El AVE en el país del péndulo perenne
cruz conde 12
Infraestructuras. La Alta Velocidad se pone en duda cada vez con más fuerza, aunque en ciudades como Córdoba queda claro los beneficios sociales y económicos que produce
V IVIMOS tiempos en los que nada de lo que se ha hecho en los últimos 30 años puede quedar ajeno a la más honda revisión, o eso parece. España, pues, como país pendular, en el que se pasa de una opinión a la contraria en un par de horas, donde un día te nombran santo o te coronan y al siguiente te cuelgan de una higuera o te lapidan. Lo malo es que la oscilación suele ser constante, y rara vez el péndulo se detiene un rato en su centro: en el análisis más sosegado, reflexivo. Así ocurre ahora con el tren de la Alta Velocidad, con el AVE, al que después de haberse convertido durante décadas en el símbolo de la modernidad española se le somete hoy a un juicio sumarísimo y se le pone bajo el foco que se usa para las inversiones inútiles y los derroches, tan frecuentes por acá.
El asunto, aunque algunas voces se venían oyendo desde hace tiempo, sale ahora a colación porque Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, ha anunciado que en caso de que ellos gobernasen paralizarían el plan de inversiones previsto en la Alta Velocidad y dedicarían esos fondos a innovación. La propuesta programática viene de la mano de Luis Garicano, el prestigioso economista, que es un firme defensor de esta medida. De hecho, un estudio de la fundación Fedea, con el que colaboraba hasta hace poco el propio Garicano, es el que ha alertado de que los ingresos que generan las líneas AVE nunca podrán devolver al Estado la inversión que supusieron. No significa esto que el uso cotidiano del AVE resulte deficitario para las arcas públicas, salvo alguna que otra línea dudosa, sino que no es posible recuperar a largo plazo su coste total. Parece así que Ciudadanos mete el AVE en ese saco enorme donde están todas esas inversiones públicas funestas que agravaron la crisis.
Visto el asunto desde Córdoba, ciudad AVE desde los lejanos años 90, visión tan negativa de la Alta Velocidad resulta cuando menos chocante. Digo ya que no me parece justa ni completa. Es decir, observa sólo un parámetro y no tiene en cuenta el todo. A Garicano, de hecho, le vendría bien darse una vuelta por ciudades como Córdoba para descubrir lo que el AVE acarrea en término de avances para una sociedad. Y no me refiero al turismo, en lo que ha supuesto autenticamente una revolución para la urbe y para la provincia, sino a la psicología colectiva. Gracias al AVE aquí, en una ciudad que corre siempre el riesgo de caer en el provincianismo de interior que tanto daño le hace a España, se derribaron distancias reales y mentales y se abrió una puerta a la modernidad. Y lo mismo se puede decir del país en su conjunto, que con el AVE encontró un motivo de orgullo y una forma de vincularse y de acercarse en un contexto en el que suele tenderse, por puras cuestiones políticas, hacia el alejamiento.
Otra cosa, claro, es que todo lo relacionado con el AVE se haya hecho bien, que no es el caso. La red, por ejemplo, se ha ido planificando un tanto a salto de mata, y las obras acumulan siempre sobrecostes presupuestarios que resultan difíciles de explicar. Del mismo modo, sus precios, en un entorno de crisis económica profunda, se han quedado fuera de la capacidad adquisitiva de muchas familias españolas, que tan sólo lo usan en viajes excepcionales. Convendría, qué duda cabe, mejorar las ofertas on line -la web actual de Renfe es un auténtico desastre- y entrar aún más a fondo en una política flexible de precios que permita más posibilidades al viajero para organizarse a precios más razonables ajustándolo a sus necesidades.
O sea, que la Alta Velocidad España necesita mejorar, y sumas cautelas en las escasas ampliaciones futuras que se plantean, pero transformar uno de los grandes avances de las comunicaciones de este país en una especie de lastre no creo que sea el caso. No es lo mismo el AVE que cualquiera de esos aeropuertos en los que se invirtieron millones para nada. ¿Les suena alguno? No debe en todo caso desde el liberalismo económico pensarse que las infraestructuras públicas no son una necesidad imperiosa para que la propia economía se dinamice y abra nuevos campos. Y ya digo que en Córdoba y en Andalucía sabemos muy bien de lo que hablamos.
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