Trasplante cardíaco

Un corazón compartido

  • Rafael Bejarano siempre tiene presente a su donante, gracias al que pudo recibir un trasplante cardíaco, al igual que María de la Sierra Mata, que también tiene un riñón de su marido

"Siempre tengo presente a mi donante, me acuerdo de él, cuando salgo a la calle sé que voy con él y donde quiera que esté le doy las gracias, al igual que a su familia", manifiesta emocionado Rafael Bejarano, un cordobés que a los 46 años recibió un corazón que le salvó la vida. Su problema empezó un día mientras iba en bicicleta subiendo una cuesta en Adamuz. Entonces sufrió un trombo que los médicos achacaron al tabaco ya que por aquel entonces fumaba de forma esporádica. Tenía dolor en los hombros y sudores pero "nunca pensé que fuera un infarto", asiente. Al sentirse mal, llamó a sus amigos, que lo llevaron a su casa, se acostó "y me empecé a poner malo de verdad", así que fue al ambulatorio, donde le hicieron un electro y llamaron a una ambulancia para llevarlo al Reina Sofía. "Los médicos del ambulatorio de Carlos III se portaron muy bien conmigo, ellos fueron los que me salvaron en ese momento", indica.

Como llevaba tanto tiempo con el infarto, el músculo cardíaco se había dañado mucho y no bombeaba bien. Primero los médicos del Reina Sofía intentaron solucionar su problema con células madre pero no fue posible, y con el tiempo el resto de órganos empezó a resentirse, por lo que pasó a la lista de Código Cero. Al mes de espera hubo un corazón compatible pero la envergadura de la persona no coincidía con la de Rafael "y los médicos decidieron que me iba a venir justo, y acertaron". El segundo, el que lleva ahora, llegó a los dos meses y medio, el 19 de junio de 2008. "Hay que ser muy grande para tomar una decisión como la que tomó mi donante y su familia, y tener un corazón muy bueno, que es el que tengo yo".

Rafael confiesa que durante un tiempo "pensaba en él (su donante) siempre" y le gustaría conocer a su familia, sin embargo el programa respeta la confidencialidad del donante y el receptor. "Estoy muy agradecido porque sin él no estaría aquí respirando; te paras a pensarlo y esa generosidad y solidaridad es muy grande", agrega este cordobés. Ahora "siempre lo tengo presente, y muchas veces cuando salgo le digo adónde vamos, porque vamos los dos". Además, destaca la labor de los doctores del Reina Sofía, sin los que tampoco sería posible llevar una vida normal.

También pasó por el proceso de espera y trasplante María de la Sierra Mata, que empezó a tener problemas cardíacos con 28 años. En junio de 2000 llegó al Reina Sofía derivada de Cabra y aquí descubrieron que padecía una miocardiopatía restrictiva. Estuvo con un tratamiento más de tres años y en el verano de 2003 volvió a sentirse mal: la enfermedad había empeorado y la solución era un trasplante. Así, entró en lista a la espera de "esa llamada que tanto queremos y a la vez tanto tememos".

Esto supuso un duro golpe para María de la Sierra porque ella esperaba regularizar el problema con un cambio de tratamiento. "Estuve unos meses bastante mal psicológicamente" pero llegó un momento en el que lo asimiló y cambió su forma de pensar para poner todo de su parte. Para ello recibió el apoyo de su familia y amigos, que se volcaron con ella.

El 15 de enero de 2004 por la tarde recibió la llamada del hospital porque había un posible corazón para ella. A las 18:00 ya estaba en el Reina Sofía y lo último que vio antes de la operación fue el reloj de quirófano marcando las 23:50. Estaba muy serena, más que sus familiares y, aunque tenía miedo -"es imposible que no lo sientas en una intervención de este tipo", asegura-, "iba con ganas".

El día 17 despertó y estuvo un mes ingresada para recuperarse. Recibir el corazón "fue un cambio radical, te da la vida y no sólo a ti, sino también a tu entorno", por lo que está agradecida al personal del hospital y "a la decisión que tomó esa familia, que en unos momentos tan duros fue capaz de decir sí a la donación".

No es la única experiencia que María de la Sierra -que ahora tiene 45 años- ha tenido con los trasplantes: diez años después del cardíaco sus riñones empezaron a fallar. En ese caso el donante fue su marido. Ella era reticente y, de hecho, asegura que "es la decisión más difícil que he tenido que tomar", pero gracias a ello ahora lleva una vida normal. Él quería hacerlo, incluso barajó la donación cruzada, y demostró que "es una persona muy generosa y valiente", concluye.

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