"Los colegios se dedican a vender libros ilegalmente en vez de educar"
geografía humana
Pérez de la Concha, veterano librero de la plaza Cardenal Salazar, planea su retirada para 2016


MARIANO Pérez de la Concha es el propietario de la clásica Librería Andaluza, en la plaza Cardenal Salazar, y presidente de los libreros cordobeses, una tribu que crece y decrece, según las épocas, pero que todavía se mantiene pese a los malos augurios, la escasez de lectores y los avances tecnológicos como el e-book. Pérez de la Concha, y otros como él, han logrado que no sea cierto -o al menos no cierto del todo- el tópico de que en Córdoba hay una sola librería por 300 tabernas.
-Su librería se abrió en 1971 y usted se hizo cargo de ella en el 79. ¿Cuántas había en esos años?
-En el año 1971 la nuestra era una librería científica, y aparte estaban solamente las dos Luques y la librería Ágora, un establecimiento muy tradicional de la línea de izquierdas que la montaron dos buenos profesionales, pero que por la significación política lo pasó muy mal y tuvo que cerrar.
-Qué tiempos...
-No se montó solo como librería de libros de un determinado signo, era un punto de encuentro de intelectuales y los fundadores querían tener su sitio de encuentro y difundir libros que en época franquista estaban perseguidos. Fue incluso tiroteada en alguna ocasión antes de la muerte de Franco.
-¿Ha notado si en los últimos 40 años si pasea con un libro por la calle la sensación es distinta?
-Sí, he notado que antes paseabas con un libro y nadie te miraba, y ahora vas leyendo un libro por la calle y te miran como si llevaras algo raro en la mano. Si hablas por el móvil nadie se fija. A mí me ha pasado que iba por la calle leyendo la prensa y me han llegado a decir "por la calle no se lee". Oiga, hay que leer en cualquier momento. Muchas veces he leído libros en el rato de cerrar el negocio y andar hasta casa.
-¿En su caso como se vive sin exponer best seller en el escaparate?
-Es un planteamiento que me hice cuando comencé porque teníamos desde el inicio un centro universitario al lado y eso significaba en aquellos tiempos una buena fuente de ingresos. Había muchos estudiantes y el libro universitario estaba por explotar. Yo continué la labor del antiguo dueño de promocionar y vender los libros universitarios a todas las bibliotecas y facultades que se estaban creando.
-¿A lo largo de estos años los compradores de libros son menos?
-Se ha restringido radicalmente porque en aquellos tiempos los estudiantes compraban los libros que les exigían para los cursos, pero también se compraban alguna obra de narrativa para su entretenimiento. Desgraciadamente ha desaparecido ese interés y los estudiantes ya ni compran los libros que les obligan o recomiendan en la facultad los profesores. Se dedican a fotocopiar o a tomar apuntes.
-¿Qué tal la competencia de los colegios que venden libros?
-De toda la vida siempre ha habido una parte de libros que se venden en los colegios. Pero últimamente lo que se ha ido permitiendo, por más que el sector librero, el editor y el autor nos opongamos, es que los colegios se dediquen a lo que tienen que hacer: enseñar, educar. Los establecimientos autorizados, que somos los que pagamos los impuestos y cumplimos los requisitos, deberíamos de ser los que vendemos los libros. Desgraciadamente muchos colegios hoy en día tienen el negocio de vender libros, vender uniformes, vender zapatos y no dar clases. En las clases con que manden cuatro tareas es suficiente.
-Es decir, que venden libros ilegalmente.
-Ilegalmente, porque ellos no están autorizados si no se han dado de alta fiscalmente en Hacienda, si no ha dado permiso el Ayuntamiento, si no se paga al personal que se tiene con un contrato de trabajo laboral que no sea un contrato de personal educativo; es decir, los requisitos que cumple cualquier establecimiento mayor o menor donde se pagan todos los impuestos, los salarios, la Seguridad Social y todo lo que el Gobierno te exige los 365 días del año. Ellos a veces abren durante 15 días, venden barato y luego ni siquiera pagan los impuestos...
-¿Preocupa eso mucho a las asociaciones de padres de alumnos?
-Ellos lo que le van buscando es que le salga barato, y entiendo que todo el mundo busque eso. Pero si se paran a pensar, no saben si los que les está vendiendo el colegio es realmente más barato que lo que está en el mercado. El colegio les exige un uniforme y muchas veces ese material lo pueden encontrar más barato en un establecimiento abierto al público como ya hemos demostrado más de una vez. Si los padres tienen el cheque libro de la Consejería de Educación pueden ir con ese cheque a cualquier establecimiento autorizado, desde kiosco de prensa con licencia hasta grandes almacenes, pero en un colegio el beneficio se lo lleva algunos profesores para su bien y no para el bien del centro.
-Fue responsable de la Feria del Libro ¿Está satisfecho de que sea una cita obligada?
-En colaboración con la Consejería de Cultura, la asociación de libreros creó la feria en 1986. En aquellos tiempos los libreros recibíamos la subvención del Ayuntamiento con la instalación de las casetas y la Junta nos daba un dinero que nos permitía las necesidades básicas de la infraestructura y a la que añadíamos los libreros una cuota que pagábamos para poder costear los desplazamientos de autores. Nosotros negociábamos con las editoriales en el sentido de que ellos trajeran los autores gratis. Ahora la Junta llega a pagar hasta 2.000 euros por traer un autor a Córdoba. Esto ha sido una lucha perdida porque ahora las instituciones públicas traen los autores que ellos quieres y si nosotros solicitamos a alguno nos lo traen a regañadientes. Está bien traer un premio Nadal, pero hay otros autores que también tienen derecho a estar en la feria y debemos potenciar más a esos que no son tan conocidos a nivel nacional o local.
-¿Me dice que en el fondo que con dinero público se paga traer autores con criterios no adecuados o no escogidos por los libreros?
-Es verdad que las instituciones han apostado más por Córdoba que incluso Sevilla. El apoyo institucional fue muy válido, también por parte del Ayuntamiento, pero el Centro Andaluz del Libro apostó por traer una especie de circuito de autores y esos autores son los que te traen, es un circuito restringido. Si te sales de eso te llaman la atención y te dicen: "Los autores son cosa nuestra". Y yo entiendo que tiene que ser al revés, la institución tiene que estar al servicio o en apoyo de los libreros, que son los que deben elegir.
-¿Sigue habiendo lectores que preguntan al librero para que les recomiende un autor?
-Han bajado mucho por la crisis... Algún lector asiduo llega a preguntar, pero muy pocos. Antiguamente daba gusto. Hoy hay demasiadas novedades que te saturan el mercado y no da ya tiempo a lo que pasaba antes, que por el boca a boca decías a algún compañero: "Hemos recibido este libro, merece la pena que lo recomiendes y promociones aunque no entre dentro del circuito de los tres grupos editoriales". Muchas veces no te da tiempo ni siquiera a quitarle el plástico a un libro porque automáticamente tienes que devolverlo porque no tienes espacio.
-Déme ejemplos de los dos casos: del autor que llena la librería y del desconocido que habría que promocionar.
-Hay autores como por ejemplo Ken Follet que siempre son bienvenidos, no necesitan promoción. Hay editoriales sobre todo del grupo Planeta que tienen a sus diez autores y no salen de ahí , pero luego tienes a las editoriales Ariel o Crítica, dentro de ese grupo, con muchos autores y cosas muy buenas. En el otro sentido te hablaría de los autores locales a los que considero que si la obra es buena habría que promocionarlos, autores que no pertenecen a ningún grupo y a los que debería dárseles sitio.
-¿Qué recomendaría de los locales?
-A Primo Jurado, que ya tiene un abanico grande de títulos, o a Joaquín Pérez Azaústre. También a Alejandro López Andrada, que con su escritura rural llega mucho. Los poetas son de difícil difusión en una librería, ellos han buscado su canal promocionándose unos a otros. La poesía no tiene tanto tiro como tenía antiguamente. Poco queda ya de cuando los poetas del grupo Cántico se reunían en la librería y leían sus poemas, era la librería como sitio de encuentro. Pocos escritores aparecen ya por la librería. Quizá porque ya no pueden fumar, tener un cigarro en la mano. Me acuerdo de Carlos Clementson, que en los 80 se venía aquí a la librería y se fumaba un cigarro y leía unas páginas de un libro o de otro; al menos, era el aliciente de gente que llenaba la librería y leía en ella.
-A lo mejor si pone un puesto de chupa-chups vuelven los escritores...
-Yo ya no es que quiera jubilarme, pero después de 40 años ya tengo que ir pensando que ya he hecho un poco y como mucho quiero aguantar hasta la Capitalidad. Pero sí diré que en el 2016 la Librería Andaluza desaparecerá, incluso el local actual ha sido adquirido por un restaurante.
-Estos años han cerrado varias librerías, pero ha reabierto Luque, ha abierto Novolibro... ¿Son unos temerarios?
-Se cerraron Anaquel y la Compañía del Libro, que parecían que iban bien. Novolibro ha querido cubrir en esa zona el centro, y lo veo bien. La temeridad es que hoy día hay que ir con mucha cautela, las librerías deben de ir a mantener un stock mínimo porque no se pueden sostener de otro modo. Hay que mantener lo bueno y devolver inmediatamente lo que no lo es porque entran de 50 a 100 novedades diariamente.
-Hace unos años las termitas se querían comer los anaqueles de su librería. ¿Una metáfora del anunciado fin del libro?
-Menos mal que empezaron a atacar por la parte del almacén y salvamos los libros. Cerramos un mes, pero pudimos solucionarlo con los tratamientos. Luego tuvimos una inundación por ruptura de tuberías y gracias a que el seguro nos sirvió hemos podido levantarnos de nuevo.
-El mensaje es positivo, no va a desaparecer el libro.
-Puede que desaparezca el lector, o la forma de leer, aunque los e-book aún no tienen la aceptación que se esperaba. En España nos gusta lo físico, lo tangible, poder tocar el papel y no tener una pantallita que nos cansa la vista.
-¿Usted escribe?
-Empecé a escribir cuando en los tiempos de juventud tenía la ilusión de ser librero y escritor. Escribía un poquito. Mi contacto con el libro vino por una vecina que me los prestaba. El primero que leí fue Los cachorros, de Vargas Llosa. Me enganché y me leí todo lo que había publicado. De día trabajaba y por la noche leía mucho para poder devolverle el libro a la vecina y poder coger otro. En mi casa tengo 35 metros de librería repletos. Leo mucho pero no he llegado a escribir más allá de un poema esporádico.
-Una pregunta tonta. ¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
-El Quijote. Lo que aporta te da mucha visión de la vida real.
-Tiene aquí al lado el colegio de los sacerdotes, tiene la Catedral... ¿Qué libro debería leer todo sacerdote?
-Aparte de la Guía de Perplejos de Maimónides, el Calendario de Córdoba, un libro agotado hace tiempo sobre las vivencias de la tradición judía, árabe y cristiana que plasma la servidumbre judía al califato árabe; es uno de los libros más bonitos que he leído. Me ha dado una visión muy grande de la Córdoba judía.
-Si no nos dan la Capitalidad, ¿viviremos sin cultura?
-Deberíamos estar mentalizados, por si no se consigue. Habría que levantarse siguiendo con la idea de fomentar la cultura, promocionando Córdoba. Hay que seguir luchando, trabajando por promover la ciudad. Si no se consigue esta vez, para otra sabremos los errores... Por supuesto, no hay que esperar a un nuevo evento para realizar cosas.
-¿Están los libreros pendientes de la elección?
-Hay muchos establecimientos pendientes de la elección, esperando que salga y se generen ingresos y beneficios. Si no nos lo dan muchos establecimientos no llegarán a finales de año.
-En la revista La Codorniz salió un chiste de una señora entrando en una librería y diciéndole al librero: "Quisiera un libro, no sé si me entiende"
-Yo tuve aquí una experiencia similar. Me llegaron y me pidieron que le vendiese 70 centímetros de libro. Por eso tengo un pequeño refranero en un cartel en el que aparecen todos los que intervienen: el escritor, el editor, el distribuidor y que acaba con la frase de que ser librero es la tarea más ardua que hay porque pocos son los que te viene pidiendo un libro, te vienen pidiendo un objeto.
-De todos modos, ¿tiene usted libros de 70 centímetros?
-Sí, e incluso de 20 y de 15 por 20.
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