Piedad

El entusiasmo que nace en Las Palmeras

  • La hermandad de San Antonio María Claret prepara su llegada a la Carrera Oficial la próxima Semana Santa con la esperanza de pasear la dignidad del barrio en el centro

La procesión de La Piedad es un acto de fe en Las Palmeras, un barrio que cada Martes Santo pelea contra su propia imagen sin necesidad -ni interés- de exhibir ostentaciones. "Somos una hermandad humilde", confiesa el hermano mayor, Francisco Llamas, como queriendo excusarse de por qué su Virgen no puede llevar alhajas ni un manto bordado en oro.

"Muchos estrenos no llevamos, sólo el dorado de las cartelas. Aquí lo que esperamos es que la ilusión nunca se acabe", expresa. La fe de los vecinos se agolpa puntual a las siete en el portón de San Antonio María Claret, al margen de los palcos de autoridades y de la penitencia impuesta por los horarios oficiales.

El acto de fe de Las Palmeras se expresa a través de gargantas que lanzan "vivas" y de vecinos que piden a los políticos -"hoy sí que vienen", dice uno molesto- que el barrio se tenga en cuenta "de verdad", más allá de las promesas electorales y de otros tantos martes santos que pasan sin cambios, como el incienso que se disuelve en una bocanada de humo. Los 60 nazarenos salen del templo claretiano con túnicas burdeos impolutas y cirios sin encender, hay quien saluda a algún conocido y quien fija la mirada al frente con decisión, porque en Las Palmeras hay esperanza de que muchas cosas cambien: "Espero que algún día nos vean como lo que somos, un barrio de trabajadores", dice Llamas. El paso de la Piedad luce más a la salida, cuando los costaleros, jóvenes del barrio, se entregan en cada mecida y en cada pisada. "Se nota que lo sienten", dice orgullosa la madre de dos de ellos, Rafaela Tuvio, mientras el misterio del Cristo de la Piedad y María Santísima de Vida y Esperanza atraviesa el dintel de la iglesia guiado sobre cuatro ruedas.

La figura blanca del templo dibuja una extraña estampa cuando el sol que se apaga ilumina las dos hileras de nazarenos contra los muros de ladrillo rojo de los edificios. La comitiva enfila la calle Sierra de Guadarrama en busca de la avenida de Miralbaida, acompañada por el bullicio de chiquillos que corretean y que quieren ser costaleros como sus hermanos mayores. Algunos juegan a seguir el movimiento de los incensarios y otros se pegan a las faldas de los nazarenos.

Quizás en unos años, cuando los pequeños tengan la altura necesaria para alcanzar la trabajadera, la procesión llegue a la Carrera Oficial, porque los hermanos de La Piedad tienen ese entusiasmo: "Habría que estudiar el recorrido y el día más adecuado, porque a lo mejor no puede ser el Martes Santo debido a los horarios", dice el hermano mayor, con la intención de convocar una asamblea en primavera para estudiar todas las opciones posibles. "Todos los hermanos quieren -asegura Llamas- y es una oportunidad de que nos vean en el centro y de mostrar entre todos las cosas buenas que tiene este barrio".

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