Semana Santa

La espera en San Andrés tiene una recompensa

  • El silencio y el respeto en la salida de la Hermandad del Buen Suceso realza lo vivido en la plaza de San Andrés

La plaza de San Andrés es una de las encrucijadas de caminos que hay en el casco histórico. A ella confluyen las gentes que llegan de San Lorenzo, Santa Marina, San Pablo o San Pedro, como ocurrió en la tarde de ayer momentos antes de la salida anunciada de la procesión del Buen Suceso.

Esta plaza irregular se nutrió sobremanera de un público distinto al de otros martes santos, porque se dieron cita tanto los que iban expresamente a ver la salida de esta hermandad, como todas aquellas personas a las que se les había frustrado la jornada por la lluvia y acudían a ver los pocos nazarenos que salieron a la calle.

Esta mezcla diversa de espectadores se iba apretando ante la parroquia y minutos después era densa por El Realejo, Hermanos López Diéguez y Fernán Pérez de Oliva, hasta tapizar de cabezas todo lo que alcanzaba la vista. Esta multitud se formó casi sin darse cuenta en espera de que la vieja cruz de guía de madera dorada apareciera bajo el escudo del obispo Marcelino Siuri.

La puerta de San Andrés es dificultosa para la salida de los pasos. Cuando el misterio del Señor del Buen Suceso cruzaba el cancel se hizo un silencio sincero y rotundo que llegó hasta los últimos espectadores. A diferencia del bullicio cada vez más frecuente en estos momentos, ayer se pudo disfrutar en la plaza de San Andrés con la salida de esta hermandad donde no hubo voces extemporáneas, risas desagradables, patadas a las latas de bebida o niños que chillan sin sentido.

El trabajo de la cuadrilla de costaleros no fue interrumpido en ningún momento y las órdenes del capataz eran perfectamente audibles a distancia. No importaba la dificultad de la operación ni la espectacularidad del momento, porque lo importante era respetar lo que se presenciaba antes que el desahogo propio con unas palmas que no iban a ser bienvenidas.

Al poco se alzó el paso del Buen Suceso y ya fue el momento de apreciar con detalle el frontal tallado, en el que destacan unas flores talladas flotantes que competían con los claveles rojos del friso.

Igual ocurrió con el paso de la Virgen de la Caridad, delicada dolorosa, arropada de rosas blancas que vio la calle en ese momento incierto en que el cielo la recibió con el mismo color que las túnicas de sus nazarenos.

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