compuestos como el oleocantal (aporta sabor picante) y la oleaceína, dos compuestos fenólicos. Se ha observado que tienen propiedades antiinflamatorias, anticancerosas, antioxidantes y neuroprotectoras, demostrando que pueden ser un material biomédico notable por su acción sobre las ciclooxigenasas (similar al ibuprofeno) y el estrés oxidativo.
Recientemente se ha observado una actividad antibiofilm de la oleaceína y el oleocantal del aceite de oliva virgen extra frente a Pseudomonas aeruginosa como opción terapéutica antibacteriana coadyuvante. Este biofilm confiere a ciertas bacterias la resistencia a los antibióticos, por lo que estaríamos en el mejor de los caminos de poder llevar estos hallazgos a la clínica antiinfecciosa. Su importancia radica en que la resistencia a los antibióticos es una de las mayores amenazas para la salud humana, con resultado de muertes que alguna vez fueron curables. Este sería el primer estudio que evalúa la actividad antimicrobiana de los extractos de AOVE, publicado en el año 2022. Aunque hacen falta más investigaciones, no cabe duda de que todos los esfuerzos para conseguir erradicar o aminorar un problema creciente de salud pública, como es la resistencia a los antimicrobianos, son bienvenidos.
A este empoderamiento del AOVE le unimos que el precio está en alza y, si hay menos producción, sería el caldo de cultivo para que los estafadores hagan su agosto. Aún persiste el triste recuerdo del síndrome del aceite tóxico (aceite de colza desnaturalizado), que fue un episodio de intoxicación masiva ocurrida en 1981 en España.
La adulteración del AOVE se realiza con aceites de oliva de peor calidad, como el aceite refinado, de orujo, etc., que en cantidades menores del 10% son difícilmente detectables por no expertos en el sector oleícola. De ahí la importancia de la innovación tecnológica, donde la inteligencia artificial, integrada en la química analítica para el control de calidad con el uso de las redes neuronales, es capaz de interpretar los datos espectrofotométricos, detectar el fraude y mejorar la trazabilidad.
En este contexto, con su utilidad potencial en medicina y su importancia en la dieta mediterránea, ¿cómo podemos armonizar la producción agroalimentaria y el desarrollo energético sostenible?
El conflicto surgido entre el uso del suelo para cultivo y la producción de energía se enmarca como una de las principales preocupaciones, que podría mitigarse con el concepto dual del suelo, proponiendo una solución agrovoltaica.
Pensamos que con la producción agrovoltaica se pueden implementar ambas, aunque representan desafíos técnicos y económicos. Con esta tecnología se pueden instalar paneles solares a una altura que posibilite el cultivo subyacente, combinando así ambos usos del suelo. Se trata de maximizar la producción eléctrica sin comprometer la producción agrícola. Con este enfoque se puede compensar la demanda energética mundial.
Esta coexistencia no es nueva, pues en este artículo de A. Goetzberger del año 1981 se cita su utilidad, que no ha perdido vigencia e incluso la ha incrementado. Este documento destaca la compatibilidad entre crecimiento de las plantas, insolación reducida y connivencia del pastoreo bajo sus estructuras.
En conclusión: como lo que está en juego es mucho más que la producción de energía, debemos definir qué es y qué entendemos por sostenibilidad, pensando en un sistema no autoexcluyente entre progreso y tradición. Imposible aceptar como solución sacrificar sistemas agrícolas sostenibles, saludables y socioculturalmente valiosos. No se puede combatir la crisis climática sacrificando otros pilares básicos para el desarrollo sostenible.
La verdadera sostenibilidad debe ser justa, además integrativa, que proteja el medio ambiente, la salud, el empleo rural, la cohesión social intersectorial, la seguridad alimentaria y el patrimonio cultural.
Las tecnologías limpias deben integrarse con los sistemas de cultivo tradicional, respetando el compromiso ético para su sostenibilidad.
Temas relacionados
No hay comentarios