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Preparen la mortaja

  • Con las ya clásicas indolencia e inoperancia por bandera, el Córdoba encaja una nueva derrota ante un rival miedoso que hizo lo justo para ganar El descenso puede ser hoy matemático

Cuando el sol apretaba con más fuerza y los efluvios de alegría de un mes antes aún permanecían, el entusiasmo teñido de blanquiverde era imparable. Cada pieza que se sumaba al proyecto de Primera era acogido como una estrella, siendo la ronda de presentaciones lo más parecido al paseo de la fama de Hollywood. Todos fueron vestidos de dioses antes de observarlos siquiera en el verde, un mal que luego se repitió cuando el invierno apretaba, aferrados siempre a lo visto en cuatro vídeos de youtube. Hoy, cuando el sol amenaza con ser protagonista de un larguísimo verano y más de uno se relame por la llegada del mayo festivo, nadie quiere identificarse con los colores que defiende este grupo sin alma que va camino de firmar el peor de los ridículos. La despedida será sin gloria, nadie la merece. No la merece un equipo que se limita a saltar al campo, a posicionarse; porque no hace nada con convicción. Sólo así se explica que un Levante miedoso que tiene lo justito para dar pasos hacia adelante también le pintara la cara. No iban a ser menos los granotas, que acarician ya la permanencia, vista la segunda vuelta que va camino de firmar un bloque del que sólo se puede entender su actitud si se ha marcado como objetivo batir todos los récords negativos habidos y por haber en la máxima categoría. Porque, ni a propósito se puede realizar una campaña tan pésima. Un curso con apenas tres victorias al que el líder, el Barcelona, puede poner el sello del descenso el próximo sábado, aunque opciones habría hasta de bajar hoy mismo.

Ese desenlace, ya asumido por todos desde la directiva hasta los jugadores, es el que ha permitido ver un Córdoba más suelto en las últimas semanas. Un equipo menos atenazado y con más decisión de irse hacia arriba. Y ahí es donde se le han acabado de ver todas las costuras a un proyecto de mentira que fue cogido con alfileres hasta que saltó por los aires. En Valencia, los blanquiverdes presentaron una defensa aparentemente ordenada y con casta, un mediocampo creativo y compacto, y un ataque con movilidad y remate. Romero eligió a casi todos los que hubieran cogido el resto. Pero para jugar al fútbol ha quedado demostrado que no basta con estar, sino que hay que ofrecer bastante más. Algo que tampoco es que hiciera el Levante, a pesar de jugar en casa y ser favorito. Alcaraz no quiere florituras, quiere puntos; y sabe cómo se pueden conseguir. Más cuando enfrente hay un rival que siempre te regala algo, que si no es a la entrada es a la salida cuando te pondrá en bandeja de plata la victoria. ¿Que parece imposible? Miren las últimas 16 jornadas, las mismas en las que apenas han llegado al casillero de puntos tres en forma de tres empates. Y eso que siempre no hubo rivales de la mal llamada otra liga, que también hubo otros con los mismos o menos argumentos para seguir en la élite. Lástima que ellos lo hayan hecho bien y aún puedan seguir peleando por su objetivo, lástima.

El Levante salió con cinco atrás, dando libertad a sus laterales y agarrado a la pizarra de Alcaraz consciente de que no había que tener prisas. Eso le bastó para controlar el partido de inicio, incluso asustar con un par de saques de esquina que encontraron como aliado la pasividad defensiva de un Córdoba que poco a poco fue entrando en el partido. Resultó clave la primera ocasión, que metió el miedo en el cuerpo a un rival que siguió en pie gracias al paradón de Mariño al zurdazo de Bebé. En medio del equilibrio del choque, la movilidad de los hombres de arriba y la visión de Fidel daban aire a un conjunto blanquiverde que al menos no sufría. De hecho, el mayor peligro local llegaba con las incursiones de Iván López y Morales haciendo largas sus bandas... y las escasas pero acertadas apariciones de Casadesús y Barral, dos puntas que se complementan a la perfección y que saben leer los partidos, además de tener acierto. El segundo acarició el poste de Juan Carlos con un derechazo cruzado apenas un minuto después de que Juanfran hiciera lo propio con un libre directo. Otra vez el dominio era granota, sobre todo porque los de Romero acumulaban pérdidas constantes sin pisar área. Y así es muy difícil. Más si cabe cuando una mala decisión en la salida te cuesta una contra que acaba culminada a lo grande, con los dos delanteros sacando las vergüenzas mientras los defensas miraban, sólo miraban. 1-0 y a remar de nuevo. Lo peor que le puede pasar a un equipo que se viene abajo ante la más mínima adversidad, incapaz de buscar el éxito de forma colectiva, inoperante sea cual sea la actitud del contrario...

Aunque Luso lo intentó sin fortuna antes del descanso con un remate en el que ni él se creyó que el árbitro validara su posición, el Córdoba necesitaba mucho más para empatar. Romero retiró a Crespo para dar más profundidad a su costado con Gunino y luego hizo lo propio con Fidel, al que se le podrá achacar de todo menos la participación, para meter a Cartabia. El onubense, como mucho otros que siguen sin entender cómo puede seguir jugando el argentino, que resta más que suma de un tiempo a esta parte, se fue directamente al vestuario, sin preocuparse lo más mínimo de un desenlace que quizás ya intuía. Para entonces, el Levante ya había cedido terreno y balón. No le importaba lo más mínimo al cuadro local esperar atrincherado en su parcela y salir en alguna contra esporádica buscando la sentencia. Lo principal era no sufrir. Y lo consiguió. No queda claro si por mérito propio o demérito de los blanquiverdes, aunque en el término medio pueda estar la verdad. Lo cierto es que aunque los de Romero pasaron a dominar, e incluso se la jugaron con 22 minutos por delante con una defensa de tres, no fueron capaces de crear ni una sola ocasión de verdadero peligro. Es más, los dos mayores sustos fueron tras una mala salida de Mariño y un despeje pifiado por Juanfran. Al final, incluso Juan Carlos subió buscando una falta que Íñigo cabeceó fuera por mucho. Quizás fue un gesto de cara a la galería de un grupo que en muchas ocasiones defiende con la mirada y hace la guerra por su cuenta en ataque. Síntomas de que el grupo, el equipo, ya murió hace mucho tiempo. La mortaja está preparada y sólo hay que saber cuándo será el entierro del equiop más triste que recuerda la Primera División.

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