Villarreal - Córdoba · la crónica

Sangra si le pinchan (0-0)

  • La sobresaliente actuación de Juan Carlos salva un punto para un Córdoba que compitió mejor, sobre todo atrás. Segundo empate consecutivo a domicilio, que deja la permanencia a 8 puntos.

Después de tocar fondo y ser maltratado de la peor manera posible hasta por sus propios fieles, por fin el Córdoba demostró que tiene sangre, que sigue vivo. A nadie le gusta que le toquen el honor, que duden de su profesionalidad. Pero para acallar las voces críticas, sólo hay un camino: sacar el orgullo y apelar a la dignidad. Son dos virtudes que se tienen o no, si bien normalmente no son fáciles de mostrar, pues hay otros caminos para alcanzar el éxito. Caminos, los tendentes a la calidad y el saber estar, que andan lejos de tener cabida en este equipo, al que no le queda más que continuar quemando etapas con la mejor actitud para ver qué se encuentra al final del camino. De momento, esa receta sirvió para sumar por segunda salida consecutiva, aunque de uno en uno, algo que puede resultar insuficiente cuando la desventaja es tan amplia. Con todo, la lectura que hay que hacer es que el equipo supo competir de nuevo, y lo hizo contra un rival que vive con la cabeza en otras historias de bastante más pedigrí. La sobresaliente actuación de Juan Carlos, que venía de firmar su peor tarde como cordobesista, el compromiso para defender un resultado cuando aparecían ya pocas opciones de mirar el arco contrario y esa pizca de suerte que tantas veces fue esquiva cuando el enemigo se mostró superior formaron un cóctel que se tradujo en un empate que sirve para respirar. Tampoco mucho, pues la permanencia se mantiene a una distancia de ocho puntos que la disfraza de milagro cuando apenas quedan 18 por disputarse. Unas matemáticas que al menos permiten seguir mirando al futuro con la cabeza ligeramente levantada y hasta con la capacidad de alzar la voz para decir que el muerto aún no quiere meterse en la caja. 

Como el toro cuando se refugia en las tablas porque sabe que su destino en la plaza está escrito y pasa por la muerte, el Córdoba se agarró esta vez al argumento que mejor le ha funcionado en esta aventura por la élite: la defensa. Llevaba trece jornadas consecutivas sin echar el cerrojo, tantas como frustraciones ha ido acumulando en un 2015 huérfano de triunfos, hasta que en Villarreal cambió la tendencia. Pero que nadie piense que fue la consecuencia directa de poner el autobús en el área propia. El equipo salió arriba, pero cuando pronto se vio sacudido con un par de sustos en forma de latigazos al larguero, decidió defender unos metros más atrás para controlar la situación. Así aguantó las embestidas de un cuadro amarillo que mostró que no anda en su mejor momento y que sólo fue realmente superior al inicio y al final del partido. En la trama, en el grueso del duelo, aunque con la iniciativa siempre para el bando local, el equilibrio fue la nota predominante, con algún susto en la figura de Florin, especialmente, que pudo haber dado más lustre a un guión que debe ser el mejor pie para comenzar a filmar otra película bien diferente. Una historia de la que muchos creen ya conocer un final que todavía no ha recibido el visto bueno del director. 

En estos momentos, el único con capacidad de mando es José Antonio Romero. El técnico se decidió a tocar lo menos posible y, esta vez sí, colocar a los hombres en sus puestos, dejando los experimentos a un lado: Deivid para cubrir el hueco en la zaga, Abel para dar equilibrio al medio campo y Fidel para percutir por la banda. El partido se pintó movido porque el Villarreal parece que también ya lo tiene todo hecho, aunque como el Córdoba aún puede encontrarse alguna sorpresa en mitad de la senda. Los movimientos comenzaron antes del primer minuto, con un cabezazo alto de Manu Trigueros tras la percusión de lado a lado de Campbell. Los locales, pese al contratiempo de la lesión de última hora de Gio -entró Uche- salieron con ganas de decidir pronto; Cambpell se topó con el larguero como respuesta al primer centro envenenado de un Bebé que parecía querer jugar de una vez por todas para el colectivo. El dominio amarillo se acrecentó con las internadas de Cheryshev, aunque otro envío de Bebé que no supieron empujar Florin ni Fidel ante Asenjo por la mediación de Bailly y Mario empezó a cambiar algo el decorado. 

El Córdoba empezó a sentirse más cómodo. Replegado y sin pasar apuros atrás, sólo echaba en falta algo de más mordiente y conectividad entre sus hombres de ataque. Porque cuando uno juega para sí mismo, sin ver al compañero, ganar una guerra se antoja casi imposible. Es algo que aún no han terminado de comprender Fede Cartabia y Bebé, cuyos aspavientos ante cada pérdida del amigo eran notables y dibujaban un camino equivocado. Una solidaridad que al menos se mantuvo atrás, si bien en alguna que otra ocasión el tirar la línea tan cerca del portal en síntoma de sobreprotección provocaba tiros de fuera, como el de Gerard Moreno que volvió a morir en el larguero. El balón empezó a viajar de área a área, con diferentes opciones: los locales querían combinar y buscaban a sus extremos; los visitantes, con aquello de Juan Palomo. Bebé lo probó desde la esquina del área y Florin cruzó en exceso ante Asenjo, igual que Cheryshev acto seguido, en una acción que dio paso a otra fase de mayor dominio amarillo, aunque ni Gerard ni Campbell encontraban la fórmula para llevar el balón al arco de Juan Carlos. 

Tras el paso por los vestuarios, el choque empezó ligeramente más calmado. Pero siempre volcado hacia la mitad del campo que defendían los blanquiverdes, por la acumulación de posesión local. Cheryshev, el más activo junto a Campbell, empezó a dar trabajo a Juan Carlos con un testarazo que sacó el meta con un buen vuelo. No fue el último, ni mucho menos. El Villarreal apretaba, empujado también por la inercia de los cambios, aunque fue Florin el que disfrutó de la ocasión más clara con un testarazo sin oposición a pase de Edimar que no supo dirigir a portería. Ahí estuvo la firma al guión de Romero, que cuando percibió que los suyos empezaban a perder fuelle movió el banquillo para reforzar la zona ancha. No parecieron dar resultado las permutas, aunque al menos sirvieron para que el equipo se sentiera más cómodo, sobre todo ahora que le tocaba jugar juntito, cerca de su portería, sin capacidad para salir mucho. 

El Villarreal quiso meter una marcha más agarrado al ímpetu que siempre lleva consigo Vietto, pero el argentino tampoco pudo variar un partido que ya estaba definido. Cheryshev, antes de pedir el cambio, aún tuvo un par de acciones de cierto peligro, aunque fue de nuevo el mejor del submarino, Campbell, el que se echó a los suyos encima del lomo para conducirlos una y otra vez hacia la portería cordobesista. Pero ahí emergió la figura de Juan Carlos, que con nueve paradas, algunas de mucho mérito como una a tiro del costarricense que buscaba la escuadra u otra abajo a cabezazo de Víctor Ruiz, mantuvo el cero en el marcador amarillo. Fue el mismo número que apareció en el visitante, lo que sirve para respirar un poco y paliar el temporal. Quizás no valga mucho, o sirva para cambiar la tendencia. De momento, ha tenido como consecuencia llegar a los 20 puntos y recortar en uno la distancia con la salvación y, sobre todo, para reflejar que al Córdoba, cuando le pinchas, aún sangra.

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