Córdoba bajo el juramento de San Rafael

Desde la aparición al padre Roelas en 1578 hasta la devoción viva de hoy, la historia de Córdoba está marcada por el juramento del arcángel que prometió custodiarla para siempre

Detalle de un triunfo de San Rafael
Detalle de un triunfo de San Rafael / Miguel Ángel Salas
Alejandro Aguilar
- Historiador

24 de octubre 2025 - 07:00

Como recordaba Manuel Pérez de la Lastra y Villaseñor en su artículo San Rafael, Custodio de Córdoba, la primera aparición del arcángel tuvo lugar mucho antes de la del padre Roelas. Fue en el año 1274, cuando se manifestó a fray Simón de Sousa, religioso lusitano y comendador del convento de la Merced, en plena epidemia infectocontagiosa que azotaba a la ciudad. Aquel suceso marcó el inicio de una relación especial entre Córdoba y su Custodio, vínculo que siglos más tarde se confirmaría de manera definitiva.

Según la tradición, en 1578, el padre Andrés de las Roelas, también mercedario, fue testigo de una nueva y decisiva aparición. El arcángel San Rafael se le manifestó para confirmar la autenticidad de las reliquias de los Santos Mártires de Córdoba, halladas poco antes.

Pérez de la Lastra narraba que el padre Roelas se hallaba postrado en el lecho por enfermedad cuando el arcángel se le apareció y le ordenó salir al campo, prometiéndole que recuperaría la salud. Obedeciendo, salió en dirección a San Lorenzo, pero, conmovido por la visión, llegó hasta el Marrubial. Allí, contempló a cinco caballeros lujosamente ataviados. Uno de ellos le anunció que los huesos hallados en la iglesia de San Pedro eran de los Santos Mártires de Córdoba, y que su intercesión libraría a la ciudad de futuras epidemias. Después, los jinetes desaparecieron. En memoria de aquel suceso se colocó una cruz de piedra, aún visible en la calle Cinco Caballeros, testimonio de aquel encuentro.

Durante las noches siguientes, el arcángel volvió a manifestarse al sacerdote. Y fue el 7 de mayo de 1578 cuando, al preguntarle quién era, escuchó la frase que selló su vínculo con Córdoba: “Yo te juro por Jesucristo crucificado que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene por guarda en esta ciudad.”

El lugar de la aparición se convirtió pronto en centro de devoción. La iglesia del Juramento de San Rafael se levantó sobre la vivienda del padre Roelas, iniciativa de don José de Valdecañas y Herrera —veinticuatro de la ciudad y primer hermano mayor de la hermandad de San Rafael—, quien propuso en 1652 destinar la casa a templo y ponerla bajo el patronato del Ayuntamiento. El edificio fue bendecido en 1732, y entre 1796 y 1806 se realizaron las obras que le dieron su fisonomía definitiva. En 1855 se añadió la capilla del Sagrario, completando su configuración actual.

En 1650, la Santa Sede aprobó la fiesta litúrgica de San Rafael, y cinco años después se fundó la hermandad del arcángel custodio, integrada por la nobleza y clero cordobés, así como los miembros del Cabildo Catedralicio, como testimonio duradero de la gratitud del pueblo hacia su eterno protector.

Triunfo de San Rafael en la Puerta del Puente
Triunfo de San Rafael en la Puerta del Puente / Miguel Ángel Salas

Los Triunfos de San Rafael

“Córdoba vive bajo la protección del arcángel San Rafael”, escribía Antonio Ortiz Villatoro en la prensa local, al referirse al Triunfo del Puente Nuevo, obra de Amadeo Ruiz Olmos. Para el periodista, la ciudad “ha ido alzándole monumentos” a lo largo del tiempo, demostrando así la fe del pueblo cordobés al Custodio. Al alcalde don Pedro Alfonso de Flores y Montenegro le debemos el primero de los monumentos levantados a San Rafael, el 2 de septiembre de 1651, en el Puente Romano sobre el río Guadalquivir.

Ninguna otra figura religiosa tiene tanto protagonismo urbano: los triunfos en honor a San Rafael son una muestra de la devoción de Córdoba. El historiador Rafael Castejón recordaba que estos monumentos son tanto expresiones de fe como hitos del urbanismo barroco. No hay generación de periodistas e historiadores cordobeses que no haya escrito sobre el Custodio. En los años ochenta, Antonio Bejarano titulaba su columna Siempre San Rafael, donde evocaba la presencia del arcángel en la vida cotidiana de la ciudad. Para Bejarano, el arcángel era una manera de entender la vida, recordando la costumbre cordobesa de colocar su imagen en hornacinas, talleres o conventos, como símbolo de protección cotidiana y signo de identidad espiritual.

El Custodio del siglo XXI

Hoy, cuando Córdoba se abre a los nuevos tiempos sin perder sus raíces, San Rafael sigue siendo un punto de encuentro entre distintas generaciones. Las velas encendidas en la iglesia del Juramento y las flores depositadas cada 24 de octubre mantienen viva una devoción que ha sobrevivido a guerras y epidemias.

El arcángel que prometió protección eterna cumple su palabra y cada año vuelve a unirnos. Quizás por eso, cada cordobés que levanta la vista hacia una de sus estatuas siente, sin saberlo, la misma certeza que movió a sus antepasados a jurar fidelidad al Custodio.

Porque San Rafael no solo protege la ciudad: también la define, la acompaña y la explica a lo largo de los siglos. Una ciudad que se sabe acompañada, custodiada y agradecida. Una Córdoba que, cada 24 de octubre, vuelve a decir: “San Rafael, Custodio de Córdoba, ruega por nosotros”

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