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El cero vale como sostén (0-0)

  • Con notable solvencia defensiva, el Córdoba consigue un trabajado y meritorio empate en el siempre difícil. El Sadar ante un rival muy incisivo Sólo Florin inquietó a la zaga del líder.

El cero suele ser un número infravalorado que, sin embargo, se está convirtiendo en el mejor sostén de un Córdoba que, aferrado a él, sigue creciendo a cada jornada que pasa. Siempre que los blanquiverdes han acabado con su portería inmaculada, algún punto ha subido a su casillero. En Pamplona fue la cuarta -la tercera consecutiva-, pasando a ser la primera en la que no llegó un triple. El líder es mucho líder, de ahí que el empate fuera recibido como una bendición por la expedición cordobesista. Osasuna demostró el porqué de su buen arranque de campeonato con un partido aguerrido e incisivo que encontró respuesta en los hombres de Oltra, serios y concentrados en lo que tenían que hacer, ávidos de leer bien lo que tocaba en cada momento. Defensivamente notables, sólo se echó en falta una pizca más de osadía con balón para inquietar a la zaga rojilla, que apenas si sufrió con el enorme despliegue físico de Florin. Puede parecer un bagaje muy pobre, pero es lo que tocaba; cuando hace apenas unas semanas el cielo estaba negrísimo, ver que hoy las estrellas ya relucen es una sensación gratificante que permite redoblar la confianza en un proyecto que poco a poco, sin prisa pero sin pausa y aún sabiendo que queda mucho recorrido, va acercándose al ideal buscado.

Con el aval de las dos últimas victorias, fraguadas a raíz de la paciencia, la solidaridad y el esfuerzo colectivo, el Córdoba llegó al campo del dominador actual de la competición con un plus de autoestima. Oltra avisó en la previa que el partido iba a ser intenso y que los suyos tenían que tirar por ese camino para no verse sorprendidos por su enemigo. Para frenar ese esperado ímpetu inicial navarro, los blanquiverdes arrancaron con la idea de tener el balón, de acumular posesión. Es la mejor forma de que el rival no te ataque. Sin embargo, pronto quedó patente por dónde quería el partido Osasuna. Con esa disposición que da libertad a los carrileros y que permite, a través de la intensidad, tener superioridad por dentro y amenazar por los costados, el cuadro local avisó con una colada de Javi Flaño a la que le faltó la firma del remate. Fue un test de inicio para ver cómo estaba el entramado defensivo, que desde entonces y durante unos minutos sufrió un incesante acoso con balones laterales, córners y faltas, de las que salió airoso.

Controlado el aspecto defensivo, ahora tocaba comprobar si arriba había capacidad para dañar al enemigo. Ahí ya surgieron más dudas. Sin control ni sosiego para conducir y crear desde la calma en campo contrario, el peligro sólo puede llegar con la inspiración de los de arriba. En los últimos partidos hubo espacios para todos, pero en El Sadar sólo Florin pudo encontrarlos. Su primera aparición en el área fue para disparar con la zurda un pase interior de Cisma. Eran los momentos en los que los visitantes empezaban a controlar el partido sin problemas. Ya sabían cómo se las gastaba Osasuna, por lo que el factor sorpresa quedó reducido a la mínima expresión. De hecho, ese ligero dominio apenas si se tradujo en un disparo de Olavide al que respondió bien Razak. El resto fueron más fuegos de artificio que otra cosa. Y con esos argumentos, la verdad, es difícil sorprender a un equipo que empieza a ser una roca como este Córdoba.

Un conjunto que en la segunda mitad tuvo que dar un paso más en su saber estar, en esa fase de madurez que le ha sobrevenido antes de tiempo, ya sea por errores propios o encontrados, por problemas deportivos y otros alejados del verde. Porque el líder salió de los vestuarios con nuevos bríos, como queriendo demostrar ante su gente que lo de comandar la tabla a pesar de ser un grupo plagado de chavales que no se han visto en otra más gorda hasta la fecha no es casualidad. Bajo el manto de Merino, que tiene tablas y carácter para escribir muchas páginas de gloria pamplonica, y el oportunismo de Nino, con esa mezcla temerosa para el contrario que provoca cuando la juventud y la veteranía se funden, los locales apretaron para poner cerco al portal de Razak. Una dejada del ariete encontró continuidad en el zapatazo de zurda del pivote; el meta respondió con una volada marca de la casa. Stankevicius sufría por su costado ante la falta de ayuda de Nando, al que como no puede ser de otra forma le cuesta más mirar para su portería que para la contraria, y Javi Flaño y Olavide incidían con balones colgados. Con todo, fue en una falta lanzada con rapidez cuando llegó la oportunidad más clara del partido: Pucko recogió el balón en el barullo y su disparo murió en el pecho de Razak.

Eran los momentos de mayor sufrimiento. Además, Enrique Martín metió más pólvora, a lo que Oltra respondió con frescura por los costados y arriba, para que la línea de presión no se resintiera. Tocaba apretar los machos, agarrarse al botín que reflejaba el marcador. Porque Osasuna vivía volcado, y eso provocó algún que otro espacio atrás que a punto estuvo de aprovechar el Córdoba. Markovic se sacó un pase de oro hacia Florin en un escorzo, pero el remate del rumano lo repelió Nauzet en su media salida. Ahí estuvo el partido. O ya con Fidel en el campo, en un par de jugadas por el perfil izquierdo, sobre todo en otra del delantero internacional que no encontró siquiera portería. El Córdoba, al menos, ya había sofocado el incendio inicial y, aunque Merino a la salida de un córner con un testarazo desviado y Nino con un derechazo desde la frontal que casi sorprende a Razak lo intentaron, el partido empezó a decantarse hacia el doble cero. Y eso que Pineda pudo hacer un cambio en el guión ya en el alargue, pero entre la falta de fuerzas -y eso que llevaba apenas un par de minutos en el terreno de juego- y la nula confianza que ahora mismo tiene, el chileno se fue al suelo en el momento que sintió el aliento de Miguel Flaño sin llegar siquiera a cargar la pierna. Hubiera sido un subidón. Pero tampoco está mal el punto por cómo y dónde llegó. Este Córdoba sigue creciendo desde el cero, un trampolín del que no quiere bajarse mientras no encuentre otro sostén.

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