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Alba, más de medio siglo vendiendo cuadernos y zapatillas en Ciudad Jardín

Valeriano Arenas Alba, en el interior del comercio.

Valeriano Arenas Alba, en el interior del comercio.

Entre rótulos de de telefonía, sucursales bancarias, inmobiliarias y fruterías, se cuelan algunos carteles que llaman la atención a los viandantes por su originalidad o su antigüedad. De ambas cosas puede presumir Alba, en la calle Infanta Doña María, en Ciudad Jardín, una singular papelería-tienda-de-zapatillas de andar por casa que resiste a las modas y a Amazon, con un letrero que tiene más de cinco décadas. Una advertencia: si surge la tentación de buscarla en Google Maps, no aparece reseñada. Tal vez sea el momento.

El comercio pasó por dos hermanas hasta que llegó a manos del menor, Valeriano Arenas Alba, que ya piensa en la jubilación. Y aunque lleva desde los 12 años ayudando, afirma que es incapaz de explicar en qué momento su familia decidió unir las zapatillas y los artículos de papelería bajo el mismo techo: "La gente lo sigue preguntando. Mi padre ayudaba como chófer a un representante de zapatos que no sabía conducir. A lo mejor viene de ahí", teoriza.

Lo cierto es que, durante décadas, fue un negocio floreciente que se adaptaba a todas las épocas del año: papelería para la vuelta al colegio, pantuflas ante la llegada del frío, chanclas para el calor... Luego introdujeron los juguetes y las cuentas se dispararon hasta que, en los 90, la curva se hizo descendente.

Exterior del establecimiento. Exterior del establecimiento.

Exterior del establecimiento. / El Día

"Abrieron el Eroski y todo se vino abajo. Y luego la moda de los 20 duros. Y los bazares...". Poco a poco, los clientes de siempre empezaron a mudarse en distintas oleadas al Zoco, a Arroyo del Moro, a Turruñuelos. "Ahora se sobrevive. Vienen estudiantes, inmigrantes y personas mayores, lo que es el barrio. Si alguien quisiera hacer un traspaso, a lo mejor tendría que modernizarlo. Meter una fotocopiadora, que dicen que deja mucho...". 

En el escapare, las pantuflas de cuadros oscuros de caballero se mezclan con los cuadernos y las mochilas con total naturalidad. Y, en el interior, el único cambio reciente introducido es una pantalla de metacrilato que lo defiende del covid-19. Detrás, en claroscuro, se divisa una mesa camilla. Valeriano Arenas sale a la puerta y apunta con el dedo hacia la acera de enfrente: "Los calzados Rivas eran una institución, hasta llegaron a estar en el centro". En unas semanas en el local abrirá una lavandería y las letras amarillas de su rótulo serán limpiadas para siempre. 

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