La amenaza de las agujas ilegales
Muchos tatuadores trabajan sin licencia ni garantías sanitarias a cambio de precios más baratos
Hace tiempo que los tatuajes forman parte de la cotidianidad y ya apenas sorprende la noticia de que alguien haya decidido marcar de por vida su piel con una frase o dibujo de especial significado. Lo que para unos es solo una moda supone para otros una forma de expresión, y para los expertos tatuadores este arte y oficio significa además su modo de ganarse la vida. Como en todos los sectores, la sombra del intrusismo supone una amenaza para el futuro y la dignidad de su profesión, más aún cuando se trata de una actividad en la que se corren tantos riesgos.
La decisión de hacerse un tatuaje conlleva peligros que van más allá del posible arrepentimiento posterior. Por este motivo, las revisiones de Sanidad son frecuentes en los estudios y los profesionales dedicados a ello deben haber superado un curso higiénico-sanitario para ejercer legalmente. De este tipo de garantías carecen los estudios clandestinos o las improvisadas salas de tatuaje en que se convierten las casas de aquellos que desarrollan este trabajo ajenos a las normativas.
En ocasiones, dedicarse al tatuaje "se ve como una forma de ganar dinero fácil", explica Ángela López, del estudio Alegna Tattoo, quien matiza que también hay muchos buenos tatuadores "escondidos" que se ahorran de esta forma "pagar la cuota de autónomo, declarar a Hacienda o el alquiler de un local". Pero este modo de trabajo ahorra también en revisiones sanitarias y en controles higiénicos y materiales. Por ejemplo, "Sanidad obliga a tener esterilizadores" para los instrumentos y controla las tintas que se emplean, explica esta tatuadora.
¿Por qué iba entonces alguien a confiar su tatuaje a quien no ofrece estas garantías? El motivo es simple: dinero. "Muchos te dicen que por lo que tú pides 50 euros, otros solo piden 20", cuenta Tattoo Rafa, uno de los fundadores de la Asociación de Tatuadores y Anilladores de Andalucía, que lleva dedicándose profesionalmente al tatuaje desde los años 80. "La gente busca lo barato y no se preocupa por la higiene, hay mucha irresponsabilidad y en parte la culpa la tienen los programas basura de tatuaje que han salido en televisión", opina.
Otro contra de acudir a estos locales es la imposibilidad de reclamar ante un mal resultado, explica Pablo Ruiz, de Buffo Tattoo. Por ello, a veces estas chapuzas favorecen a los estudios homologados, que atienden a personas descontentas con el resultado final de sus tatuajes que solicitan un tapado o el borrado total del mismo. Estas operaciones pueden costar "hasta el triple" que el tatuaje inicial, cuenta Ruiz. Un ejemplo de que lo barato acaba saliendo caro.
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