Calamaro derrocha su honestidad brutal en Córdoba

Música

El músico bonaerense triunfa en un recital en el que repasa buena parte de su LP de 1999 'Honestidad brutal'

El intérprete argentino dedica su concierto cordobés a Vicente Amigo y a Manolete

Andrés Calamaro, entre Julián  Kanevsky y Brian Figueroa, en la Axerquía.
Andrés Calamaro, entre Julián Kanevsky y Brian Figueroa, en la Axerquía. / Juan Ayala

La ficha

**** Andrés Calamaro (Gira Agenda 1999).

Andrés Calamaro (voz, guitarra y teclado), German Wiedemer (teclados), Julián Kanevsky (guitarras), Mariano Domínguez (bajo), Andrés Litwin (batería) y Brian Figueroa (guitarras). Fecha: domingo 16 de junio de 2024. Lugar: Teatro de la Axerquía.

Andrés Calamaro besa el suelo del escenario del Teatro de la Axerquía de Córdoba mientras suena un pasodoble torero. Es su manera, la manera, valga la redundancia, de despedirse del respetable de ese gran pontífice del rock que demuestra una vez más ser, de despedirse de un público entregado que ha vivido un recital iniciado con acordes de blues, los de No va más, y concluido 20 temas después con los acordes rockeros suciamente bellos de, valga la redundancia otra vez, Alta suciedad. Y uno piensa, bendito aquel 28 de septiembre de hace algo más de dos décadas, día en el que el bonaerense aterrizó en Madrid para hacer carrera en España. Bendito aquel día en el que conoció al añorado guitarrista gourmet Guille Martín, para después acabar convirtiéndose en un Rodríguez.

Bendito también aquel 16 de abril de 1999, día en el que vio la luz su segundo LP en solitario tras la aventura rodriguiense con los extequilas Ariel Rot y Julián Infante y con Germán Vilella, el aclamadísimo Honestidad brutal, un disco soberbio que cual Marty McFly presenta ahora dentro de su gira Agenda 1999 como si nos hiciera viajar en el tiempo. Sí, estamos en 2024, pero Calamaro ha decidido que volvamos a los albores del límite entre el siglo XX y XXI demostrando con el exquisito repertorio que el blues y el rock que ejecuta con su banda son dos perfectos y maravillosos hermanos bastardos. German Wiedemer (teclados), Julián Kanevsky (guitarras), Mariano Domínguez (bajo), Andrés Litwin (batería), Brian Figueroa (guitarras)...en fin, musicazos a la altura del apóstol de un rock inspirado por los Stones que en Córdoba derrocha honestidad brutal, rock torero.

Tras un "Córdoba, buenas noches", Calamaro comenzó su recital en la ciudad califal presentando a dos de sus músicos, a dos de sus "tripulantes o marineros, Brian Figueroa, a la guitarra, y Andrés Litwin, a la batería", antes de destilar puro blues los primeros punteos de No va más. Se nota y se siente que Córdoba le gusta a AC, lo demostró una vez más en un Teatro de Axerquía en el que, poniéndose la música por montera, le dedicó el concierto a dos cordobeses ilustres, "a Vicente Amigo y a Manolete, icono cultural de esta ciudad", destacó.

Andrés Calamaro y Brian Figueroa.
Andrés Calamaro y Brian Figueroa. / Juan Ayala

El poeta Calamaro tiene la buena costumbre de modificar el repertorio en directo cada temporada y en esta ocasión ese repertorio gira en torno a un disco "con el que empezó el duelo entre el prestigio y el éxito", relató, un disco doble que se inicia con El día de la mujer mundial -que en Córdoba fue el séptimo tema de su setlist- y termina con La parte de atrás -no interpretada en Córdoba-. El setlist lo componían 16 canciones del LP Honestidad brutal, tres del LP Alta suciedad (el primero que grabó tras su etapa en Los Rodríguez), dos de El salmón, ese disco quíntuple que se marcó y que sucedió a Honestidad brutal y una de Bohemio.

Tras No va más, sonaron ¿Para qué? y Eclipsado antes de que pusiera al respetable en pie al entonar una estrofa: Cuando te conocí ya no salías con el primero que te había abandonado / No vale la pena hablar de aquellos años pasados / Cuando te conocí ya no salías con aquel chico casado / Que te prometía que la dejaría y todavía no se había divorciado. Como deleita José Tomás en Las Ventas jugándose el tipo con un Mihura, Calamaro deleitó al respetable al interpretar Cuando te conocí, el séptimo corte de ese álbum, Honestidad brutal, que refleja un tiempo fructífero, doloroso e intrincado en la vida del cantante.

Público asistente al concierto.
Público asistente al concierto. / Juan Ayala

Calamaro, con la maestría de un artesano que conoce de manera sobresaliente los secretos de su oficio, tejía un repertorio de canciones que hablaban de amores perdidos, de noches interminables y de esa melancolía tan propia de quienes han visto pasar los años con la paciencia del que sabe que todo, en última instancia, es un reflejo de la eternidad. Así, se fueron sucediendo Una bomba, Las heridas, El día de la mujer mundial y Son las nueve, hasta llegar a otro culmen del setlist, Los aviones. Es tarde se hizo de día / Menos mal que está nublado / Se acabó todo lo que había / Queda un cigarro mojado / Se acabó todo lo que había

Queda un cigarro mojado / Porque quiero dormir / Y soñar con ella / Mientras por afuera / Pasan los aviones / No quiero que se termine / No quiero que me abandones. Simplemente brutal.

Cada canción era un relato en sí misma, una historia contada a través de acordes que resonaban en los rincones más íntimo del alma. No tan Buenos Aires / clonazepan y circo, All you need is pop, Más duele y Te quiero igual, un canto a la aceptación y a la comprensión de las imperfecciones humanas que resonó como un mantra que purificaba los espíritus. Como resonaron también Voy a dormir, Victoria y Soledad, Cuando no estás, Tuyo siempre y Flaca, esa oda a la fragilidad del amor que se elevó con la fuerza de una plegaria, arrancando suspiros y aplausos de una audiencia que encontraba en cada palabra un eco de sus propias vivencias. Tras ella, una guitarra distorsionada anunciaba esa también mítica canción calamariense que es Paloma, la última antes de los bises, que compusieron otros dos clásicos, Crímenes perfectos y Alta suciedad antes de que sonara ese pasodoble torero y que el cantante besara el suelo de la Axerquía tras derrochar en Córdoba su honestidad brutal. "Muchas gracias, Córdoba... Muchos años tocando a la sombra de las mezquitas y la leyenda de Manolete. Siempre es un privilegio recorrer Andalucía y España. De mil amores", puso el epílogo a ese derroche de honestidad brutal.

Andrés Calamaro y parte de sus músicos.
Andrés Calamaro y parte de sus músicos. / Juan Ayala
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