Viernes de Dolores, viernes de Madre
Cuaresma en sepia
La ciudad quiere cumplir con su rito. Todos se encaminan, como si de un peregrinaje se tratase, hacia la casa servita de San Jacinto para postrarse ante Ella
Horario y recorridos de los vía crucis del Viernes de Dolores en Córdoba
'El Día' entrega este Viernes de Dolores su guía de Semana Santa de Córdoba y provincia de 2023
AMANECE un nuevo día en Córdoba. La primavera ha estallado. Todo parece más luminoso. El azul del cielo se vislumbra más intenso. Los aromas se perciben con nitidez. Huele a flores frescas, flores del tiempo. Las anaranjadas clivias, los jacintos color cobalto, las inmaculadas palmiras, el albo azahar, el mirto, los arrayanes. También llegan olores melosos. Huele a matalahúva, a cascara de limón, a arrope, a azúcar quemado, a guiso de bacalao con tomate. Huele a cocina de siempre. También se percibe el olor a cal apagada, la misma que ha lustrado las fachadas, patios y paredes de las casas. A aceite, a nogalina, a barnices que han revitalizado las maderas de las puertas. El trinar de los pájaros alegra las calles, especialmente patios y jardines, al igual que los niños con sus alborozos en los juegos. Los caños de las fuentes también ponen música a la primavera. De sus caños caen chorros plateados de agua cristalina, que muere en el crisol de las pilas o artesas. Melodías relajantes por constantes y por afinadas. Desde la Piedra Escrita a la plaza del Potro, el agua pone fresca sintonía a la recién estrenada estación. La primavera llegó para quedarse, los sentidos se acentúan en los prolegómenos de los días de la Semana Mayor.
Es viernes. Pero no es un viernes cualquiera. Es un viernes único. Un viernes en el que Córdoba inicia su Semana Santa. Un viernes que es pórtico de la Pasión del Señor según la vieja ciudad, otrora capital de la Hispania Ulterior, de Córdoba. Es Viernes de Dolores. Toda ella quiere cumplir con el rito y la tradición. Todos se encaminan, como si de un peregrinaje se tratase, hacía la casa servita de San Jacinto. Todos quieren postrarse ante su Madre doliente y llorosa. Musitar una oración ante Ella, una confesión, una petición, un ruego. María es pañuelo de llanto de un pueblo devoto y fiel.
Las gentes se congregan en torno al convento de San Jacinto. Unos llegan subiendo por el viejo convento del Cister. Otros a través de la empinada cuesta del Bailío. También por la calle Torrescabrera, bien por San Miguel o a través de Colón, es un ir y venir de gentes. Desde la puerta del templo se ha formado una fila para acceder a su sacro recinto. La cola llega hasta la ferretería de Benjamín Barrionuevo, esquina con la plaza de Colón. Las gentes permanecen ordenadas. Todos son pacientes y todos quieren rendir su devoción a su bendita Madre de los Dolores. La fila avanza poco a poco. Igual que andarán los pasos en unos días. Todo está revestido por la solemnidad del momento, del día y de la jornada. Un par de policías armadas, de gris uniformidad, cuidan que no se pierdan las formas ni tampoco el orden. No hace falta. Los fieles son pacientes. Tarde o temprano llegará la hora de acceder al templo. La plaza de Capuchinos, recinto místico por excelencia, invita a la oración. En medio de la plaza el Cristo de los Desagravios, muriendo poco a poco cada día, invita al rezo escoltado por sus faroles de luz mortecina. ¿Para qué más? Su presencia pétrea inunda de luz de divinidad la empedrada plaza.
En la fila se ven gentes de toda la escala social. La devoción no entiende de clases. Madres, abuelas, mozuelas en edad de los primeros amores, niños, hombres con rostros curtidos por el sol. Todos vienen a venerar a su Madre dolorosa. Por fin llega el momento. Se accede al templo y allí está Ella. Saya blanca y manto negro. Los colores de la soledad de María tal como pusiera de moda la corte de los Austrias. El templo es un ir y venir de gentes. Algunos se sientan si tienen la fortuna de encontrar huecos en los bancos. Otros pasan despaciosos ante la Divina imagen. Se rezan plegarías, se musitan en voz baja ruegos, se cuentan penas y también, porque no, se dan las gracias por favores concedidos. Ella con su presencia y bajo su manto recoge el sentir de su pueblo. Un pueblo que buscó, busca y buscará ese cobijo divino que le ayude en su día a día. No es fe de latines ni vistosa liturgia. Es devoción popular y del pueblo llano. La próxima cita será el Viernes Santo, cuando llorosa y sola por la pérdida del Hijo amado, saldrá a las calles en busca de su pueblo. Hoy ha sido su pueblo quien la ha buscado a Ella. Viernes de Dolores en Córdoba, pórtico de la Semana Santa. Un año más. Así fue y así será.
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