Rayo - Córdoba · la crónica

Quién te lo iba a decir (0-1)

  • El trabajo colectivo y un tanto en un golpe de fortuna otorgan al CCF su segunda victoria consecutiva para salir por primera vez de la zona de descenso. El Rayo de Paco, desquiciado.

Quién te lo iba a decir diez partidos antes, cuando el equipo era el colista y los pañuelos afloraban alguna vez que otra por El Arcángel. Entonces pocos confiaban en la resurrección de un conjunto al que hoy ya se respeta en la Liga. Y eso, en gran parte, es mérito de un Miroslav Djukic que ha construido un bloque sólido, solidario, que confía ciegamente en lo que hace y se deja el alma cada vez que salta a un campo. Un equipo con mayúsculas que el serbio se ha empeñado en que tenga como prioridad defender bien. Quizás no lo haga aún perfecto, pues de vez en cuando aparece algún susto que te pone los pelos de punta, pero en Vallecas repitió lo que había hecho en cuatro de las cinco anteriores citas y, como es normal, no perdió. Pero lo mejor es que esta vez, como la semana anterior, tocó ganar de nuevo para poder vivir al menos durante unos días fuera de los puestos de descenso que habían sido hábitat desde el inicio del campeonato. El Córdoba ya respira, tiene las constantes vitales intactas y, aunque parezca mentira, deja entrever aún un importante margen de mejora a poco que el mercado de invierno presente aciertos como los de Edimar y Bebé, que en su carta de presentación se mostraron a un nivel notable que ojalá perdure. Aunque sería injusto reflejar en ellos el éxito de un grupo que desquició al Rayo de Paco Jémez con un incansable trabajo colectivo y lo derrotó merced a una acción de contragolpe con esa pizca de fortuna que tanto se necesita cuando la soga aprieta. Queda mucha guerra, sólo se ha ganado una batalla, pero la confianza para peleas futuras ya no es la misma que tiempo atrás. 

El Córdoba se presentó en Vallecas con un guión estudiado al dedillo, demostrando que el partido estaba más que trabajado. La iniciativa para el Rayo, pero jugando a lo que más interesa a los blanquiverdes. El balón lejos del área propia, gracias a la presión arriba alternada con repliegue intensivo, y transiciones rápidas para dañar a la atrevida resistencia defensiva local. Dos de las tres variaciones en el once de Djukic se juntaron en el perfil izquierdo, donde Edimar y Bebé demostraron entenderse a las mil maravillas para empezar a dejar detalles muy pronto; a Abel apenas se le vio, aunque un córner botado por él originó un claro penalti a Crespo que el árbitro, pésimo y mal asistido, no vio. De todas formas, la iniciativa era rayista, ya que las posesiones visitantes eran cortas y la subida de líneas de los de Paco obligaba a algún balonazo que Florin, por más que peleara, siempre jugaba en desventaja. 

Sin embargo, el Rayo no llegaba con peligro pese a los intentos continuos de Kakuta. Todo lo que gestionaba moría en las inmediaciones del portal de Juan Carlos, hasta que un mal saque del alcarreño permitió una rápida conexión que Bueno llevó a la red; Estrada, otra vez mal de vista, anuló el tanto por un fuera de juego inexistente. El susto llegó apenas un par de minutos después de que Bebé mostrara su cañón con un libre directo que repelió Toño y antes de que el propio delantero portugués se jugara una contra con Edimar desdoblándole con dos disparos que volvieron a inquietar al meta franjirrojo. El partido estaba donde quería el CCF, al que sólo esos despistes en la salida en los que tanto insiste el técnico jugaban alguna que otra mala pasada. Licá casi saca provecho de una indecisión del portero y los centrales en un balón lateral de Kakuta, que asustó a Juan Carlos antes del intermedio con un tiro cruzado que la manopla del cordobesista sacó bien. Para entonces ya mandaban en el marcador los blanquiverdes gracias a una contra de libro a la que acompañó la dosis de fortuna del autogol de Ba. 

El gesto de Paco camino del vestuario reflejaba que nada estaba saliendo según su guión; todo lo contrario que Djukic, al que la sonrisa le delataba que todo iba sobre ruedas. Pero quedaba aún mucho que sufrir. El Rayo empezó a acumular hombres en campo contrario, algo que con el paso de los minutos fue aumentando por el afán ganador del técnico cordobés. El CCF aguantó bien el primer cuarto de hora, en el que sólo un córner prolongado en el primer palo que Campabadal sacó jugándose el tipo ante Baena le inquietó. Pero a partir de entonces pidió auxilio en la banda porque el cansancio pasaba a ser un enemigo peligrosísimo. 

La posesión duraba cada vez menos y el equipo se sostenía con las salidas de Bebé y Edimar por la izquierda y el buen hacer de Florin como referencia. Precisamente tuvo la sentencia Bebé al ganar un pelotazo de banda a banda a Tito, pero se llenó de balón cuando estaba solo ante Toño. El tiempo pasaba y el Rayo movió ficha para jugarse ya el todo o nada. Había huecos para la contra, pero no fuerzas para salir. Quedaba un cuarto de hora y ya había que morir para defender la mínima ventaja. El mensaje se entendió rápido, aunque el sufrimiento fue extremo. Un zapatazo de Manucho que acarició el poste, dos córnes mal defendidos que Crespo y Deivid dejaron en nada y un cabezazo de Bueno fueron las últimas locales ante un Córdoba que tuvo la sentencia ya en el alargue y que salió de Vallecas con una sonrisa de oreja a oreja. No es para menos. Tras enlazar dos victorias, hoy ya no vive en descenso.

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