Chenoa y Mayra Gómez Kemp en 1988
Chenoa y Mayra Gómez Kemp en 1988 / RTVE

Cuando Mayra Gómez Kemp bajaba por primera vez las escaleras del Un, dos, tres (era 1982) solo tenía 34 años. Le cardaron más de la cuenta el pelo porque tenía que dar el aspecto de señora algo mayor: amiga de las espectadoras y respetable para los espectadores. A ver, era el primer concurso de prime time se ponía a la espalda una mujer.

Mayra era madre, cuñada. Una señora mayor divertida, con falda por la rodilla: la vecina que te abría la puerta para invitarte a una limonada y que tenía el salón en perfecto estado. Está en la memoria social española como la anfitriona televisiva ideal. Las circunstancias la retiraron demasiado pronto. Los 90 televisivos fueron algo crueles con un entretenimiento tan hortera como salvaje. Raffaella fue la otra gran dama indiscutible.

Como una fusión renovada de ambas, Chenoa se ha convertido en la mejor presentadora de entretenimiento en la TV en España. Incubada bajo los focos, lleva veinte años creciendo y mejorando como intérprete, como símbolo. Como nombre. Su Operación Triunfo y The Floor la han encontrado ahora como una curtida profesional de 50 años (sí, medio siglo, y sería la hija de Mayra si la ponemos en una foto del Un, dos, tres de los 80). Veterana sin parecerlo.

Como jurado en Tu cara me suena, aunque sienta debilidad por su amiga Gisela, siempre tiene el comentario más formado, certero y sincero. Porque Chenoa siempre ha sido una mujer sincera. Auténtica. Real. Capaz de todo, intergeneracional. Lo que sería Mayra a día hoy. Lo que son las grandes en pantalla.

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