El arquitecto cordobés que alzó el Parlamento de Andalucía
Cordobeses en la historia
Hernán Ruiz Jiménez fue hijo y padre de arquitectos, trajo aires renacentistas a la Andalucía del siglo XVI, intervino en lo más significativo de su patrimonio y pasó a la historia con el apodo de El Joven.



HABÍAN pasado diez años de la muerte de Isabel La Católica que situara la corte en Córdoba hasta la caída de Granada. Las riquezas importadas de las Indias, tras el viaje que le presentara Colón en el Alcázar, cristalizaron en la bonanza económica que debía disfrutar esta ciudad en 1514; la fecha y lugar del nacimiento de Hernán Ruiz El Joven, a quienes otros dan por buena la cuna cordobesa pero difieren en cuanto al año, que sitúan en 1508.
Su padre, Hernán Rodríguez Ruiz, conocido por Hernán Ruiz El Viejo, se ocupaba de levantar el hospital de San Sebastián (actual Palacio de Congresos), en los terrenos tomados por la Iglesia a partir de la llegada de Fernando III El Santo. Ya era viudo de Ana Fernández y esposo de Catalina Jiménez, madre de sus siete hijos. El cordobés (burgalés según otros) empezaba a destacar por sus obras civiles a unos años de abordar el encargo en lo que sería la construcción de la entonces Catedral Nueva, una de las intervenciones más importantes del prolijo arquitecto, del que dice el profesor Alberto Villar Movellán (La arquitectura del quinientos, 1986) que "tuvo la suerte de formarse en una familia de canteros cordobeses y de no contar en todo el periodo con maestros de su talla que pudiesen hacerle sombra en Córdoba", asegurando que no todo lo que se le atribuye pudiera hacerlo solo.
Sea como fuere, su posición destacada permitió al joven Hernán Ruiz II obtener un título, según el autor anterior, expedido por el Ayuntamiento de Córdoba, que lo habilitaba como arquitecto. Así, aborda la capilla baenense del convento Madre de Dios, concluida en 1539. Sería la que precedió a una de las más relevantes de cuantas de él se conservan: la del palacio que alberga el actual Museo Arqueológico presidiendo la Plaza de Jerónimo Páez.
En 1547 ya ha obtenido el cargo de maestro mayor de las catedrales de Córdoba, contando con la complacencia y el mecenazgo de Leopoldo de Austria; conocido este obispo por su vida relajada, su protegido no le fue a la zaga por lo que insinúan sus biógrafos. Contrajo matrimonio con Luisa Díaz y tuvo al menos dos hijas a las que casó en Sevilla, y un hijo que heredó su importante biblioteca y el oficio del abuelo, El Viejo, y de su padre, El Joven, siendo conocido por Hernán Ruiz III.
Por el nacimiento del tercero de los Hernán Ruiz, su matrimonio debió celebrarse en Córdoba y a muy temprana edad, lo que no impidió la vida desordenada que enturbió los últimos años de existencia del primero de esta saga de arquitectos. A estas circunstancias alude discretamente también Villar Movellán, achacándosela a sus "lances" de adulterio, apresamientos por cuestiones monetarias y a otras circunstancias como las que con 30 años le obligaron a marcharse a Lisboa huyendo, al parecer, de las innumerables deudas contraídas. Dejaba atrás un halo de desmanes en lo personal y profesional.
Aunque no se especifica cuántos meses estuvo en la capital portuguesa, sí se sabe que regresó a su ciudad natal para residir aquí al menos 14 años más, hasta fijar su residencia en Sevilla a partir de 1558. Sin embargo hay autores que señalan el mes de diciembre de 1557 como la fecha en que recibió su primer jornal por parte del cabildo de aquella ciudad, por lo que es probable que recalara allí en el último mes de aquel año.
En la capital hispalense, el arquitecto Martín de Gainza había dejado esbozado antes de morir, en 1556, la obra del hospital de las Cinco Llagas, sede actual del Parlamento Andaluz. Hernán Ruiz se hace cargo de su continuación, rescatándola de dos años de abandono, y en otros tantos logra culminarla, habiendo ejercido desde un año antes el cargo de maestro mayor en las catedrales de Sevilla, compatibilizándolo con otro de aquel ayuntamiento entre 1560 y 1569.
Paralelamente a su intervención en las Cinco Llagas, en 1558 acomete las obras de la Catedral de Sevilla, y deja ingente muestra en una buena parte de sus capillas, siendo lo más popular de aquella época el paso de su mano por la Giralda, donde colocó el cuerpo de campanas que desde entonces la distingue como cristiana de su gemela en Marrakech (la Kutubía).
Otras ciudades como Badajoz, Huelva, Cádiz, Málaga o Jaén conservan igualmente su sello. Con su padre, construyó en Bujalance una parte de la iglesia de la Asunción, que todavía se conserva como una joya gótico-renacentista, y en solitario, perviven la parroquia de San Andrés, en Adamuz; la de Santiago, en Belalcázar; las de la Asunción, en Belmez y en Cabra, la de San Bartolomé, en Montoro, o la Catedral de la Sierra, en Hinojosa del Duque. Quedaron también sus conocidísimas portadas cordobesas, su labor en el Puente Romano, San Lorenzo, San Nicolás, San Pedro, en la Mezquita-Catedral o el bellísimo palacete de los Villalones, que junto a su vastísimo catálogo, lo consagran como el arquitecto renacentista más importante de Andalucía.
El 21 de abril de 1569 falleció en Sevilla después de haber pedido hacer testamento el día anterior, legando a su hijo una riquísima biblioteca técnica. Su mujer regresó para morir y ser enterrada en Córdoba.
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