Semana Santa

La inoportuna lluvia y 'Jone'

  • La lluvia, tan poco deseada en estos días sacros, ha hecho su aparición para dar al traste con todo

Salida procesional del Cristo de la Caridad.

Salida procesional del Cristo de la Caridad. / El Día

Sus ojos se han abierto. La luz de la mañana ha entrado por el ventanal. Deprisa, da un salto de la cama. Se encarama en lo alto del poyete y entreabre el visillo. Sus infantiles ojos ven cómo el empedrado del patio amanece mojado.

También las verdes hojas de las plantas del jardín están patinadas por el brillo que les dota la lluvia primaveral. Para el niño la mañana del Jueves Santo es una pequeña decepción.

Él esperaba poder ver en compañía de sus padres los pasos del Cristo de los Toreros, el Esparraguero, los legionarios que acompañan al Cristo de la Caridad y, si el sueño se lo permite, incluso la Virgen de las Angustias salir de San Pablo.  Pero la lluvia, tan poco deseada en estos días sacros, ha hecho su aparición para dar al traste con todo.

Sentado a la mesa y aún con el pijama, su madre le sirve con cariño el desayuno. Un vaso de leche caliente que acompaña con los roscos y pestiños fritos la tarde anterior. Todo bajo la atenta mirada de la abuela, heredera de las recetas, y que pasará los días grandes junto a ellos.

Su padre le dice que como siga lloviendo, lo más probable es que las procesiones se suspendan. Para el pequeño es una gran decepción. Todo el año esperando y ahora viene la lluvia para dar al traste con todo. Aun así, su padre le explica que ahora irán a las iglesias a ver los pasos preparados, porque hasta la hora de la salida la procesión no se suspende, le recuerda.

La madre le asea con mimo. Le viste para la ocasión y le peina, previa mojada de su cabellera rubia, con agua de colonia. Para protegerlo de la lluvia completa su indumentaria con un impermeable azul marino, del que antes de salir al patio el pequeño extrae una gorrita que se coloca en la cabeza.

El patio huele a mirto, azahar y palmiras. De la mano de su padre el pequeño abandona el hogar familiar. Las calles están mojadas. La lluvia, aunque no fuerte, no para de caer. Las gentes caminan resguardadas bajo amplios paraguas. Pese a ello, el ambiente a Semana Santa está presente.

El padre le recuerda lo vivido la noche anterior. El pequeño revive el paso de la cofradía de la Misericordia por el arco bajo de la Corredera. Su solemnidad revestida de blanco y, sobre todo, cómo los pasos eran portados por hombres y no por ruedas.

No se le olvidará cuando su papá saludó al hombre que mandaba el paso de Cristo. Sáez –quiere recordar el pequeño– le llamó su padre, lo que llenó de orgullo el corazón del niño, que vio como su progenitor era amigo de una persona importante en el devenir de la cofradía por las calles.

La rampa de San Pablo está mojada. Hay que bajar con cuidado. Un resbalón puede suponer una caída. En el templo todo está dispuesto, como si la lluvia no estuviera presente. La Virgen lleva en el regazo, como en el lejano Belén, el cuerpo de su Hijo, pero esta vez sin vida.

Llama la atención al pequeño el realismo de la escena. Su padre le cuenta que su autor, Juan de Mesa, la esculpió poco antes de morir y que la Virgen de las Angustias fue su testamento artístico. Tras San Pablo toca ir al viejo convento franciscano.

Dos hileras de naranjos marcan el camino. El aroma de azahar, pese a la lluvia, embriaga a los que pasan por la calle de la Feria. En San Francisco los legionarios, llegados de África, escoltan el paso del Señor. El imponente crucificado domina el calvario de clavel rojo, donde la Virgen llora su muerte.

De vuelta a casa solo espera que la lluvia cese. Sus deseos no se verán cumplidos. La tarde invita al brasero en la mesa camilla. La abuela enciende la vieja radio de cretona. Suena el Sermón de las Siete Palabras, entre una y otra marcha que enciende el interés del pequeño.

Su padre le dice que se trata de Jone, una marcha sacada de una ópera italiana escrita por un seguidor de Verdi, llamado Petrella, y que Manuel Font Fernández de la Herranz instrumentó para banda, siendo un clásico de la música procesional. Al menos de cuando en cuando aquella música traslada la mente del niño a su deseo de ver un paso en las calles. Con el tiempo Jone será una de sus marchas de cabecera. De hecho, me consta, aún lo sigue siendo. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios