Defensa

De Córdoba a Senegal para cumplir una misión

  • Sara García-Valón es una militar cordobesa desplazada a Dakar para participar en la seguridad cooperativa de ambos países

Sara García-Valón en la base militar de elementos franceses en Senegal.

Sara García-Valón en la base militar de elementos franceses en Senegal. / El Día

Sara García-Valón es una militar cordobesa que ha decidido trasladarse voluntariamente a Senegal como parte del equipo de enlace entre las Fuerzas Armadas españolas y el ejército senegalés para llevar a cabo una seguridad cooperativa trabajando a nivel logístico y administrativo, teniendo como lugar de trabajo la cuidad de Dakar, capital del país.

La joven sargento asegura que como todo militar que ame su trabajo, éste lleva intrínseca esa ambición por mejorar aprendiendo, y qué mejor manera de hacerlo que llevando su labor a otras partes del mundo de una manera un poco más directa.

Trasladarse a Senegal ha sido un reto tanto personal como profesional. "Tengo la sensación de que esta experiencia, que está siendo un gran aprendizaje vital, me hará crecer también en lo humano, sin contar con el hecho de que conocer y convivir con integrantes de otros ejércitos me ayudará a crecer como soldado", relata la cordobesa.

Su trabajo consiste en reforzar o generar las capacidades militares de las fuerzas armadas de Senegal mediante entrenamiento en actividades puramente de combate y preparación en la lucha contra el terrorismo, así como adiestramiento en misiones diversas. Esto es lo que se conoce como seguridad cooperativa. 

Ir de misión y trasladarse a un país como Senegal genera innumerables planteamientos previos. Sara García-Valón asegura que sus expectativas eran muy altas y desde el primer día que llegó al país se están cumpliendo: "Pensaba en el aprendizaje que esta experiencia iba a suponer para mí y, desde luego, no ha sido menos, tanto a nivel profesional como personal". 

Y es que, además del ámbito laboral, personalmente "te cambia por completo". En sus ratos libres, la sargento ha podido compartir tiempo con la gente de a pie y mimetizarse con sus costumbres. "Aquí te das cuenta del valor que tiene el techo de la casa donde vives, los libros que compras en la librería de tu calle o el plato de comida que nunca falta en la mesa", detalla. 

En una visión global, el trato con la población local ha sido excelente, aunque como es de esperar en un país en vías de desarrollo, "no es tanta la aceptación que se pueda tener respecto a países como España", matizando acto seguido que "con aceptación no me refiero a tolerancia, sino a hacer de esto algo cotidiano".

En este sentido, la cordobesa hace referencia al porcentaje de la representación femenina en las fuerzas armadas senegalesas, que "es realmente exiguo". Por ello, ante su llegada, "a pesar de la sorpresa que les suponía, siempre han mostrado una actitud grata y muy respetuosa", sentencia.

A pesar de la gratas vivencias que está cosechando en el continente africano, nada más pisar el país se topó con el primer inconveniente. "Tuve gran dificultad para pasar la aduana porque al personal de seguridad del aeropuerto le resultaba increíble que una mujer, y tan joven, viniera a su país en calidad de militar, así que tuve que justificar mi documentación más que cualquier otro compañero", comenta la soldado, a la que lo sucedido le ha servido para entender que "no toda la sociedad avanza de la misma manera y que aún hay trabajo por hacer en países como Senegal".

Un destino marcado 

La sargento cordobesa entró en el ejército en 2015. Su vocación era tal que al cumplir los 18 años, mientras terminaba bachillerato y se examinaba de Selectividad, ya preparaba las pruebas de acceso. Ese mismo verano fue admitida para ingresar en la Academia General Básica de Suboficiales del Ejército de Tierra. Desde entonces, han sido tres años de formación y tres años en servicio activo.

La pasión por este mundo la tiene heredada, ya que varios familiares se dedican a ello, aunque la figura que más le marcó fue la de su padre: "Desde que nací siempre han querido mostrarme este trabajo como una opción más y he podido estar presente en numerosas exposiciones y actos o paradas militares".

Siempre tuvo claro que se dedicaría a ello y es que, tal y como le recuerdan sus conocidos, con tan solo cuatro años, ya decía que de mayor quería seguir yendo al cuartel como hacía entonces, pero llevando el uniforme. 

"Siempre lo tomaron como comentarios inocentes de una niña, pero conforme iba creciendo ellos también iban dándose cuenta de que realmente quería vestir este uniforme. Entonces entendí que no era una opción más, sino la única", afirma emocionada.

A lo largo de este camino, debido a su deseo de pertenecer a las Fuerzas Armadas también ha recibido reticencias por ello, sobre todo a lo largo de su adolescencia, etapa en la que uno empieza enfocar sus estudios en aquello a lo que se quiere dedicar el día de mañana. "A pesar de que siempre me vi apoyada por mi círculo más cercano, considero que cuando somos más jóvenes no recibimos tanta información como deberíamos y esto provoca no tener referentes femeninos", subraya. 

Precisamente este es uno de los hándicap de las profesionales que deciden pertenecer a este mundo. "Este, como cualquier otro, también es un trabajo para nosotras; es un trabajo que requiere disciplina, constancia y mucho sacrificio, y no es nada que las mujeres no podamos ofrecer", relata.

"La realidad es que tenemos, mujeres y hombres, las mismas posibilidades. Creo que el hecho de que yo esté aquí, frente a otras solicitudes de hombres que aspiraban al puesto, es un claro ejemplo de que somos todos militares evaluados por nuestras competencias", concluye Sara García-Valón.

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