Córdoba

Bares, qué lugares

  • La Movida llegó tarde a Córdoba y generó una cantidad de locales que aún permanecen en el recuerdo de muchos Repasamos su historia tras la clausura del último clásico, La Buhardilla

Corrían otros tiempos. La España posfranquista intentaba acomodarse a una recién nacida democracia y en Madrid bullían las ganas de todo. Las culturas alternativas y el ambiente nocturno de la capital propiciaron un movimiento que poco a poco se extendía por todo el país: había nacido la Movida. A Córdoba llegó más tarde, pero llegó. Decenas de locales proliferaron al calor de lo underground y a mediados de los años 80 Córdoba se introducía de lleno en este movimiento. Esta misma semana, el mítico pub La Buhardilla anunciaba su cierre: con él se va el último reducto que quedaba de la época.

Aunque la Movida no era sólo un movimiento cultural. Era la mezcla de grupos cuyo origen fue la música y que, desde ahí, se extendía hacia escenarios contraculturales que impregnaban el arte o la literatura. Esos movimientos, conocidos como tribus, tenían su cénit en Madrid, pues en Córdoba no funcionaron de forma tan profunda. Tal y como cuenta el escritor Salvador Gutiérrez Solís, "todos íbamos a todos los bares". Lo que en otros lugares era casi impensable, aquí sí ocurría. En el mismo local podía verse juntos a rockers, punkies o siniestros y esto lo ejemplificaba a la perfección el Billar. Este pub de Ciudad Jardín fue pionero de la movida cordobesa, si bien no tenía un aire tan moderno, y todas las fuentes consultadas para este pequeño trozo de historia coinciden en ello. El músico cordobés José Atance resume de forma clara lo que uno pensaba cuando entraba en el Billar: "Esto mola un taco". A pesar de tener un aire un poco más rockero, este pub de la calle Los Alderetes consiguió unir a los del tupé de medio metro, a los del guardapolvos y a los de los boogies con plataforma, sin que nunca hubiera ningún problema más allá de alguna que otra queja de un vecino. Más adelante el Billar pasó a llamarse Level y el estilo rocker predominante también se dejaba sentir en el Swing. Las tribus, por lo tanto, se dejaron sentir en Córdoba de forma suave, no eran muchos los representantes de cada sintonía y quizá por eso siempre hubo buena relación entre ellos.

Y como el citado Billar, otros tantos más. La Movida se gestó en los bares, porque en los bares fue donde nacieron grupos que marcarían la época. La Reserva, Yacentes, Religión, Corazones Estrangulados o Tarik y la Fábrica de Colores son sólo algunas de las bandas de la época donde también habría que nombrar a Medina Azahara, que a pesar de tener poco que ver con el ambiente la Movida siempre se engloba dentro del movimiento haciendo bandera de su reconocido rock andaluz.

Y si emblemático fue el Billar, el Varsovia tampoco se quedó atrás. Atance lo califica como "etiqueta negra", por reunir sobre todo a los góticos y siniestros. El periodista y músico Ramón Medina tampoco se olvida de este local que estaba situado en la Judería, al tiempo que constata que esa llegada tardía de la Movida a Córdoba no frenó una gran densidad de bares en la época. El también locutor y músico Ángel Vázquez cuenta que para entrar en el Varsovia había que llamar a la puerta, y un par de porteros decidían si la indumentaria era la correcta para acceder a un local donde sólo se pinchaba música en inglés y en alemán, nada de español.

Y no se puede hablar de la Movida sin hablar del desquite. La música hizo estallar un movimiento que en poco tiempo se extendería hasta una dimensión mucho mayor, la social. España, sumida años antes en una dictadura, conocía poco de la verdadera libertad. La simbiosis de culturas que vivió la ciudad durante la época generaron locales donde todos convivían con todos. Al traspasar la puerta de bares como Portón 4 o Sin Embargo los prejuicios que pudieran existir quedaban fuera, y la hermandad, por ponerle un nombre, que surgió entre personas tan diferentes fue lo que marcó la verdadera movida que Córdoba experimentó. Portón 4, explica la gerente de Zum Creativos, Esther Casado, era el culmen de la exquisitez y lugar de reunión de artistas. Casado fue además una de las primeras mujeres pinchadiscos y trabajó en Sin Embargo. Para pinchar la música más actual viajaba a Londres una vez al mes y se traía los vinilos, hasta que años después abrió en la ciudad Sonido Público, una tienda que distribuía las últimas novedades musicales como también lo hacían algunos comerciales.

No hay que olvidar Tendido 7, frente a la plaza de toros, o la Peña Egabrense, ambos en Ciudad Jardín. El barrio de Poniente se convirtió en uno de los epicentros de la noche cordobesa, un ambiente que conservaría años después pero que se ha ido perdiendo poco a poco con pequeños resquicios que aún intentan sobrevivir. Tendido 7 tenía un aire diferente por eso de estar dentro de un sótano, como también en un sótano estaba la Peña Egabrense. Aunque el nombre pueda resultar algo curioso, lo cierto es que el local era una antigua peña egabrense, nada más y nada menos. Ramón Medina recuerda que en este local tocó Pedro Guerra en el que habría sido uno de sus primeros conciertos en Córdoba y servía, a pesar de no tener escenario, para acústicos de cantautores. Y aunque la cerveza reinaba en la barra, en la Peña Egabrense también se bebía mojito. Por la zona, en Gran Vía Parque, se alzaba el Ku Klux Klan. También en Ciudad Jardín, Paqui Sánchez regentaba el Metal. Judas, Metallica, Iron Maiden o AC/DC sonaban en un local que más adelante se llamaría El Meneíto. Paqui le cambió el nombre y el estilo cuando en la misma calle abrió Salsaya, que rápidamente se convertiría en una discoteca de moda por poner la música más comercial.

Y, sin duda, era la época de los pinchadiscos. En estos momentos, la profesión de DJ, si es de renombre, es de las mejor pagadas del sector. A mediados de los 80, la palabra deejay no estaba muy extendida, pero todo aquel que acudía a alguno de los bares de la movida lo hacía con el objetivo de escuchar la música que allí se ponía. Ángel Vázquez relata cómo cuando trabajaba de pinchadiscos en Quirófano, que después pasó a llamarse Kódigo de Barras, y entraba en el segundo turno, tenía que hacerlo por la ventana de la cantidad de gente que poblaba el local. Aquí sonaban Loquillo, La Unión o Radio Futura y los había (y muchos) que intentaban entregar una cinta de cassette al DJ para que le grabara la sesión; si se conseguía, había material de sobra para presumir durante medio año. De nuevo, la música volvía a ser la base de un movimiento y los de la época coinciden en que ahora no hay sitios en Córdoba donde se pinche buena música porque, al fin y al cabo, el que sale no lo hace por escuchar el último tema de moda. Antes, ante la inexistencia de Youtube o Spotify a los de los 80 sólo les quedaba ir al bar de turno para que pusieran la canción deseada.

Y es que todo el que vivió en los bares de la Movida coincide en afirmar que la forma de salir ya no es lo que era. Existía el botellón, claro que existía. Consistía en comprar un par de litronas frías y sentarse en la plaza del Císter y, cuando se acababan, se cogía el camino de los bares. Se vivía la noche de otra forma, porque la noche parecía no tener fin y si en algún momento lo tenía, para eso estaban los after. Poco queda ya de eso porque es inevitable que las cosas cambien, pero la nostalgia de los 80 parece pesar más que cualquier otra. Como cuando Loquillo decidió escribir, ya en la etapa de los 2000, "cuando fuimos los mejores los bares no cerraban".

Y si cerraban los bares, abrían las discotecas. Burbujas, La Bola y Disco 3 mandaban en el sector. La falta de imposición de horarios hacía que la noche se alargara hasta el día y que de allí se saliera con los ojos como chupes, por eso de que se podía fumar, pero ese es otro tema. Aquí había música de todo tipo. En Disco 3, el ritual marcaba de inicio unas sevillanas, después una lenta y todos los temas bailables posibles hasta la noche siguiente. El diseño de Disco 3 era también rompedor. En Córdoba no se había visto nada igual y de la mano del fotógrafo Pepe Botella se instaló en la sala un láser que costó un millón de pesetas.

Si hubo algo para que la movida de la ciudad calara hondo en los ahora nostálgicos fue la radio y la Muestra Pop-Rockera. En cuanto a la primera, conseguía mantener frente al transistor a los melómanos y la segunda consolidó a grandes grupos cordobeses.

Cantaba Gabinete Caligari, a través de la inconfundible voz de Jaime Urrutia: "Bares, qué lugares. Tan gratos para conversar, no hay como el calor del amor en un bar". Y todos los que aquí aportan sus recuerdos parecen coincidir. La Movida llegó tarde a Córdoba y se extendió hasta principios de los 90, caracterizada por una fraternidad insólita y unos gustos musicales que parecían alcanzar el culmen del pop-rock español. De aquello queda poco, corrían otros tiempos.

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