Erasmus

Los estudiantes cordobeses afrontan su año Erasmus más complicado

  • El coronavirus ha condicionado la vida fuera de España de muchos universitarios cordobeses

Alberto Estepa, estudiante de Ingeniería Mecánica en la UCO, junto al río Duero en Oporto.

Alberto Estepa, estudiante de Ingeniería Mecánica en la UCO, junto al río Duero en Oporto. / El Día

Han pasado cuatro meses desde que partieron hacia el extranjero los primeros cordobeses que se aventuraron al Erasmus. Resulta complicado vivir lejos de casa. Sobre todo para los jóvenes. Sin embargo, gozar de este programa que facilita la movilidad entre los estudiantes de las universidades europeas es una ventaja que los universitarios no suelen dejar escapar por considerarse una “oportunidad única”.

Pero este año la situación es muy distinta. En plena pandemia, hacer la mudanza hacia otro país con la incertidumbre de que el covid pueda estropearte una de las mejores experiencias de la juventud es una realidad. Por ello, muchos estudiantes se han negado a escoger su Erasmus este curso 2020-2021. No obstante, muchos cordobeses sí han decidido arriesgarse con el objetivo de vivir una etapa que a muchos marcará sus vidas.

En la capital de República Checa, la ciudad de Praga, se encuentra Iván Carrascosa, joven cordobés que está cursando su quinto año de Ingeniería Forestal en la Universidad de Córdoba (UCO). Iván marchó a su destino el pasado 18 de septiembre, antes de comenzar la segunda ola de coronavirus. El requisito que le pedían en República Checa era que al llegar al país debía hacerse una PCR y presentarla al Ministerio de Sanidad checo en 48 horas, algo que en España no era necesario en los Erasmus.

La sensación de este estudiante cuando llegó a Praga fue la de una ciudad donde “parecía que habían vencido al covid”. Las discotecas y los bares permanecían abiertos, mientras que España era una zona roja. Se podía hacer de todo. Desde ir sin mascarilla, hasta botellones, comenta Iván.

Eso sí, al llegar la segunda ola, los contagios hicieron un gran efecto y Praga pasó a ser una de las capitales más afectadas de Europa, por lo que decretaron muchas restricciones. “El problema en Praga es que la gente apenas obedece y no se pone las mascarillas. Incluso una mujer nos recriminó que lleváramos mascarilla en una zona al aire libre”, señala Iván con incredulidad.

Entre tanta juventud y la posibilidad de hacer fiestas durante el primer mes en Praga, Iván tuvo que sufrir caer contagiado de coronavirus. Ocurrió en su escapada a Polonia con un grupo grande de personas, de las cuales, la gran mayoría, dio positivo al volver a tierras checas. “Cuando lo supe se me cayó el mundo encima. Se me fue el olfato y el gusto y pasé 14 días confinado en la residencia. Todos mis amigos de allí pasamos el coronavirus”, asegura el estudiante.

A día de hoy, Iván está viviendo sus últimos días en Praga, eso sí, con uso obligatorio de mascarilla, reuniones de máximo seis personas y toque de queda a las 21:00.

Iván carrascosa, estudiante de Ingeniería Forestal en la UCO, sobre la nieve de Praga Iván carrascosa, estudiante de Ingeniería Forestal en la UCO,  sobre la nieve de Praga

Iván carrascosa, estudiante de Ingeniería Forestal en la UCO, sobre la nieve de Praga / El Día

Italia es otro destino muy solicitado por los estudiantes. En este caso, Elena Sánchez, cordobesa de 22 años, comparte piso en el municipio italiano de Enna, en el centro de la isla de Sicilia, con sus compañeras Alba Prieto, del municipio cordobés de Moriles, y Melody Sánchez. “Yo me hacía una idea de lo que me esperaba aquí, sin fiestas, sin viajes y con restricciones”, declara Elena satisfecha de haberse ido de Erasmus pese a las circunstancias.

En el municipio de Enna tampoco parecía existir el covid cuando las tres estudiantes de psicología llegaron el pasado 11 de septiembre para iniciar su Erasmus. La gente no llevaba mascarillas, las clases en la universidad eran presenciales, los bares estaban abiertos sin horarios y podían salir toda la noche.  No obstante, a las dos semanas de comenzar el nuevo curso, las tres tuvieron que confinarse en casa después de que una de sus compañeras diera positivo en una prueba PCR.

Aunque sus resultados fueron negativos, las tres se vieron sorprendidas por el gran control al que las sometieron. La policía acudió a su domicilio para saber los últimos movimientos que las jóvenes habían hecho días antes y los médicos mantenían contacto diario con ellas a través del correo electrónico para saber la evolución de su salud. Un grato control sanitario que Elena destaca como gran diferencia con respecto al que se realiza en Andalucía. “Aquí te hacen una segunda prueba para comprobar que has superado el covid, cosa que en Córdoba no”, añade.

Eso sí, según estas futuras psicólogas, en Enna hay menos responsabilidad individual que en España, pues se respetan menos las restricciones. Pese a ello, las medidas adoptadas por el gobierno italiano y el municipal han sido muy similares a las españolas, salvo en Navidad, puesto que han estado confinadas totalmente en la ciudad italiana con toque de queda de 22:00 a 5:00 horas. “Teníamos que tener un justificante para salir a hacer la compra, por ejemplo, por lo que las restricciones han sido mucho más duras que en Andalucía. Sin embargo, ahora aquí la situación con el covid no se diferencia tanto con la de España”, aclara Alba.

Pasaron las navidades lejos de la familia, ya que no pudieron volver a España porque apenas había vuelos . Mientras tanto, esperan poder volver a Córdoba a principios de febrero cuando acaben los exámenes online.

Elena, Melody y Alba en el lago Pergusa, en Enna. Elena, Melody y Alba en el lago Pergusa, en Enna.

Elena, Melody y Alba en el lago Pergusa, en Enna. / El Día

En Polonia, otro destino habitual de los españoles para aprovechar el Erasmus, se encuentra Belén Palma. Concretamente en la ciudad de Lublin, al sureste del país. Esta joven de 22 años está estudiando la carrera de Medicina en la UCO. Cuando llegó a su destino Erasmus en septiembre, no le exigieron ninguna PCR. “Allí parecía que no había coronavirus, estaba todo abierto y no había que llevar mascarilla”, comenta Belén.

Sin embargo, cuando llevaba tres días allí y pese a que por la ciudad podía moverse a su antojo, la echaron de su facultad porque tenía que estar diez días de cuarentena, algo que le impactó.

Y es que, a la tercera semana en Lublin, la situación se complicó y el gobierno polaco cerró todos los establecimientos y obligó a los ciudadanos a llevar mascarillas. Pese a ello, “las fiestas, que estaban prohibidas, seguían celebrándose por la cantidad de Erasmus que hay en la ciudad”, explica Belén.En Lublin, al igual que en Praga o Enna, sufrieron una fuerte oleada de coronavirus. En la tercera semana, la mitad de la residencia donde reside Belén cayó contagiada. “Vinieron los sanitarios para hacer la PCR a los estudiantes, pero se dedicaron a sacar fotos y a preguntarnos cosas sin apenas hacernos caso y prácticamente a nadie le hicieron la PCR”, comenta la estudiante.

Pese a los problemas, lo mejor que se lleva Belén de su experiencia es que ha podido viajar a países europeos, algo que en la situación actual parece medio imposible. Eso sí, a ciudades donde no le pidieron ningún requisito sanitario para acceder, como Estocolmo, donde, además, “la gente iba sin mascarilla”, explica.

Con respecto al país, las medidas son más estrictas ,porque allí los bares y tiendas cierran permanentemente. Eso sí, la mascarilla es obligatoria, pero los polacos hacen poco caso, protesta Belén. Por ejemplo, ahora mismo hasta las 12:00 solo pueden entrar en supermercados las personas mayores, y solo abren sitios de comida para llevar, por lo que “las calles están vacías”.

Belén Palma, estudiante de Medicina en la UCO, en Kazimierz Dolny, pueblo de Polonia Belén Palma, estudiante de Medicina en la UCO, en Kazimierz Dolny, pueblo de Polonia

Belén Palma, estudiante de Medicina en la UCO, en Kazimierz Dolny, pueblo de Polonia / El Día

No tan lejos de España, en Portugal, Alberto Estepa está estudiando su último año de Ingeniería Mecánica. Este estudiante vive su Erasmus en la ciudad de Oporto, donde llegó en septiembre, y como en la mayoría de ciudades, parecía que allí el covid no existía. Los bares estaban hasta arriba de gente sin mascarilla y los cines y teatros abrían.

Pero, como en toda Europa, a las semanas, Portugal comenzó a poner restricciones muy similares a las de España. Reuniones con máximos de gente y toque de queda, aunque eran más débiles que en España porque “la gente las ignoraba bastante y la policía no sancionaba”, asegura Alberto. Por eso, en octubre, del grupo de españoles que hay en Oporto, que son de entre 200 y 300 estudiantes, la mitad se contagiaron de covid, confirma el estudiante.

Entre el caos que supone que tantos Erasmus caigan contagiados, la ciudad portuguesa respondió con rechazo. “Los médicos pasaban de los españoles y nos miraban mal por la calle, y eso que no había fiestas ilegales ni nada, sino que las reuniones se hacían en sus bares donde eran ellos quienes hacían negocio con los Erasmus”, explica Alberto, que cuenta también que fue vetado por la Universidad de Oporto pese a que tuvo la PCR negativa.

Con el avance de la pandemia, en noviembre, comenzaron a poner restricciones serias. Mascarilla obligatoria y un confinamiento distinto al de España, porque te permite salir a la calle pese al toque de queda. “Portugal tiene ahora muchos más casos que España debido a que las restricciones son más débiles, por eso van a poner un confinamiento serio ante la situación crítica de ahora", explica el estudiante.

Alberto, pese a las circunstancias, no se arrepiente de su lejana experiencia. Y es que, sin fiestas ni celebraciones, al final estos estudiantes volverán a Córdoba con “muchas historias que contar y valiosas nuevas amistades”.

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