La esperanza sin fin de todo un barrio
La Piedad, que culmina los actos del 40 aniversario de su fundación, suspende su estación de penitencia debido a la lluvia
LO mejor este año es suspender la estación de penitencia. Tenemos que comprender que nos arriesgamos mucho". El capataz de La Piedad, Luis Maya, anunciaba ayer de esta manera en la parroquia de San Antonio María Claret que, debido a la amenaza del tiempo, la hermandad de Las Palmeras también se veía obligada a quedarse en su templo. No fue una decisión difícil pese a los nubarrones negros que minutos antes de las 14:00 -la hora de salida prevista- empezaban a descargar sobre el barrio.
Hasta una hora de cortesía solicitó la junta de gobierno a la Agrupación de Cofradías, pero el tiempo no daba tregua a esa hora de la tarde y la previsión meteorológica tampoco era favorable para una hermandad con un recorrido de más de 11 horas. En 2011, la Piedad también se quedó en casa, pero el año pasado protagonizó una gesta que fue aplaudida por todo el mundo cofrade: la llegada, por primera vez, a la carrera oficial.
"Hay gente que pensaba que llegaríamos de cualquier manera, que aquí no había un guión ni nada, así que la acogida fue muy hermosa", recordó el párroco, Andrés García, para quien la procesión de la Piedad es "mucho más" que una estación de penitencia. "Hay unidad, significa mucho para el barrio, porque los vecinos pueden decir que están aquí, que también hacen cosas positivas", dijo. La hermandad se constituyó oficialmente en 1972 y la procesión de este año ponía el punto y final a los actos organizados para festejar las cuatro décadas de vida.
Era un desfile importante, y María Santísima de Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra iba ataviada con atuendo de hebrea, un vestuario "humilde en solidaridad con toda la gente que lo está pasando mal", dijo el párroco. La diadema fue cedida por la hermandad de la Expiración, agradeció la hermana mayor, Pilar Torrecilla, que el 7 de abril se despide al frente de la junta directiva tras cuatro años en el cargo. "Ha sido difícil pero muy bonito, y hemos conseguido por fin llegar a la carrera oficial. Ojalá este año hubiera sido también posible", se lamentó. La parroquia de San Antonio María Claret abrió sus puertas a las 15:30 y la banda de cornetas y tambores de Nuestra Señora de la Salud interpretó varias marchas para los vecinos que asistieron, que no fueron pocos.
Porque, pese a la lluvia, cada Miércoles Santo los feligreses se vuelcan con la procesión, mucho más que un acto religioso. "Aquí estamos todos, para demostrar que somos buena gente", reivindicó Dolores Aguilera, disgustada por la imagen que suele asociarse a su vecindario. "Soy de Las Palmeras, nacida y criada aquí, y a mucha honra. Tengo tres hijos, y los tres estudian carreras", dijo la mujer durante la larga espera previa a la cancelación de la procesión, en la que participa un centenar de penitentes, la mayoría niños de la zona. La suspensión del desfile dejó los lamentos habituales y alguna que otra mirada llorosa, aunque el agua no se llevó la esperanza. "Aquí seguiremos el próximo año y llegaremos a la carrera oficial", dijo con ilusión Rafaela Tuvío, integrante de la cuadrilla de costaleras.
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