Fútbol l Internacional

Un cordobés en el 'Chelsea negro'

  • El pozoalbense Antonio López Habas, un trotamundos de los banquillos, se marca el desafío de devolver al Mamelodi Sundowns la hegemonía del fútbol en Sudáfrica · Ha entrenado ya en tres continentes

Mamelodi es el nombre de la mayor barriada de chabolas al norte de Pretoria, una ciudad situada a cincuenta kilómetros de Johannesburgo y en la que conviven algo más de dos millones de personas que se comunican en unos doce idiomas distintos, desde el inglés al sepedi, pasando por el afrikaans, el setsuana, el xitsonga o el zulú. Los pretorianos son apasionados del rugby. En el Estadio Loftus Versfeld juegan sus partidos los equipos locales de los Blue Bulls y los Bulls, que fueron campeones en 2007. Precisamente ahí, en uno de los templos del deporte por excelencia en Sudáfrica, se intenta construir un milagro. Que los Sundowns, representantes en la Premier Soccer League, recuperen su hegemonía en el país -ganaron cinco ligas en los últimos doce años- y se conviertan, a medio plazo, en una de las potencias del fútbol en el continente africano.

La fiebre postmundialista aún perdura. El propietario del club, Patrice Motsepe, no es un don nadie. Figura, según la revista Forbes, en el puesto 503 de los hombres más ricos del mundo. Su negocio de explotación y procesamiento de oro y platino se cifra en 1.300 millones de dólares. Y como tiene tanto dinero, el carismático dueño del club económicamente más poderoso del país ha contratado a un santo. Atiende por Antonio López Habas, nació hace 53 años en Pozoblanco y encara, al frente del que apodan el Chelsea negro, uno de los mayores desafíos de su peculiar trayectoria profesional como entrenador. López llegó a Sudáfrica hace poco más de un año de la mano de Hristo Stoitchkov, con el que estuvo de ayudante en la temporada 2007-08 en el Celta, en Segunda. En Vigo se hartaron del irascible ex futbolista búlgaro -y de sus resultados, obviamente- y el cordobés terminó sustituyéndole como titular del banquillo de Balaídos. En Pretoria se repitió la historia. Motsepe, que le entregó a Hristo un cheque de 1'5 millones de euros por una temporada de trabajo, no terminó satisfecho por el balance: el título se escapó. Y López Habas, el segundo de a bordo, es ahora el jefe.

Lo que le exigen lo tiene bien claro. En el inicio del campeonato, el Sundows ganó por 2-0 al Moroka Swallows con dos goles postreros de Mushekwi, un debutante en el equipo al que el pozoalbense sacó al campo en el minuto 67 para desatascar el duelo y llevar al delirio a los seguidores que acudieron al estadio Aubrey Mathibe.

Las gradas reúnen a una multitud entusiasta, que olvida su penosa realidad cotidiana -la mayoría es carne de desempleo- cuando delega sus sueños de progreso en los brasileños, apodo de los Sundowns por el color amarillo de sus camisetas. El fútbol en Sudáfrica es un negocio y una fiesta, todo con trazos marcados por el exceso. En las exigencias de títulos por parte de los directivos se detecta un tragicómico interés por imitar a los dirigentes de los grandes clubes europeos. Los seguidores, con los rostros pintados y soplando con poseídos sus vuvuzelas -sí, esos artilugios chirriantes que todo el mundo conoció en el último Mundial-, apenas saben pronunciar el nombre de muchos de los técnicos que aterrizan en el país, el calor de los dólares, desde todos los rincones del planeta. Los jugadores forman otro gremio complejo. "No se quejan jamás, ya les puedes programar tres sesiones y empezar a las seis de la mañana, que les parece bien", contaba Stoitchkov sobre sus pupilos a las pocas semanas de llegar al Mamelodi Sundowns. López ha tenido tiempo para tomar notas y estudiar una fórmula para conciliar todos estos intereses. "The sky is the limit" (el cielo es el límite) es el lema de un equipo singular, que cuenta en sus filas con varios internacionales por Sudáfrica en el último Mundial, como Siboniso Gaxa, Innocent Mdledle o Katlego Mphela.

Antonio López sigue buscando su destino por todo el mundo. África es el tercer continente en el que presta sus servicios, después de su etapa en América con la selección boliviana y el Bolívar, donde dejó profunda huella, y en distintos clubes españoles en los que no se puede decir que triunfara, aunque en su palmarés tiene una Supercopa de Europa con el Valencia en 2004 (había sustituido a Claudio Ranieri y vencieron los levantinos por 2-1 al Oporto).

En el corazón del Valle de los Pedroches se siguen asombrando por las andanzas del Comino, mote por el que los vecinos siguen conociendo a un aventurero nato que tuvo una sobria trayectoria como futbolista (jugó con el Atlético de Madrid, el Sevilla y el Real Murcia, entre otros) antes de aliarse con otro peculiar personaje, Xabier Bigotón Azkargorta, para evangelizar futbolísticamente el mundo. Sea donde fuere. Ahí sigue.

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