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Late fuerte el corazón (2-1)

  • El CCF toma ligera ventaja en la apertura de una serie que se decidirá el domingo en Montilivi Después de poder sentenciar en la primera media hora, el Girona tuvo el empate en el alargue

Montilivi decidirá el domingo. Y allí el corazón del Córdoba seguirá latiendo, con más fuerza aún de lo que ya lo hacía durante la previa de una serie apretadísima que pudo teñirse de blanquiverde en el arranque y casi se nubla en el descuento. Porque el conjunto de José Luis Oltra fue mejor en la primera media hora, en la que anotó dos goles y no terminó de machacar a un Girona que parecía estar noqueado, superado por las circunstancias. Pero con el 2-1 en ese minuto todo cambió, los visitantes pasaron a controlar durante más minutos el duelo y, aunque hubo intercambio de golpes, una triple parada de Razak ya en el tiempo de prolongación mantiene una mínima ventaja para la vuelta. Todo está abierto, pero de salida el empate vale y marcar abriría aún más la puerta del sueño.

Ante un rival con un perfil algo más conservador de lo habitual -el lateral Maffeo fue el elegido para cerrar el carril diestro en lugar de un interior como Aday-, el Córdoba salió valiente, decidido a hacer valer el incondicional apoyo de una afición ardiente, como la temperatura. Ni siquiera una primera indecisión en un balón parado, que luego resultó decisivo, inquietó lo más mínimo a los blanquiverdes, que no tardaron en asustar. Raúl de Tomás, referente de nuevo y con la moral por las nubes tras su importante gol en el epílogo liguero, abrió las hostilidades con un disparo que se escapó por poco tras un robo propio en la medular.

Porque el CCF estaba intenso. Aunque dejaba jugar a los centrales visitantes, el equipo de Oltra tenía clara su consigna defensiva: estar juntitos en campo propio y apretar siempre al balón para robar y salir con velocidad, en pocos toques, finalizando siempre los ataques para no dar opción a la contra (Luso hizo lo correcto en una pelota dividida que casi encuentra portería). Era importante dar esa sensación de seguridad, de empaque, sobre todo para minimizar la superioridad numérica visitante en el centro del campo.

Algo que queda en nada cuando los demás componentes del equipo se duermen. Es lo que le pasó a Clerc en un saque largo de Razak del que la fe de Nando y el oportunismo de Fidel y Xisco sacaron el 1-0. El gol dejó tocado por un momento al Girona, un conjunto que presumía de su condición de menos goleado del campeonato y que en apenas cuatro minutos después volvió a abrir una puerta que el capitán cordobesista se encargó de cerrar con el segundo de su cuenta particular. Antes del cuarto de hora, el marcador -y la eliminatoria- no podía estar más favorable para el Córdoba, que sin bajar un ápice su nivel de intensidad sí dio el obligado paso atrás. Con el trabajo ofensivo hecho, ahora lo primordial era defender fuerte el cero en el arco propio.

Porque opciones de agrandar la brecha siempre te concede un partido de estas características. Así, la tuvo Luso -al alimón con Kiko Olivas- para hacer el tercero tras una falta bien tocada por Fidel a pierna cambiada, pero entre Becerra y el palo evitaron el naufragio de un cuadro gerundense que respondió cuando casi nadie lo esperaba. Con el CCF bien plantado, solidario y trabajador, un zapatazo desde 40 metros de Richy originó el 2-1 que metía de lleno en el partido a los suyos tras una serie de fallos en cadena. Razak no atrapó para mandar a córner, Nando no supo despejar correctamente, la defensa no cerró y el oportunismo de Cristian Herrera terminaron de dibujar un panorama muy diferente.

Con todo, el Córdoba siguió controlando la situación, aunque ya con menos posesión, ante un rival que empezaba a recuperar el pulso tras haber estado medio muerto. Con todo, la batalla ya empezó a librarse más lejos de las áreas, con juego de ida y vuelta al que le faltaba claridad en la definición. Una situación que no varió a la salida de los vestuarios, con los mismos protagonistas dado el grado de satisfacción -con sus matices por los regalos al rival- tanto de Oltra como de Machín. Sobre todo de este último, pues desde el tanto, el Girona ya estuvo más cómodo, hasta el punto de que el inicio del segundo periodo fue suyo, con Herrera y Sobrino apretando a la zaga cordobesista.

Era el momento de calmar los ánimos, de jugar con cabeza sabiendo que la ventaja era propia. Lo pedía Oltra desde la banda, lo pedía Deivid en el verde. Fundamentalmente porque Nando y Fidel, los hombres de fuera, olvidaron por un momento que no sólo basta con correr hacia adelante, más si cabe cuando el rival tiene carrileros de tan largo recorrido. Y la mejor forma para hacer aparecer esa paciencia y sosiego era tener posesión, algo que los blanquiverdes intentaron por momentos, aunque sin continuidad, entre otras cosas porque el Girona daba continua salida como un tiro por las alas.

Visto lo visto, Oltra dio entrada a Víctor Pérez y pasó a jugar con Xisco como único punta. La idea pasó a ser controlar la medular, con Caballero liberado unos metros más arriba, lo que le permitió airear sus piernas y su cabeza. Había que volver a marcar el ritmo, a mandar, y a asustar. Como hizo Fidel tras una transición lanzada por el propio Carlos, aunque la llegada de Alcalá le impidió armar el disparo ya en el área.

Era el momento de los detalles, pequeños o grandes, de controlar lo más mínimo y cuidarse de no conceder bolas extra con la estrategia. No lo hizo Stankevicius, lo que dio opción a Soriano y Richy rematar ante Razak, que atajó bien situado. Tras el susto, Pineda cogió el sitio de Xisco para dar nuevos bríos a la zona de vanguardia, aunque el problema real era acabar de cerrar la portería. Por lo civil o por lo criminal, aunque sin perder el control como Nando, que se jugó la segunda amarilla en una entrada a Clerc que Ocón Arraiz dejó en saque de puerta.

Quedaba un cuarto de hora y el partido seguía abierto. Ni el Córdoba ni el Girona se conformaban con el resultado, pues con el cansancio acumulado podía aparecer algún error letal. Fidel, gris y pitado continuamente, lo intentó con un zurdazo cruzado aprovechando un hueco entre Alcalá y Maffeo, dejando claro que no era su día. En el otro lado, también hubo lugar para los sustos, y en mayor grado. Una salida en falso de Razak a un córner dio vía libre al cabezazo de Kiko Olivas, que acarició el poste entre los murmullos de una grada que respiró aliviada ya en el descuento tras una triple parada del ghanés, primero a un libre directo de Alcaraz desde la corona y luego al doble intento de Kiko Olivas en el rechazo. Así terminó de abrochar el Córdoba su ventaja, mínima, pero que le deja con el corazón latiendo con más fuerza si cabe que al inicio de la eliminatoria. ¡Sí se puede!

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